Agencias

 

Mientras que el Estado Islámico (EI) difundía a través de las redes mediáticas mundiales las imágenes de una tercera decapitación de un occidental, la de un ciudadano británico, otra alarma ha sonado. La organización podría estar intentando ahora penetrar en Asia.

Esto es lo sostiene la sociedad Muir Analytics, que proporciona información de inteligencia a compañías en relación al terrorismo, la violencia política y la insurrección y que forma parte de las compañías “auxiliares” de la CIA, que ésta utiliza para conseguir informaciones útiles para sus operaciones.

La CIA tiene una sólida experiencia en la gestión de los grupos armados. Durante las Administraciones Carter y Reagan ella financió y entrenó, a través de los servicios secretos de Pakistán, a unos 100.000 muyahidines con el fin de combatir a las tropas soviéticas en Afganistán. En aquella operación participó un multimillonario saudí, Osama Ben Laden, que fue a Afganistán en 1980 con miles de combatientes reclutados en su país.

La guerra de 1989 finalizó con la retirada de las tropas soviéticas de Kabul en 1992 y la toma del poder de los muyahidines, cuyas facciones comenzaron luego a luchar entre ellas. De este modo, en 1994 aparecieron los talibanes adoctrinados, entrenados y armados por Pakistán para tomar el poder en Afganistán en una operación tácitamente aprobada por Washington.

En 1998, en una entrevista en Nouvel Observateur, Zbigniew Brzezinski, antiguo consejero de seguridad nacional de EEUU, explicó que el presidente Carter había firmado la directiva para la formación de los muyahidines no después sino antes de la invasión soviética de Afganistán para “atraer a los rusos a la trampa afgana”.

En esta entrevista, él afirmó que no había lamentado la utilización de grupos armados afganos y árabes y respondió: “¿Qué es más importante para la historia del mundo, los talibanes o el hundimiento del Imperio Soviético?

No cabe sorprenderse en estas circunstancias de que EEUU haya favorecido el nacimiento del EI en un terreno social “fértil” para hacer avanzar su estrategia, cuyo primer objetivo es la completa destrucción de Siria. Sólo el apoyo ruso e iraní impidió el año pasado a EEUU aprovechar una provocación química llevada a cabo por los grupos armados opositores sirios para agredir a ese país. El otro objetivo aparente de EEUU es la reocupación de Iraq que estaba en vías de desligarse de Washington y aproximarse a Pekín y Moscú.

El pacto de no agresión en Siria entre el EI y los llamados “rebeldes moderados” sirve a esta estrategia, como ilustra la visita del senador estadounidense John McCain a ese país, donde se entrevistó con los dirigentes del así llamado Ejército Sirio Libre y con el líder del EI, Abu Bakr el Bagdadi, en la misma reunión.

En este contexto, la alarma sobre la penetración del EI en Filipinas, Indonesia, Malasia y algunos otros países en las fronteras de China, y dentro de las fronteras de ésta en Xinjiang, sirve también para justificar la estrategia de EEUU y sus aliados de despliegue de fuerzas militares en la región de Asia y el Pacífico. El Pentágono señaló en 2001 que “existe la posibilidad de que surja un rival militar con una formidable base de recursos y capacidad suficiente para amenazar la estabilidad de una región crucial para los intereses norteamericanos”.

La profecía se ha cumplido, pero con una variante. China se alza hoy no tanto como una gran potencia militar (aunque cuenta con un ejército poderoso) sino sobre todo como una gran potencia económica, a cuyo reforzamiento contribuyen las propias multinacionales estadounidenses que fabrican una gran parte de sus productos en el país asiático.

China se ha convertido en un adversario más temible para EEUU tras la serie de acuerdos económicos firmados con Rusia, que han convertido en inútiles las sanciones occidentales contra Moscú, y con Irán (siempre en la mira de Washington), que constituye el principal suministrador de petróleo a China. Existen también señales que indican que China e Irán apoyan el proyecto ruso de desdolarización de los intercambios comerciales y que supone un golpe mortal a la supremacía estadounidense.

¿Veremos ahora al EI convertirse en una fuerza hostil a China? De momento, diversos atentados, como los acontecidos en los últimos meses en la región autónoma china de Xinjiang, permiten suponer que esto será así.