Sergio García
La crisis económica argentina trae despidos y suspensiones. Cuando las ganancias son abultadas las patronales se la guardan en secreto. Cuando los números comienzan a caer quieren socializar las pérdidas. Así ellos ganan siempre y los trabajadores pagamos la crisis. Mientras tanto, el gobierno actúa en connivencia con esas patronales y no da respuestas. O peor aún, a veces las da a nombre del poder ejecutivo, ese señor feudal del Chaco llamado Capitanich. Quien sacando lo peor de sí nos recordó frases de la época de la dictadura argentina; “idiotas útiles” dijo sobre la izquierda, “actúan para destruir el empleo” agregó en referencia a quienes denuncian los despidos. Para este personaje la culpa de los despidos es de los despedidos y de quienes los apoyamos. Un razonamiento que además de ser patronal es irresponsable. Dicho por alguien que no sabe lo que es vivir con un sueldo de 7 u 8 mil pesos y la angustia a cuesta del trabajo inestable. Con sus arcas bien llenas este funcionario se da el lujo de culpar a los obreros que defienden su trabajo y a la izquierda. Sencillamente indignante.
En paralelo, el cabecilla del SMATA, Pignanelli, dice que la izquierda es una tragedia. Este siniestro personaje, verdadera tragedia para sus afiliados, no mueve un dedo en defensa de los trabajadores pero si mueve patotas para tratar de acallar voces disidentes. Su tarea central es defender su deteriorado poder, haciendo las veces de socio de las patronales cuando desde las bases se lo cuestiona. Donde encuentra delegados críticos y rebeldes, es allí donde pone el ojo para facilitar su despido. Sucede que en el fondo él y otros como él, representantes de ese viejo y siniestro modelo sindical de jerarcas cuasi eternos, están preocupados. Porque surgen nuevas generaciones que no les creen, los cuestionan, quieren respuestas y se organizan a su manera. Es con ese proceso objetivo y concreto que la izquierda sindical empalma y construye a diario, y ellos lo saben. Detrás de su aparente poder de hierro hay debilidad, la cual sería mucho mayor si el poder político y económico no los apañara.
Ahora están preocupados porque una larga lista de conflictos saca a luz los verdaderos debates. Por ejemplo, el diputado del MST Alejandro Bodart propuso que los dirigentes sindicales vuelvan a trabajar tras dos mandatos, que tengan igual sueldo que los trabajadores, que cobren la cuota sindical en puerta de fábrica y esta sea voluntaria; y que en los sindicatos haya representación proporcional de las minorías para reflejar todas las opiniones. Creemos que ya es hora de abrir a fondo estos debates; la vieja ley de asociaciones sindicales es una traba para cambios tan necesarios. Serán estas propuestas y otras en el mismo sentido las que se discutan. Como sea, el poder burocrático-sindical actual cruje y cada vez es menos representativo, porque no hay forma de frenar las ganas de cambio cuando estas son genuinas ¿Y qué hay más genuino que el reclamo de un salario digno, de un trabajo estable, de tener delegados gremiales que estén a la par de las bases? Eso está en cuestión. Y no se puede tapar con macartismo barato ni con amenazas.
En medio de esta situación el gobierno también hace el trabajo sucio a través de Berni y la gendarmería, reprimiendo la protesta social. Cada mañana, obreros de diversas fábricas de la zona norte salen a la calle, apoyados por otras organizaciones sociales y sindicales, por Vilma Ripoll del MST y otros referentes de izquierda. Así va a continuar sucediendo. Porque la crisis va a agudizarse y no se van a detener las protestas, por más que quieran judicializarlas o frenarlas a fuerza de garrote. Los obreros de EMFER-TAT.SA, por ejemplo, derrotaron incluso esa pretensión y hoy siguen trabajando. Nada los detuvo.
Repudiamos el discurso anti-izquierda de Capitanich y Pignanelli, reflejo de un proyecto de país donde millones quedan por fuera mientras el poder económico sigue haciendo sus negocios. Tenemos soluciones concretas y otro proyecto de país: proponemos una ley que prohíba las suspensiones y los despidos, la estatización de cada empresa que no cumpla, cierre o que presente quiebra, el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial y la eliminación del impuesto al salario. Porque la prioridad tiene que ser garantizar el trabajo, el salario y una vida digna. Y el derecho democrático de los trabajadores a organizarse como quieran y a elegir los delegados que prefieran. Nadie está por encima de esos derechos. Le guste o no, a quienes temen que la izquierda les haga perder sus privilegios.