[El Procés Constituent –el movimiento sociopolítico que propugna la apertura de un proceso constituyente en Catalunya– acogió los pasados 19 y 20 de julio en Barcelona el V Congreso Internacional del Poder Constituyente. Acudieron ponentes de muy diversos países, desde Chile hasta Islandia, desde Grecia hasta EE UU, para exponer sus puntos de vista sobre la necesidad de un cambio de régimen, no solo político, sino también económico y social, frente al poder cada vez más concentrado en manos de una exigua minoría de grandes capitalistas y explicar sus experiencias recientes en este terreno. Publicamos a continuación la ponencia de Margrét Tryggvadóttir, exdiputada por el Movimiento Ciudadano de Islandia.]
Hola a todxs,
Mi nombre es Margrét Tryggvadóttir y soy una persona normal que, por casualidad y porque creo en la igualdad y la justicia para todos, me convertí en política por un tiempo. Soy teórica literaria y trabajé como redactora antes de que el sistema económico, en Islandia, se desplomase en 2008. En 2009, fui elegida por el partido Movimiento Ciudadano, creado como una necesidad de dar respuesta a la crisis; fui diputada durante cuatro años. Ahora, soy escritora.
En primer lugar, me gustaría hablarles un poco acerca de Islandia y los islandeses. Islandia es un país relativamente nuevo; el asentamiento humano en Islandia comenzó en el siglo IX, desde Noruega. Durante los siglos posteriores, llegaron más colonos: vikingos escandinavos con esclavos de origen gaélico. Al inicio, Islandia fue más bien una sociedad anárquica; pero, en el año 1000, se estableció el Alþingi, Parlamento islandés que aún hoy sigue en funcionamiento.
Durante el período de 1262 a 1918, Islandia fue una parte de Noruega. Posteriormente, perteneció a la corona danesa, de modo que el país fue una colonia durante siglos, cosa que me parece muy importante al considerar nuestra Constitución. No consiguió la independencia completa de Dinamarca hasta 1918, y, en 1944, se estableció la República de Islandia: Dinamarca había sido ocupada por Alemania durante la segunda guerra mundial y los islandeses aprovecharon la situación. En ese período, Islandia también fue ocupada, primero por los británicos, pero más tarde por el ejército americano. Antes que esto sucediera, Islandia ya había luchado por la independencia durante décadas, pero lo insólito es que nadie murió en esa lucha: nunca nadie resultó herido ni hubo conflicto físico alguno. Islandia nunca ha tomado parte directa en ninguna guerra: es un país muy pequeño y probablemente siempre hubiéramos perdido.
En 2008, la crisis económica golpeó muy duramente a Islandia, cuando tres bancos monstruo quebraron y, en cuestión de pocos días, Islandia, uno de los países más ricos del mundo, con una deuda exterior casi nula, sin desempleo y un nivel de vida alto, pasó a ser un país con deudas insostenibles, una alta tasa de desempleo, bancos en quiebra, una moneda sin valor y controles estrictos de capital. La mayoría de los islandeses no entendían realmente qué demonios estaba sucediendo. Nuestros banqueros y políticos nos dijeron, en todo momento, que todo iba bien y que no debíamos preocuparnos.
Como la mayoría de la gente normal, antes de la caída yo no era consciente de los peligros a los que Islandia se enfrentaba; pero después me sentí muy traicionada porque los políticos, que deberían haber estado cuidando y protegiendo a los ciudadanos, no habían hecho el trabajo que les correspondía. Más tarde, nos enteramos de que hacía tiempo que sabían que la debacle era inevitable, pero no hicieron nada al respecto ni nos advirtieron de ninguna manera, sino que mintieron deliberadamente transmitiendo mensajes de tranquilidad.
En Islandia, los bancos habían sido privatizados en 2002 y, en tan solo cinco años se habían convertido en bancos internacionales y habían crecido enormemente. En 2008, cuando los tres se derrumbaron en pocos días, eran tan grandes que el banco central de Islandia se desplomó con ellos y no había forma de que el Estado pudiera rescatarlos. Solo para darles una idea sobre el tamaño: Islandia es un país pequeño, con tan sólo 320,000 habitantes y, en cambio, los tres bancos que entraron en bancarrota están en la lista de las 10 quiebras más grandes del mundo desde 1920.
Por supuesto, esto ha sido muy doloroso para la gente de Islandia. La tasa de desempleo aumentó enormemente, bajaron los salarios, la inflación se disparó y eso, no solo redundó en un aumento de precios de modo que la vida se encareció considerablemente, sino que como la mayoría de las hipotecas estaban vinculadas a la inflación, cuando cayó la moneda, una persona que había pedido prestados, por ejemplo, 20 millones de coronas islandesas para comprar un piso, repentinamente pasó a deber 30 millones (o 40, en el caso de los que tenían sus préstamos vinculados a moneda extranjera…), independientemente de que antes no tuviesen deuda alguna y hubiesen satisfecho todas sus obligaciones.
¿Cómo es posible que permitiesen que sucediera algo así? ¿Para quién estaban trabajando los políticos? ¿Fue una coincidencia que ellos y sus partidos políticos recibieran grandes sumas de dinero, como apoyo directo de los bancos y los dueños de los bancos? Por supuesto que no. Decidí dedicar por lo menos una hora al día de mi tiempo a cuestiones «post crisis». Que podría incluir ir a reuniones, manifestarme, escribir artículos y, finalmente, unirme a un nuevo partido político que exigió justicia, transparencia y cortar los vínculos entre la política y los negocios. Y también, muy importante: redactar una nueva Constitución. Finalmente, me convertí en miembro del Parlamento, en 2009, hasta las últimas elecciones en 2013. Y lo que encontré, una vez que estuve en el Parlamento, fue que el poder, el poder real en la sociedad, no estaba realmente allí, sino en otro lugar.
En 1874, Islandia era una colonia y, después de una demanda de mayor independencia, el rey danés, que entonces era nuestro rey, otorgó a Islandia una Constitución. ¡Todavía tenemos esa misma Constitución!… si bien un poco modificada: ahora, por ejemplo, tenemos un presidente y no un rey. Pero la base es la misma y fue escrita para el pueblo danés del siglo XIX, no para los islandeses del siglo XXI. Cuando, en 1944, Islandia se convirtió en una república independiente, se adaptó un poco la Constitución. El rey danés fue depuesto y adoptamos un Presidente. Pero estas alteraciones fueron menores y supuestamente temporales, porque la gente quería aprovechar la oportunidad de la guerra para establecer la República, mientras Dinamarca estaba todavía ocupada por Alemania y, por lo tanto, no podía hacer nada al respecto. Así que todos los líderes políticos acordaron, en 1944, que Islandia debía redactar una nueva Constitución para la nueva República y tan pronto como fuera posible. Una Constitución nuestra, no un regalo apaciguador del rey danés.
Así que… de 1944 a 2010 convocamos muchos comités, hicimos muchas sugerencias, pero nunca la nueva Constitución. Algunas cosas se cambiaron. Por ejemplo: tenemos un nuevo capítulo sobre los Derechos Humanos, del año 1995. Incluso, según la propia Constitución islandesa, el Parlamento Alþingi puede cambiar la Constitución tras convocar elecciones y, entonces, el recién elegido Parlamento tiene que votar y acordar la redacción de esta nueva Constitución. Una de las principales reclamaciones, tras la sacudida del 2008, fue que Islandia pudiera tener una nueva Constitución. Una Constitución escrita por el pueblo y para el pueblo. ¿Por qué? Porque la gente sentía que todo el sistema político, políticos y partidos, les habían fallado enormemente. No había ninguna confianza y muchos de nosotros queríamos un nuevo comienzo. Algunos incluso hablaron de establecer una nueva República.
En 2010, aparece un extenso y brillante informe detallando exactamente lo que había pasado: una de las razones que apareció en el documento era que el sistema de gobierno no era lo suficientemente claro. No estaba claro cómo debía trabajar el gobierno, lo que podía hacer y lo que debería hacer. La Constitución ni siquiera menciona al gobierno, sólo a los ministros. Así que muchos de nosotros sentimos la necesidad de un marco operacional nuevo, mejor y más claro. Y, sobre todo, queríamos una Constitución que fuese nuestra. Queríamos hacer las paces y acordar, entre todos, qué tipo de sociedad queríamos para poder vivir juntos: ¿cuáles son nuestros valores, quiénes somos? Era un buen momento para preguntar y responder a todas estas preguntas. Y era importante que la nueva Constitución fuese escrita por la gente, no por los políticos, que, en este caso, demostraron ser claramente incompetentes.
La Constitución debía incidir, entre otras cosas, en lo relativo al trabajo de los políticos. Pero ellos, o al menos muchos de ellos, no querían cambios reales. Y, por supuesto, nunca estarían de acuerdo en algo que no les reportase beneficios. Por ejemplo: algunas personas manifestaron que les parecía que había demasiados diputados. Por supuesto, los parlamentarios nunca aceptarían tal cosa, porque podían perder sus puestos de trabajo.
Así que empezamos el proceso en 2010. El Parlamento, finalmente, se dio cuenta (o eso creímos) de que este era un trabajo excesivo para ellos solos y que podía ser una buena idea hacer intervenir a los ciudadanos en el proceso. Pero, ¿cómo se podía hacer? En primer lugar, el Parlamento tuvo que decidir hacerlo y tuvo que idear una fórmula de funcionamiento. Y lo hizo. Lamentablemente, el procedimiento final, que el Parlamento debía acordar como parte de una totalidad, no solo en una, sino en dos ocasiones, fue lo único que al final no salió según nuestro plan.
Primero, el Parlamento eligió un Comité especial formado por especialistas y por lo que podemos llamar «hombres y mujeres sabios». Su trabajo consistía en prepararlo todo, recopilar información y organizar lo que llamamos un «encuentro nacional», donde personas de todas las edades, de todo el país, vinieran a decidir sobre lo que querían en una Constitución; sobre qué valores debía estar construida y sobre lo que debería decir y significar. Novecientas cincuenta personas, una «perfecta representación» de la nación, asistieron a la reunión nacional de dos días. Las personas fueron seleccionadas aleatoriamente, pero asegurando que los participantes representasen a todos los grupos de edad, hombres y mujeres, de todo el país. El Comité constitucional, luego, extrajo todas las conclusiones y elaboró un informe fabuloso en dos volúmenes.
En la siguiente fase, hubo elecciones para seleccionar 25 personas para el Congreso Constitucional a fin de que, durante cuatro meses, elaborasen una propuesta basada en las conclusiones de la reunión nacional. Aquí tuvimos nuestro primer gran problema: resultó que más de 500 personas querían ser candidatas a formar parte del Congreso. Votamos según el sistema de voto único transferible, así que cada elector pudo seleccionar entre 1 y 25 personas como representantes en el Congreso. Hay que decir que estas elecciones fueron un poco diferentes de la mayoría de las elecciones en Islandia. Generalmente, solo debes poner una cruz en la papeleta, pero esta vez tenías que escribir el número de candidato o candidatos.
Se estimó que esto llevaría más tiempo del habitual; así que, en vez de realizarse en la cabina cerrada con una cortina, como se había hecho hasta entonces, el votante entraría en una gran sala con un montón de mesas y pantallas a tres bandas. Allí, podría sentarse y escribir los números de cuatro dígitos de cada candidato y podría seleccionar de 1 a 25 candidatos. ¿Simple? ¿Una prueba sólida? Bueno… El Tribunal Supremo de Islandia no lo creyó así. Un candidato, que estaba en contra de todo el procedimiento y que no fue elegido, se quejó ante el Tribunal Supremo y reclamó que, como todos los votantes estaban en la misma habitación, la elección no podría ser considerada secreta. Esa misma persona arguyó alguna ridiculez más, del estilo de que las urnas eran diferentes de las habituales (a pesar de que eran de un modelo que ya había sido utilizado para introducir papeletas en muchos otros países) y otras cosas por el estilo. De modo que el Tribunal Supremo invalidó las elecciones.
¿Cómo pudo pasar esto en un país democrático? No hubo acusaciones de fraude ni ningún temor de que lo reclamado pudiera afectar de forma alguna a los resultados de las elecciones y, de acuerdo con la ley islandesa, un procedimiento electoral puede no haber sido perfecto, pero nunca debe ser invalidado, a menos que afecte a los resultados. En este caso, no hubo evidencias ni reclamaciones en ese sentido. Y, pese a todo, el Tribunal Supremo hizo lo que hizo. Hay que tener en cuenta que todos los jueces habían sido seleccionados por los ministros de justicia de las últimas décadas. La mayoría de estos ministros pertenecían al Partido de la Independencia, que fue el mayor partido político de Islandia durante mucho tiempo y hasta el colapso. Partido que era considerado por la mayoría de la gente como el responsable directo de la situación. También es el partido político que ha luchado con más encono contra todo posible cambio constitucional durante los últimos años. Obviamente, mucha gente ve una conexión directa en todo esto.
¿Qué debía pues hacer el Alþingi? Después de considerar todas las posibilidades, teníamos básicamente dos opciones, ninguna perfecta. Una era volver a convocar elecciones. Esto hubiera desequilibrado completamente nuestro calendario. Además, no hubiera sido justo para la gente que fue elegida. Algunos habían trabajado duro para la campaña y otros incluso emplearon dinero en anuncios y cosas parecidas (no mucho, porque se fijaron límites, pero aún así). La otra opción era que el Alþingi simplemente seleccionase la gente que había sido elegida, para un Consejo Constitucional especial (que haría exactamente las mismas cosas previstas para el Congreso Constitucional). Y esto fue lo que hicimos.
El Consejo Constitucional trabajó en el encargo durante cuatro meses, en la primavera y el verano de 2011. Todo el proceso fue abierto y las personas pudieron seguir sus reuniones online o incluso presencialmente. También pudieron enviar cartas y preguntas, formalmente o a través de facebook, así que el proceso fue tan abierto como fue posible. El Consejo terminó su trabajo a finales de julio de 2011. Luego, volvió al Parlamento, porque el Parlamento es la única institución que puede cambiar una Constitución. Después de trabajar en el proyecto de ley durante un año, pidiendo la opinión del pueblo –todo el mundo pudo enviar una moción– y convocando periódicamente al Consejo para responder preguntas y revisar algunas cosas, el Parlamento decidió celebrar un referéndum nacional sobre el proyecto de ley constitucional y preguntar acerca de todo lo que suponía grandes cambios o novedades.
Preguntamos a la gente si se sentía satisfecha con la propuesta y si querían utilizarla como base para una nueva Constitución, tal vez con algunas pequeñas modificaciones. La mayoría de los votantes dijo que sí. También preguntamos si los electores querían que la gente pudiera tener derecho a pedir referéndums y si querían que todos los votos del país valieran igual (ahora, los votos rurales valen el doble que los de la zona de Reikyavik, donde viven dos terceras partes de la población). Preguntamos si querían un artículo que dijera que el pueblo islandés debía poseer todos los recursos naturales de Islandia y que la gente obtuviese los beneficios directos de su gestión. ¡Y, nada sorprendentemente, casi todo el mundo dijo sí a todo esto!
Y ese también es exactamente el motivo por el cual la élite política está tan en contra de la nueva Constitución. Le daría más poder a la gente y los políticos no podrían dar a sus «amigos» el derecho a utilizar los recursos naturales sin pagar un precio por ello. Eso iba a cambiar totalmente las reglas del juego. Así que… la Comisión Parlamentaria que estaba a cargo de la Constitución hizo su trabajo correctamente. Convocó a los mejores expertos, incluyendo la Comisión de Venecia, para revisar el documento y sugerir, si fuera necesario, las oportunas modificaciones técnicas. Confirmar que todo iba bien… Pero entonces, por desgracia, los líderes de los viejos partidos políticos en el Parlamento decidieron no terminar el trabajo: solo cambiaron la forma legal en que una constitución puede cambiarse, por lo que todavía hay cierta esperanza de que pueda cambiar. Sin embargo, yo no soy muy optimista respecto a que eso pueda suceder pronto, porque los partidos mayoritarios no están por la labor.
Un nuevo Comité ha sido seleccionado para trabajar en más cambios constitucionales. Sin embargo, parece una broma de mal gusto que el Presidente de esa Comisión sea un viejo profesor emérito en Derecho, un especialista en la antigua constitución y muy conservador, que nunca ha querido cambiar nada. Así que este fantástico proyecto ha sido ahora congelado y yo dudo mucho que el proceso avance pronto y culmine con éxito. Sin embargo, siguen existiendo fuertes demandas de la gente respecto a la necesidad de una nueva Constitución, necesitamos aumentar el cerco de presión alrededor de nuestro gobierno. Y el pueblo cada vez sabe más acerca de democracia, de las constituciones, de cómo debe trabajar un gobierno y es consciente, por lo tanto, de los cambios que necesitamos hacer. Además, el magnífico trabajo llevado a cabo está ahí y puede retomarse y utilizarse, porque sigue siendo válido.
Recientemente, el ala política más derechista ha accedido al gobierno de Islandia ¿Qué significa eso? ¿Por qué salieron elegidos? Veamos. Una de las reivindicaciones, después de la bancarrota, fue corregir las hipotecas de manera que la gente pagase la cantidad que pidió prestada, con el interés correspondiente, claro, pero no el aumento que provocó la inflación. Y eso es posible; en cualquier caso, es cosa del monopolio del dinero; pero es una idea, en el fondo, socialista. Y, tan solo hace unos años, hubiera sido imposible imaginar que ni siquiera el partido del centro hubiese podido obtener una gran victoria electoral prometiendo hacer esto, …, y he aquí que lo está haciendo un partido muy de derecha! Naturalmente, a una escala mucho menor de lo que prometieron electoralmente y eso hace que la gente se sienta engañada y descontenta. El otro partido en el gobierno, el de derechas de siempre, que ha estado en el poder durante los últimos 90 años aproximadamente, está ahora en una situación precaria y fracturado debido a cuestiones como la UE y otras. De hecho, es un partido que nunca estuvo muy de acuerdo con proteger, por ejemplo, el sistema de pensiones, en tanto que es el partido de los ricos, del sistema financiero y del mundo de los negocios.
Los últimos cuatro años anteriores a la llegada de la derecha al poder, teníamos un gobierno de izquierda: socialdemócratas e izquierda-verdes. Pero, en 2013, obtuvieron, juntos, menos del 25% de los votos y perdieron en parte debido a la nefasta gestión del asunto constitucional. ¿Y qué significó tener un gobierno de izquierdas en estos tiempos? ¿Qué hicieron? Bueno, pues… seguir fielmente el programa del FMI: recortes en el sistema social, la educación y la salud. Además, aceptaron pagar a Gran Bretaña y a Holanda las deudas increíbles de uno de los bancos privados que quebró. Afortunadamente, la gente lo rechazó no solo una vez sino en dos referéndums nacionales. Ganó la opción de que los contribuyentes islandeses no tendrían que pagar las deudas de una empresa privada, con muy altas tasas de interés, en moneda extranjera que no tienen.
Pero el gobierno de izquierdas insistió en que es lo que debía hacerse. ¿Por qué? Y no solo eso; también dejaron a los acreedores de dos de los bancos caídos apoderarse de ellos y, ahora, son propiedad de fondos de inversión cuyo único objetivo es ganar el máximo de dinero y tan rápidamente como sea posible, a través de la deuda interior, sin el menor interés por la situación de la gente… ¿Cómo pudo hacer algo así un gobierno supuestamente de izquierdas? Izquierda y derecha, en la política islandesa, son conceptos que cada vez significan menos y es muy difícil, para la gente, saber realmente lo que están votando. Y, además, después de las elecciones, es difícil que el pueblo pueda cuestionar lo que realmente está haciendo un gobierno e intervenir. Cosa que habría cambiado con una nueva Constitución.
¿Por qué hubo tal oposición contra esta nueva Constitución y todo lo que podríamos haber hecho de manera diferente y, sin duda, mejor? ¿Cuáles fueron los principales argumentos contra la nueva Constitución? Durante el proceso, la dificultad del gobierno para compensar, de alguna manera, las pérdidas del pueblo por la crisis económica, por estar concentrado en la redacción de la nueva Constitución, fue utilizada como un argumento en contra de todo el proyecto. Sé que suena estúpido, porque, como todos saben, un gobierno puede hacer más de una cosa a la vez. Pero la gente rechazó que toda la energía y el tiempo del Parlamento se emplease en una cosa inútil, como una nueva Constitución, cuando las «personas se estaban muriendo de hambre». Era evidente que no había nadie muriéndose de hambre, pero, aún así, esto siguió siendo un argumento fuerte contra el proceso y hubo mucha gente que no entendió realmente la necesidad de un cambio desde la raíz.
Otro argumento que tomó mucha fuerza fue que se intentaba hacer este cambio solo para poder adherirse a la UE: Islandia solicitó la adhesión a la UE en 2009 y, en caso de unión efectiva, nosotros tendríamos que cambiar un artículo de la Constitución, no rehacer todo el texto. Pero los teóricos de la conspiración vieron una conexión directa. Para muchos de los que están en contra de la adhesión de Islandia a la UE, esto constituyó un punto importante, si bien mucha gente no creía realmente en esa teoría conspirativa.
Pero el principal motivo que impidió el avance del proyecto es también el principal motivo por el que, realmente, lo necesitamos: el artículo sobre nuestros recursos naturales. Comienza así: «Los recursos naturales de Islandia que no son propiedad privada, serán propiedad conjunta y perpetua de la nación. Nadie puede adquirir los recursos naturales o derechos relacionados con los mismos como propiedad o para el uso permanente y no pueden ser vendidos ni comprometidos.» Sinceramente, creo que esta es la verdadera razón por la que no fue adelante nuestro proyecto.
Ahora, los mayores financiadores de los partidos políticos durante las últimas décadas tienen derechos exclusivos de pesca alrededor de Islandia, un derecho por el que nunca pagaron y que les permite subarrendar contratos y obtener grandes beneficios por ello. Era muy difícil, algunos incluso piensan que es cosa imposible, cambiar este sistema injusto. La nueva Constitución incidía directamente en que esto tendría que cambiar y, por lo tanto, prefirieron quedarse con el viejo sistema. La antigua Constitución garantiza también los poderes del viejo sistema de partidos políticos, con voto desigual y un umbral muy alto de acceso al parlamento, poniendo muy difícil la entrada en la arena política para los nuevos partidos.
¿Qué podemos aprender de todo esto? Creo que el proceso era bueno e interesante. Todos los interesados podían involucrarse de alguna manera e influir en el resultado. No era perfecto y estoy segura de que, si tuviéramos que hacerlo otra vez, modificaríamos algunas cosas. Algunas personas dicen que era un proyecto demasiado grande y que habría sido mejor llevarlo a cabo por partes. Bueno, eso es lo que hemos estado haciendo desde 1918 y no hemos llegado muy lejos que digamos.
También es muy importante para el pueblo hacer presión sobre los políticos. Somos ciudadanos y eso no sólo nos da derechos, sino que nos da la obligación de ser críticos y decir lo que pensamos, siempre. Los políticos ya están bajo una enorme presión de los poderes financieros: los bancos, FMI, UE, los ricos en general y, en Islandia, también bajo la presión especial de los «dueños» de las cuotas de pesca. Todos debemos mostrarles la presión que también puede ejercer el pueblo. Tenemos que hacer que lo sientan; de lo contrario, no podemos esperar que un gobierno de izquierda se comporte como un gobierno de izquierda o que un gobierno de derecha se comporte como tal.
Todo el sistema político está obsoleto y desfasado con el mundo en el que vivimos. Eso nos da grandes posibilidades, pero puede ser también igual de peligroso… Así que hay que mantenerse alerta e implicarse. La democracia está en nuestras manos.