rubèn ramos
James Foley, un “periodista” norteamericano habría sido, “decapitado” por un integrante de los mercenarios del EIIL, autodenominado Estado Islámico o también conocido como Califato Islámico.
Como se sabe, estos “defensores de la libertad”, fueron cooptados, entrenados y son pagados por el gobierno norteamericano a través de su Congreso, sus conocidas ONGs, dependientes del partido republicano y demócrata, y de sus fundaciones para la sedición y el terror. Todas, al servicio de los intereses de la élite civil militar de los EEUU que extiende el mercado de la guerra para financiar más guerras en cualquier lugar del mundo que posea riquezas comprobadas de petróleo, gas, agua, minerales y pueda asegurar la producción y comercialización de opio, cocaína, o cualquier otra droga química a cargo de mafias narco-terroristas nativas y extranjeras con protección de la DEA norteamericana.
El FBI junto a la CIA, por su parte, son las instituciones expertas en el montaje de patrañas como las del “periodista” decapitado. Así fue con la torres gemelas, las armas químicas de Sadam Husein, las de Kadafi, las de Bashar al Assad.
Uno podría decir que se trata de una más, si no fuera por el impacto que genera este tipo de realty show mediático que ya removió las vísceras de cuanto despistado, ignorante o torpe consumidor de información alienante existe. Información que se encargan de difundir los medios vinculados a los grandes consorcios de la industria militar que produce y comercializa desde motocicletas y vehículos porta-tropa hasta misiles de última generación, instala bases militares, asume la re-construcción de infraestructura destruida por los bombardeos. (Ver artículo relacionado).
El FBI, gracias a esa “eficaz labor de inteligencia” que “distingue” a toda institución policial y militar del mundo, ha dicho que, «al parecer», es auténtico el vídeo que muestra la “decapitación”. Llama la atención, porque “al parecer” no concuerda con “es” sino con “podría ser”. Pero esto no importa. Con que “parezca” es suficiente. Tampoco se trata de un supuesto pudor de parte de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), el poner en duda la autenticidad del video.
Lo que importa es tener un motivo para exacerbar la insania colectiva de la agresión. Ya lo dijo el actual administrador de la Casa Blanca: esto, no detendrá los bombardeos. ¿Cuándo una patraña tuvo otro propósito que exasperar la parte instintiva que tenemos los humanos? ¿Cuándo su intención no fue falsear la realidad, engañar, ocultar la verdad? ¿Cuál de todos los que montaron los servicios de “inteligencia” norteamericanos en diferentes partes del mundo buscaron otro propósito que el de incentivar el odio racista y la sed de venganza que acompaña a los que adhieren a la moral judeo-cristiana y sionista?
En el video se reiteran los elementos que en este tipo de propaganda perversa suelen juntarse para poder producir el efecto esperado: el contexto, la ropa, la actitud, la lectura de un texto que, curiosamente, el “periodista” hace con una serenidad envidiable en alguien que sabe que va a morir. Y no de cualquier manera, sino ¡decapitado!
Renglón seguido, la amenaza desafiante al supuesto enemigo o interlocutor al que está dirigido el mensaje (Obama en este caso), en un inglés con acento británico, según los entendidos.
Pero no sólo esto cuenta. También los antecedentes. Y el de este “periodista” no escapa a la regla: según sus familiares, un grupo desconocido de hombres armados lo habría secuestrado en noviembre de 2013. En mayo 2014, se enterarían por la “web” estadounidense Global Post en la que colaboraba, que estaba retenido en una prisión siria. ¿Cómo de aquí fue a parar a Irak en manos del EIIL? Es algo que la “labor de inteligencia” del FBI, supongo dirá en algún momento. Existen también otras versiones, según fuentes distintas, respecto de la desaparición y “secuestro” del periodista, y las fechas en que habrían ocurrido. Igual sobre su presencia y actuación en Libia, en Siria. Pero lo que aquí importa es seguir la secuencia de la “decapitación”.
Y lo que siguió fue la respuesta esperada. Salió de boca del anunciador oficial de las guerras sionistas y premio nobel de la paz 2009. En un alarde de consabida cobardía, de la que siempre hizo gala el imperio del más grande poder militar que nunca ganó una guerra, Obama diría, sin descuidar sus “merecidas” vacaciones en Martha’s Vineyard (una isla de sordos a la que sólo es posible acceder por aire y mar), que quien ataque a un «compatriota» se atiene a lo que EEUU sabe hacer. Esto es, matar. Pero no en un combate que enfrente valor, dignidad y entereza, sino matar a control remoto. No pudieron con los japoneses y les detonaron dos bombas; tampoco con los vietnamitas y los llenaron con 20 millones de galones de gas naranja en 580 mil bombardeos; menos pudieron con los libios, ni pueden con los sirios, ni con los palestinos.
Ahora, para poder seguir haciendo alarde de su “excepcional” arte de matar acuden, ya no contra sus torres, ni a las inexistentes armas químicas, sino al “degüello” de sus propios (o ajenos) mercenarios.
David Cameron primer ministro y su ministro de relaciones exteriores Philip Hammond del gobierno inglés, socio insustituible en cuanta perversidad guerrera ha asumido EEUU, así lo han corroborado. Pero al hacerlo diseminaron el terror que genere el “consenso” internacional sobre la urgente necesidad del exterminio total de los irakíes.
Dijo Cameron, refiriéndose al “decapitador”: «No hemos identificado al responsable, pero por lo que hemos visto cada vez es más probable que se trata de un ciudadano británico».
Y su ministro de relaciones exteriores agregó que las agencias de inteligencia están vigilando a los británicos en las filas de grupos yihadistas, admitiendo que algunos han estado involucrados en «crímenes terribles»… «Somos conscientes de la amenaza de los extranjeros que operan en Siria e Irak, son un veneno, un cáncer, y existe el riesgo de que se extienda a otras partes de la comunidad internacional y que nos afecte a todos directamente».
Shiraz Maher, analista del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización (ICSR) del King’s College de Londres diría, siguiendo la percepción, del ministro que “los extranjeros que van a Siria no van para ser actores secundarios. Van para participar plenamente en la guerra, para estar en primera línea».
Y, para completar la intencionalidad del show mediático la policía británica le agregó su dosis de morbo «recordando al público que ver, descargar o diseminar material extremista dentro del Reino Unido puede constituir un delito bajo la legislación antiterrorista».
A confesiones de parte, relevo de pruebas. Los mercenarios del EIIL no fueron reclutados sólo en Armenia, Jordania, Turquía, Irák, Siria, Arabia Saudita. También en Polonia, Holanda, Francia, Italia, Los Balcanes y, en el Reino Unido.
Pero no crea usted que representen peligro alguno para los países de los que proceden. Cada uno de estos asesinos a sueldo pertenece a compañías “legalmente” constituidas y registradas como “tecnologías para la paz y seguridad” en sus países de origen. Tienen además una macro organización como es la Asociación Internacional de Operaciones de Estabilidad (ISOA por sus siglas en inglés) originalmente conocida como Asociación Internacional de Operaciones de Paz (PAI), con sede en Washington DC. Y no sólo esto: son “vigilados” por los propios servicios de inteligencia de sus propios países, en todos sus movimientos, tal como se deduce de las declaraciones del propio ministro de relaciones exteriores inglés. ¿Para qué más?