Heinz Dieterich
1. Hitler y Obama: sangrientes Quijotes de la Historia
El intento de Washington, de abortar con los métodos de la Guerra Fría la resurrección de las superpotencias China y Rusia, está condenado al fracaso. Obama y su entorno neofascista no han aprendido la lección de Hitler. Al igual que el Jefe Nazi, no comprenden el atractor que rige el destino de las naciones modernas y define los límites de lo posible. De ahí, que su dual estrategia de contención para cortarle las alas al renaciente fenix sino-ruso –los BRICS y la Shanghai Cooperation Organization (SCO)– no son más que utopías reaccionarias, que desafían las leyes de evolución de la historia. Y toda negación de las leyes del universo termina en la destrucción del sujeto quijotesco que osa hacerlo.
2. Fascismo del Siglo 20 y Fascismo del Siglo 21
Entre las misiones del fascismo totalitario (Hitler) y del fascismo republicano (Obama) —encargadas por sus amos del Gran Capital— hay dos grandes diferencias. La primera es estratégica. Hitler debía convertir una potencia regional ascendente en una superpotencia global dominante; Obama, en cambio, debe impedir el declive de una superpotencia casi absoluta hacia una superpotencia relativa. La segunda es la metodología. Aunque el fascismo con fachada republicana (neofascismo) utiliza prácticamente todo el arsenal del terrorismo de Estado nazi, incluyendo la «limpieza étnica», y ampliándolo con el empleo de armas nucleares, no usa campos de exterminio industrial, como lo hicieron los nazis en Auschwitz. Pero, lo que comparten el vulgar cabo gritón alemán y el pulido abogado de la Harvard Law School es, que engañan cínicamente a la humanidad sobre la naturaleza apocalíptica de sus proyectos geopolíticos y su propio status de ser empleados políticos de un proyecto de outsourcing terrorista del Gran Capital.
3. Política imperialista: caos determinista
La contradicción entre el hipertrofiado objetivo global imperialista y el atrofiado poder real de Washington para lograrlo hace, que su política mundial asuma características sistémicas de un caos determinista. Todavía tiene el poder militar para destruir a naciones soberanas que no tienen armamento nuclear (Libia, Siria, Irak, Ucrania, Palestina, Afganistán); pero no tiene el poder para reconstruirlas en Estados-Nación viables, conforme a sus intereses hegemoniales; tal como logró con Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial (nation building). Adminístra, entonces, el caos resultante con fundamentalistas de tipo yihad y fascista, contentándose con la apropiación de los enclaves de extracción que pueda. Pero, tal política no logra reconstituir el mundo unipolar que anhela. No es lo mismo, ser administrador de un caos determinista inducido (por debilidad propia), que ser hegemón indiscutible de un sistema ecuménico. El (primer) lema nacional estadounidense, E pluribus unum, reinterpretado, refleja los nuevos tiempos: entre muchos Estados, será uno más del sistema global. Quiera Dios (que no existe), que encuentre un Charles de Gaulle que evite que este descenso termine en un holocausto nuclear.
4. El futuro de la humanidad: bipolar y capitalista
Del estado de caos determinista global, provocado por la economía política y el terrorismo de Estado del Fascismo del Siglo 21, nace chorreando de sangre el nuevo sistema internacional. Contrariamente a lo que piensa la mayoría de los expertos geopolíticos, el nuevo orden ecuménico de la especie no será multi-polar, sino bipolar; no será, como en el pasado, capitalista y socialista, sino unilateralmente capitalista; sus decisores finales son los Estados y clases dominantes. Con el Socialismo del Siglo 20 desaparecido y ninguno de los Estados, gobiernos, sindicatos o partidos políticos significantes seriamente interesados en construir el Socialismo del Siglo 21, la lucha por la sociedad sin clases queda des-cabezada. Actualmente, los pueblos no tienen voz, ni voto, ni proyecto de auto-constitución como sujetos de la historia. La humanidad regresa a 1847, antes del proyecto civilizatorio del Manifiesto Comunista.
5. Los dos polos del poder mundial: OTAN y SCO, y la dialéctica de la materia
La nueva estructura global es bipolar. Un polo lo forma Occidente, encabezado por Washington, la OTAN y lo que queda del sistema financiero-económico de Bretton Woods. El segundo componente de la macroestructura lo constituyen China y Rusia, con la Shanghai Cooperation Organization (SCO), los BRICS y la nueva arquitectura financiera global protagonizada por China (Chiang Mai Iniative Multilateralization, CMIM; Asian Multilateral Research Organization, AMRO; New Development Bank, NDB; Contingency Reserve Arrangement, CRA). Aclaramos, que cuando hablamos del poder de los BRICS hablamos, por supuesto, de China y Rusia, que son las únicas potencias reales de la agrupación.
La nueva dualidad de poder a nivel global, donde una naciente estructura financiera-económica y una naciente «OTAN de Oriente» (SCO) crece en el seno de la vieja sociedad unilateral occidental, dará un salto cualitativo a favor de Oriente, cuando en Septiembre Mongolia, Iran, India y Pakistan se convertirán en Dushanbe (Tajikistan), en miembros plenos de la SCO. El Reino de los 500 años de explotación y terror global de Occidente, iniciado en 1492, llegará entonces a su fin. El Reino de los Mil años (Tausendjaehriges Reich) de Hitler ya está olvidado. Y se evidencia una vez más la eterna verdad del materialismo dialéctico, de que la única constante en el universo es el movimiento: y que nada ni nadie puede estar por encima de la dialéctica de la materia.
6. Un mundo unidimensional
A diferencia del histórico mundo bipolar capitalista-socialista que existió de 1917 hasta el colapso de la URSS en 1990, el nuevo sistema global de la humanidad está compuesto exclusivamente por países capitalistas. Su base socio-económica es la economía de mercado dominada por las leyes de la tasa de ganancia (crematística). En este modo de producción globalizado y homólogo, pesadilla de Herbert Marcuse, la única diferencia esencial entre los Estados-Nación reside en su superestructura política: algunas economías se gobiernan mediante partidos únicos, y otros por sistemas multipartidistas. Sin embargo, dada la similariedad a toda escala de sus relaciones de producción, esa diferencia superestructural política es temporal. Desaparecerá como históricamente desapareció en Alemania, Japón y los tigres asiáticos.
7. El mundo en llamas: Ucrania, posible Vietnam
Con la confrontación entre el Fascismo del Siglo 21, encabezado por Washington, la Unión Europea, Japón y el sionismo, y el Bloque de Oriente sino-ruso, la lógica bélica de la histórica guerra fría regresa. Ante la casi imposibilidad de una guerra directa entre las principales potencias por sus armas nucleares, sus guerras se realizan dentro de los países del Tercer Mundo. Uno de los campos de batalla de esas guerras por sustitutos (proxy wars) del Neofascismo Occidental es su agresión en Ucrania. En términos militar-políticos, es una decisión contraproducente, comparable en muchos aspectos a la de la Guerra de Vietnam. La abrumadora mayoría de la población en el suroriente ucraniano está en contra de los golpistas de la OTAN en Kiev; la larga frontera con Rusia abre el hinterland imprescindible para ganar una guerra popular de atrición; en esa zona estratégica de la URSS estaban estacionadas las mejores divisiones soviéticas, y cuando ésta cayó, muchos soldados y oficiales se quedaron a vivir ahí, lo que explica la sorprendente capacidad militar de las fuerzas antifascistas. El desenlace de la agresión de la OTAN depende, entonces, de que si Putin asume la posición y estrategia antiimperialista de Ho Chi Min, sustituyendo las selvas de Vietnam por las ciudades del Don. Las derrotas del ejército israelita en Líbano y Gaza, uno de los más eficientes del mundo, demuestran que la débil y desmoralizada Fuerza Armada de Kiev colapsaría rápidamente ante tal defensa estratégica de los intereses estratégicos de Rusia.
8. Ucrania: Geopolitica y Energía
Además de las razones geomilitares de la OTAN, las enormes reservas energéticas de shale gas en Ucrania oriental son una de las razones fundamentales de la agresión (casus belli) de Occidente. Estimaciones europeas concluyen que los yacimientos en las regiones de Donetsk y Kharkov equivalen al casi 60% de las reservas de Estados Unidos. Royal Dutch Shell, Exon y otras transnacionales están involucradas en los negocios energéticos respectivos. El operador directo de la agresión es el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden. Telefónicamente le instruye al «presidente» ucraniano Poroshenko sobre cómo conducir la guerra —e impedir una paz negociada de los europeos—, junto con el grupo de neofascistas (neocons) que controla el Departamento de Estado, con su vocera Victoria Nuland. Hunter Biden, hijo del vicepresidente, acaba de ser nominado al Consejo Directivo de una de las corporaciones privadas más grande de gas en Ucrania, Burisma Holdings, que ha adquirido derechos de explotación para las regiones en conflicto.
9. Ucrania y las Fuerzas Armadas de Rusia
Al interior de Rusia, la posición de las Fuerzas Armadas es decisiva, en este sangriento ajedrez geopolítico y energético. Es el bloque de poder más compacto y con mayor conciencia histórica del país. La doctrina militar rusa se basa en lo que los militares llaman la profundidad estratégica (strategic depth), es decir, el espacio disponible en un conflicto armado. Para Rusia, esta profundidad estratégica presupone la capacidad militar de negarle a la OTAN el acceso al o el control del área de Ucrania oriental (anti-access/area denial); a semejanza de lo que la doctrina militar china prescribe para negarle el acceso a la Séptima Flota de Washington en el South China Sea. Alcanzar este objetivo estratégico en Ucrania pasa por la derrota de las fuerzas mercenarias de la OTAN. La sabia combinación de estratagemas diplomáticas, económicas y militares por parte de Putin, junto con la vulnerabilidad económica de la EU, el debilitamiento de Washington en Medio Oriente y la
comprensión del presidente Xi Jinping, de que sin la alianza con Rusia China será derrotado por Occidente, indican un escenario favorable a derrotar a la agresión imperialista; pese a las intrigantes maniobras de agresión del Senado estadounidense a través del Russian Aggression Prevention Act of 2014.
10. El mundo en llamas: Gaza
El conflicto de Palestina es fácil de entender si se comprende el proyecto sionista de Eretz Yisrael como un proyecto de limpieza étnica (ethnic cleansing), dentro de los moldes del clásico colonialismo europeo. La sangrienta destrucción de los pueblos originarios norteamericanos ilustra ese modelo (ver, Bury my heart at Wounded Knee). En Palestina, los principales responsables históricos de este proyecto y de la tragedia actual son Gran Bretaña, Alemania, Francia y Estados Unidos.
El ejército británico destruyó entre 1936 y 1939 violentamente al movimiento nacional por la independencia de Palestina. En esta represión mató, hirió, encarceló o exilió a más del 10 por ciento de la población adulta masculina palestina del país. Fue esta destrucción del movimiento nacional palestino y el apoyo británico a las organizaciones paramilitares sionistas como la Haganah, que preconfiguraron la siguiente fase de colonización con limpieza étnica, a través del «Plan Dalet» (1948), que sigue ininterrumpidamente hasta el día de hoy. El pleno conocimiento del genocidio nazi (holocausto) al pueblo judío, después de 1945, generó una ola de solidaridad internacional con el pueblo judío que catalizó la constitución política del Estado de Israel y fue importante en la decisión de gobiernos franceses, de proporcionar la tecnología y recursos nucleares originales a Israel (1956/57). Desde entonces, protegido precariamente por sus más de 200 bombas nucleares, y con el continuo apoyo militar, económico y político (Consejo de Seguridad) de Washington, el expansionismo del proyecto Eretz Yisrael sigue, implementado a través de una clase política sionista sin ética alguna que mantiene como rehenes a palestinos y ciudadanos judíos por igual, y solo cree en la fuerza bruta. Pero, su última derrota militar en Gaza y su desprestigio político y moral a nivel mundial, demuestran que el clásico modelo de colonización europea ya no es posible en Palestina. La única victoria militar posible en Gaza sería el uso de bombas de neutrones. Pero esto sería equivalente a un genocidio de tipo holocausto que el mundo no toleraría. Y las armas nucleares tradicionales no sirven para aniquilar a la resistencia urbana de Hamas.
Las condiciones objetivas no permitirán más a Israel seguir con su política de colonización y expulsión violenta de la población indígena de Palestina. La misma creación de Hamas fue una obra de los servicios de inteligencia de Israel, destinada a debilitar a Al Fatah. Hoy día, Hamas es el eje de la resistencia palestina, que no puede destruirse con el terror, porque se basa en el sueño de una nación propia. Un hecho que debería hacer reflexionar a la élite sionista sobre la dialéctica de la historia. Pero, al igual que Hitler, solo cree en el poder de la fuerza bruta. De ahí, que descarta la única solución posible al dilema creado: la coexistencia pacífica de dos Estados dentro del derecho internacional.
11. George Bush: los hechos no importan
Cuando la marina de guerra estadounidense derribó el 3 de julio 1988 un avión civil de Iran Air, matando a 290 pasajeros, incluyendo 66 niños, mintió sistemáticamente sobre su responsabilidad en la tragedia. Preguntado entonces, el vicepresidente George H.W. Bush, en plena campaña electoral para remplazar a Ronald Reagan, sobre la responsabilidad de Washington en la tragedia, Bush contestó: «I will never apologize for the United States — I don´t care what the facts are» («Yo nunca me disculparé por lo que hacen los Estados Unidos – Y, no me importa, cuál sean los hechos.»)
Esta es la mentalidad política que causa las grandes tragedias de la humanidad. Es la configuración mental que lleva el ADN del apocalipsis dentro de sí.