Darío Carhuarupay
Más allá de toda duda razonable, el gobierno de la derecha colombiana acaba de consolidar el “acuerdo de cooperación” suscrito el 25 de junio de 2013 en Bruselas, sede de la OTAN que, en su oportunidad, fue rechazado por varios gobiernos, entre ellos los de Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Cuba, por considerarlo que es una grave traición a América Latina y el Caribe que trabajan incansablemente en los procesos de integración con la Unasur, Celac, ALBA, Mercosur o Petrocaribe, para concretar el sueño de los Libertadores que ansiaron una gran patria latinoamericana unida y fuerte capaz de enfrentar a los imperios, y que en la actualidad declaran que el subcontinente es una zona de paz, libre de armas de destrucción masiva y, entre estas, las nucleares y químico-bacteriológicas que la OTAN las posee en abundancia.
El pasado 5 de marzo se reunieron en Bogotá el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón con el director de Seguridad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Stephen Smith, para implementar el acuerdo de cooperación a fin de dar “inicio a un proceso de certificación de procedimientos y medidas de seguridad de información” incluido dentro del Acuerdo de Cooperación que, además, determina los mecanismos que posibiliten el intercambio y protección de la información que sea compartida entre las partes, lo que implica asegurar el cumplimiento de procedimientos de seguridad comunes, así como el compromiso de no divulgar a terceros, datos de ninguna naturaleza, sin el consentimiento y aval del otro firmante del convenio.
Como se sabe, los gobiernos de las derechas oligárquicas, convirtieron a Colombia en un Estado que comete crímenes contra sus pueblo, en protector o colaborador de los paramilitares responsables de innumerables asesinatos en masa de campesinos y trabajadores pobres, en una República con Fuerzas Armadas de “falsos positivos” y colmadas de espionajes ilegales, y en un ejemplo de entreguismo incompatible con la defensa de la soberanía e independencia, al convertirla en el portaaviones más grande del imperio. Colombia, prácticamente, es una base militar yanqui y ahora lo será también de la OTAN, la más formidable maquinaria de guerra, muerte y destrucción de Estados Unidos y sus aliados de la UE. El mundo nunca antes había visto tanto poder destructivo acumulado en una sola y tétrica organización al servicio de los intereses geopolíticos y estratégicos del imperio.
Es desolador comprobar que la OTAN ha penetrado en América Latina de la mano de Colombia, triste papel de un pueblo digno y heroico, pero condenado por las oligarquías y sus gobernantes a ser el cipayo del siglo XXI. Con el famoso acuerdo, Colombia permitirá que sus hijos agredan a sus hermanos latinoamericanos y caribeños, y vayan a morir en tierras extranjeras según sea el interés de la OTAN, ya que durante las negociaciones habidas en Bruselas, en junio del año 2013, el Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, aceptó la propuesta de la OTAN para incrementar la cantidad de militares de todos los rangos y, en especial tropas, en algunos países de América Central y el Caribe, según sean los intereses de Estados Unidos-OTAN.
Por ese “favor” la OTAN se comprometió a pagar a Colombia que, en términos diplomáticos sería “prestar la ayuda financiera a Bogotá”, siempre que los operativos especiales que se ejecuten en la región vayan en concordancia con los objetivos de la OTAN y su Comandante en Jefe, los Estados Unidos. En términos populares, este tipo de operaciones se llama “tirar la piedra y esconder la mano”, porque a la OTAN no le interesa mostrar y peor magnificar su presencia en América Latina y el Caribe. En consecuencia, utilizará a los soldados colombianos para que cometan todo tipo de actos, inclusive asesinar, balear, bombardear, destruir, en representación de la OTAN. Este “formato de cooperación” impuesto por la OTAN a Colombia, le permitirá cometer todo tipo de tropelías sin que asome la bandera de la Organización, y peor aquella de barras y estrellas, porque es preferible evitar críticas de Venezuela, Brasil o Argentina.
En todo caso, la presencia de la OTAN en Colombia y América Central, responde a las estrategias de dominación neocolonial que mantiene Estados Unidos en contra de la unidad de América Latina y el Caribe. Parte de esas estrategias imperiales consiste en impulsar los avances de la OTAN en la región porque esa actitud le permitirá a Washington ocultar, por un tiempo, su dominio presencial en nuestras patrias. Creen que la presencia visible de la OTAN en el acuerdo con Colombia, es suficiente para esconder las intencionalidades del imperio. De conformidad con esta estrategia, en un futuro cercano, otros países podrían firmar similares acuerdos con la OTAN que pasaría a ser una organización de máxima influencia entre las fuerzas armadas y gobiernos de América Latina y el Caribe. Si se les permite, Estados Unidos y la OTAN harán de América Latina y el Caribe, a más de patio trasero y lago particular, una zona de total explotación de recursos naturales y humanos. El futuro no es alentador, gracias a la traición del gobierno de Santos y de las oligarquías que lo mantienen.
El ministro de Defensa Nacional, Juan Carlos Pinzón, recibió a Stephen Smith, Director de la Oficina de Seguridad de ese organismo internacional, para implementar dicho acuerdo. “Entre los pactos para desarrollar el acuerdo, está un proceso de “certificación de procedimientos y medidas de seguridad de información”, explicó el Ministerio de Defensa. La implementación se da en momentos en que el país debate sus capacidades de ciberseguridad y en el que hay polémica por interceptaciones ilegales al correo personal del Presidente Juan Manuel Santos. También, hay una investigación abierta por una fachada legal de inteligencia militar sobre la que hay dudas de sus alcances en temas de hackeo.
Colombia espera con el acuerdo con la OTAN tener los más altos estándares de entrenamiento militar. La OTAN es, para el Gobierno de las derechas, un escenario donde la Fuerza Pública del país, con más de 700.000 uniformados, entre a operar en misiones de apoyo y de paz en un eventual escenario de posconflicto.
En su momento, el acuerdo fue blanco de duras críticas por parte de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, cuyos gobiernos interpretaron el acercamiento de Colombia a la OTAN como un primer paso para convertirse en miembro de ese organismo y como una amenaza para la estabilidad regional.
El proyecto presentado al Congreso señalaba que “esta relación en ningún caso implica o puede implicar la presencia de tropas extranjeras en territorio colombiano, y tampoco la membrecía de Colombia a esta Organización”, pero esta declaración es pura palabrería que ni sus mismos autores la creen.
Según el Ministerio de Defensa, el acuerdo se firmó porque Colombia ha puesto en marcha “una estrategia de cooperación internacional que se despliega en los ámbitos bilateral y multilateral”.
Esa política de cooperación no solo busca “mayor efectividad en la lucha contra la delincuencia transnacional y otras amenazas, sino también orientar la visión de futuro de las Fuerzas Armadas de Colombia”.
De conformidad con la pomposidad de las declaraciones oficiales, habría que preguntar al gobierno colombiano ¿contra quién se arma? ¿A cuál país piensa agredir o declarar la guerra o se convertirá en país testaferro de las agresiones imperiales que se prepararan? Las agencias alternativas informaron que el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se convirtió en un elemento que tensa las relaciones de este país sudamericano con sus vecinos y amenaza con alterar los equilibrios geopolíticos de la región. ¿Acaso comenzará una nueva carrera armamentista? En la actualidad, Colombia posee el mayor poderío militar de América Latina, después de Brasil. Para eso han servido los miles de millones de dólares que Estados Unidos ha entregado a Colombia dentro de los planes Colombia y Patriota.
¿Para qué quiere Colombia a la OTAN como su socio bélico en América Latina y el Caribe? Si avanzan las negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos y si se adelantan conversaciones con las guerrillas del ELN el convenio con la OTAN deviene en un instrumento simplemente entreguista y desleal, porque, además, resulta un engaño monumental, considerar siquiera que ese convenio pueda elevar los estándares de sus Fuerzas Armadas en áreas como protección de derechos humanos, operaciones de paz, justicia militar y atención de desastres naturales, según declaraba el Ministro de Defensa Pinzón. Son una burla las palabras de Pinzón cuando afirmaba: “En la medida en que Colombia fortalezca su cooperación con organismos multilaterales y otros países, las Fuerzas Armadas podrán elevar sus estándares técnicos y profesionales al nivel de las Fuerzas Armadas de las democracias más avanzadas del mundo y seguir desarrollando capacidades cada vez más efectivas en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado”. La OTAN que es una organización de guerra con altos índices de crímenes de lesa humanidad como lo ha demostrado en la Ex Yugoeslavia y en Libia, nada puede enseñar a nadie, en materia de derechos humanos, a no ser que de lecciones del cómo violarlos y quedar en la impunidad. “Colombia ha insistido en que no busca ser miembro de la OTAN —una alianza militar estadunidense y europea creada tras el fin de la II Guerra Mundial bajo el liderazgo de Washington—, pero Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua dejaron en claro que ese acuerdo de cooperación les deja un amargo sabor de boca.
“Es lamentable que algunos países de nuestra América hagan acuerdos con la OTAN, que es sinónimo de dominación, de invasión, de muerte, y no de paz y de justicia social”, dijo el presidente boliviano Evo Morales, quien recordó las cuestionadas intervenciones militares que, en nombre de la democracia y la libertad, ha realizado esa alianza en naciones como Libia. El ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, expresaba que “respetamos la soberanía de los países pero vemos con preocupación un acercamiento de un país miembro de Unasur y del Consejo de Defensa Suramericano con una alianza defensiva militar extrarregional”.
Colombia es miembro de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un mecanismo de integración regional que promueve la concertación política de los países del área. Además forma parte del Consejo de Defensa Suramericano (CDS), una iniciativa militar promovida bajo el liderazgo de Brasil que busca “construir una identidad suramericana en materia de defensa”. Por su parte, la investigadora de temas internacionales y de seguridad de la Universidad Nacional (UN) de Colombia, Socorro Ramírez, dijo a Apro que “el convenio suscrito con la OTAN es una “apuesta riesgosa” para el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien desde su llegada al poder, en agosto de 2010, se había caracterizado por desarrollar una política de acercamiento con sus vecinos Venezuela y Ecuador y por participar en el proceso de integración regional en el marco de la Unasur.
Santos logró recomponer las relaciones con Venezuela y Ecuador, que se encontraban muy dañadas por los continuos desencuentros de su antecesor, Álvaro Uribe Vélez, con los gobiernos de esos países.
“Colombia ha avanzado en términos económicos, de institucionalidad, de seguridad, pero está lejos de pensarse como potencia regional y me parece que menospreciar la importancia de la buena vecindad y de la construcción de ese acercamiento regional es un riego muy alto”, señalaba Ramírez, doctora en Ciencia Política por la Universidad de París I. La catedrática considera que “podríamos estar asistiendo a la profundización de la fragmentación regional, no sólo por Colombia, sino por la radicación de los gobiernos de izquierda”.
“Es probable —dijo— que el gobierno colombiano quiera jugar en dos tableros, en el regional y en el global, y que tenga una valoración distinta de la de hace cuatro años (cuando Santos asumió la Presidencia) de la situación regional. Es probable que esté viendo un cambio en la geopolítica regional y que esté tratando de aprovechar eso para buscar una convergencia política mayor en temas de seguridad con Estados Unidos y con la Alianza Atlántica.”. Entre los sucesos que podrían producir modificaciones geopolíticas en Sudamérica, la experta mencionó la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez, ocurrida en marzo del 2013 y los problemas internos que enfrenta su sucesor, Nicolás Maduro, quien lidia con una crisis económica, desabasto de productos básicos, una inflación creciente y una serie de manifestaciones violentas, orquestadas por las derechas radicales que son apoyadas por el fascismo internacional que encabeza Estados Unidos.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró el acercamiento de Colombia con la OTAN como una “amenaza” para la región y “una idea verdaderamente aberrante”. Dijo que “se quieren traer el poder militar, la estrategia militar que la deciden en Washington, de guerra de la OTAN, para el continente”.
En el concierto internacional y específicamente en el “tablero geopolítico regional Colombia es percibida como el más estrecho aliado de Estados Unidos, país que comanda la OTAN, mientras que las naciones del Alba ubican a Washington como una potencia imperial y como el principal enemigo militar de la región”.
De la guerra interna a la externa
De acuerdo con analistas militares, Colombia cuenta con más de 700.000 hombres en armas: 400.000 en el ejército, marina y aviación; 180.000 en la policía nacional: 120.000 en lo que se conoce como labores de inteligencia; 80.000 hombres en las llamadas fuerzas irregulares, es decir, para-militares, carteles de la droga, bandcrim (bandas criminales), y con un moderno arsenal orientado a la guerra contrainsurgente. Colombia proyecta la reconversión de su aparato militar en caso de que se logre la paz con las FARC. Esto significa pasar del paradigma de la guerra interna a una doctrina de defensa con los ojos puestos en las amenazas externas. ¿Cuáles son esas amenazas externas? ¿Acaso Venezuela o Ecuador? Si se refiere al narcotráfico internacional, Colombia es experta en esa materia porque es el país productor número uno de cocaína y Estados Unidos el consumidor mundial número uno.
El Coordinador de Investigaciones y Publicaciones del Centro de Estudios en Seguridad, Defensa y Asuntos Internacionales (CESDAI), Andrés Lugo, en El Nuevo Siglo de Colombia, afirmaba que la OTAN se crea en el año de 1948 como resultado del pacto de Bruselas el cual fue firmado por ocho miembros, (Bélgica, Francia, Luxemburgo, Países Bajos, el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá) y se constituye como una organización de carácter militar, cuyo objetivo en un principio era hacerle frente a la expansión del comunismo en Europa. Con el fin de la Guerra Fría, la OTAN asimiló nuevos objetivos en torno a la seguridad de los países miembros. Su acción más destacada ha sido la intervención en Yugoslavia en 1999, la cual pretendía parar la limpieza étnica en la entonces región de Kosovo.
Después de los atentados del once de septiembre, la OTAN intervino en Afganistán brindando un apoyo logístico y militar al agresor Estados Unidos. Actualmente esta organización cuenta con 28 estados miembros. Su sede principal se encuentra en Bruselas y su comando militar en la ciudad de Mons, Bélgica.
Lugo señala que el artículo 10 del tratado del Atlántico Norte permite la adhesión de nuevos Estados, siempre y cuando cumpla con dos condiciones. La primera de ellas es que solo países de Europa pueden ser nuevos miembros. Y la segunda es que se requiere un acuerdo unánime entre todos los Estados miembros para su aceptación”.
Estados Unidos y sus aliados europeos jamás respetan los tratados internacionales o el Derecho Internacional cuando se trata de defender sus intereses y objetivos geoestratégicos, y menos iban a respetar los artículos del Tratado Constitutivo de la OTAN, pues como destaca Lugo, sin embargo no descarta la posibilidad de que se puedan hacer acuerdos de mutua cooperación entre la OTAN y países no miembros. De hecho la nueva estrategia de seguridad y defensa que presenta la organización contempla una visión global y no solo regional. “Los acuerdos bilaterales con países con alto grado de especialización en conflictos como Colombia, son el instrumento perfecto para fortalecer el alcance de esta estrategia”, afirmaba.
Cierto que Colombia es un país experto en conflictos nacionales e internacionales, quizá esta sea la razón para que el presidente Juan Manuel Santos “tome cada vez más mayor distancia de la corriente ideológica que se impuso en América Latina en la última década. Con la muerte de Hugo Chávez, al que incluso llegó a llamar “su mejor amigo”, el mandatario colombiano ha vuelto a sus orígenes ultraconservadores y ha tomado importantes decisiones” que lo atan cual lacayo al imperio del terror, como si no bastaran el Plan Colombia, el Plan Patriota y la cesión de ocho bases militares. Obediente al imperio quiere a la OTAN en el territorio de Colombia, ¿para qué?
Para qué, si se entiende que Santos alcanzará la paz con las FARC-EP que se negocia en La Habana. En consecuencia no habrá “terroristas”, ni enemigos internos a quienes combatir porque ese acuerdo se extenderá también al ELN. Pese a la intervención de Estados Unidos, las guerrillas no han podido ser doblegadas ni derrotadas. Nunca se producirá una victoria militar ni del Estado ni de las guerrillas, y esta verdad es harto conocida por el imperio y por el Estado colombiano, por eso es necesario alcanzar la paz con negociaciones de por medio.
Cualquier acto de agresión colombiana contra países hermanos de América del Sur sería una locura rechazada por el mundo entero, menos por Estados Unidos y la OTAN, o en realidad ¿quiere servir de base militar extendida para amenazar a Latinoamérica y el Caribe? “El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y el comandante supremo aliado, el general estadounidense Philip Breedlove, prepararon la firma y dialogaron sobre cooperación en temas de seguridad, informó el ministerio de Defensa colombiano en un comunicado distribuido en la capital belga, en junio de 2013.
Pinzón y Breedlove abordaron asuntos relacionados con la construcción de integridad y transparencia en temas de seguridad, así como con el fortalecimiento de la cooperación de las Fuerzas Armadas de Colombia con este organismo multilateral y la experiencia que el país latinoamericano puede ofrecer en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. En realidad es un pacto de sumisión de Colombia a la tétrica OTAN que, con Estados Unidos en calidad de Jefe Supremo, pretende expandir sus amenazas militares a toda América Latina y el Caribe. En una especie de demostración de vasallaje, el ministro colombiano también se reunió con embajadores y representantes ante la OTAN de España, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Noruega, Holanda, Portugal y Francia. A todos aseguró que Colombia recibiría gustosa la presencia de la OTAN, y que estaría presta a colaborar en los planes militares del imperio y su fuerza militar de agresión mundial.
Pinzón mantuvo un encuentro con Christian Leffler, el secretario ejecutivo de la Unión Europea (UE), quien a su vez es el director ejecutivo para las Américas de este organismo. Además de visitar Bélgica, el titular de Defensa realizó una gira por varios países: Francia, Reino Unido y España. Con todos esos antecedentes, el pasado cinco de marzo, comenzó Colombia a rendir tributo a la OTAN, con la implementación del acuerdo de marras.
El justificativo para la consolidación de ese traicionero acuerdo era reforzar la estrategia de la diplomacia colombiana y buscar acceso al conocimiento, experiencia y buenas prácticas de las fuerzas armadas europeas en materia de operaciones de paz, humanitarias, justicia penal militar y procesos de transformación del sector de defensa y seguridad, según el comunicado del Ministerio de Defensa colombiano. ¿Cuáles son las buenas prácticas de las fuerzas armadas europeas? Acaso el apoyo que dieron y dan a Estados Unidos y la OTAN en Afganistán, Irak, Libia, Costa de Marfil y en todos los actos bélicos neocoloniales?
“En el momento en el que el presidente Santos anunció públicamente su intención de firmar un acuerdo con la OTAN, hubo una tormenta de carácter continental. “Hay un giro negativo hacia una agenda de desestabilización regional, de división regional, de ataque contra la revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales”, dijo el presidente venezolano, Nicolás Maduro, y no se equivoca porque los planes del imperio son liquidar todas las formas de unión e integración que se han venido implementando como son la Celac, Unasur, ALBA, Mercosur, Petrocaribe y la Organización de Estados Centroamericanos Con mucha razón, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega sostuvo que “Que un país latinoamericano quiera incorporarse a la OTAN será instrumento de una política para debilitar y tratar de destruir el proceso de unidad que vive la región”.
Otro presidente de la región que criticó duramente a Colombia fue Evo Morales, de Bolivia. No sólo se pronunció en contra de una “amenaza” a Suramérica, sino que pidió al secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el venezolano Alí Rodríguez, que convocara a una reunión del Consejo de Seguridad del bloque, con carácter urgente. “Cuando internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a Gobiernos, a pueblos antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN? ¿Para qué? Para agredir a Latinoamérica, para someter a Latinoamérica, para que nos invada la OTAN como ha invadido en Europa y África”, dijo Morales.
A pesar de esta ola de críticas, Santos decidió implementar el acuerdo con la OTAN en momentos en que se eligen a senadores y diputados y en momentos en que se busca avanzar en las conversaciones de paz con las FARC-EP. Es indudable que ese acuerdo afectará la confianza entre los países latinoamericanos en materia de Defensa, según algunos expertos. “América Latina a través de la Unasur está trabajando puntualmente en el ámbito de Defensa y en el ámbito militar para sembrar confianza entre los países de nuestra región. Y esta decisión [de Colombia] afecta precisamente contra esta confianza”, comentó el analista internacional Adrián Fernández.
Ante las críticas de algunos países latinoamericanos a Bogotá de querer pertenecer a la OTAN dando la espalda a otras organizaciones de la región, Pinzón subrayó que “está muy claro que Colombia ni forma parte ni va a ser parte de la Alianza”.
Los “intereses comunes” con la OTAN
En este sentido la portavoz adjunta de la OTAN, Carmen Romero, indicó que “el documento de seguridad firmado, no otorga rango de socio (a Colombia) sino de cooperación para intereses comunes”. ¿Qué intereses comunes puede haber entre Colombia y la OTAN? Una sarta de falsedades ha utilizado la Colombia administrada por el conservadurismo para buscar “cooperaciones” con la OTAN.
¿De qué cooperación se habla? ¿Qué país querría compartir las experiencias colombianas en su sometimiento a Estados Unidos, en su fallida lucha contra las guerrillas, en sus atroces falsos positivos, en sus bandas paramilitares y en su fracaso rotundo de su participación en la perdida guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico internacional? ¿Qué país querría aprender de los narcos colombianos la inmensa capacidad para producir cocaína y abastecer por ejemplo, con más del 70% al mercado de consumo más grande del mundo que está precisamente en Estados Unidos? El gobierno de Santos dijo que Colombia podrá “aprender los altos estándares de la OTAN en materias como emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz”, además de “asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos anticorrupción”. Más falacias. ¿Acaso han sido emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz”, o “asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos anticorrupción” las agresiones de la OTAN que destruyeron a Yugoeslavia? ¿Las agresiones de la OTAN a Libia, Afganistán, Irak, pueden ser consideradas operaciones humanitarias y de paz? Demagogias y mentiras ocultan las verdaderas intenciones del imperio y su OTAN en nuestra América Latina con la vergonzante participación colombiana.
Razones sobran para que el presidente boliviano, Evo Morales, haya calificado a ese “acuerdo de cooperación” como una “provocación” hacia los gobiernos “antiimperialistas”. “Quiero que sepan, que es una agresión, una provocación, una conspiración contra los gobiernos antiimperialistas, a Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y no lo vamos a permitir”, dijo enérgicamente.
Según el mandatario boliviano, la OTAN es un instrumento que usan los EE.UU. y la UE para invadir a otros países y hacerse con sus recursos naturales. “No queremos guerra con la OTAN, queremos paz. No queremos muertos, queremos vida y algunos presidentes de gobiernos como el de Colombia que no se equivoquen, no es posible permitir la intervención de la OTAN, (y que) militares de Europa y Estados Unidos intervengan a Latinoamérica”, agregó Morales al tiempo que exhortó a los movimientos sociales latinoamericanos a organizarse para defender los recursos naturales.
Colombia está yendo por un camino diferente, por lo menos en este momento histórico, y toma decisiones propias, acentúa por su parte el analista político Eduardo Berezán. El intercambio de información clasificada entre Bogotá y la OTAN, previsto en el marco del proceso de acercamiento anunciado por el Gobierno colombiano, “genera un quiebre en lo que era la unidad latinoamericana, la integración regional”, insiste.
“Colombia podría ser la piedra de tropiezo para toda América Latina, especialmente si empieza a colaborar con la OTAN, ya que podría desequilibrar la seguridad en la región, aseguran los expertos. La posible cooperación de Bogotá con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) “podría tener una implicación muy fuerte (para Latinoamérica), especialmente porque sería el único país de la región que (forme parte de esa organización internacional de carácter militar)”, lo que “podría desestabilizar el equilibrio regional de seguridad”, sostiene el profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Raúl Hinojosa.
Según Hinojosa, Bogotá deber “tener mucho cuidado al explicar los motivos del por qué” quiere formar parte de la OTAN, y advierte que el Gobierno colombiano “se está abriendo a las críticas de la región”.
Mientras el periodista Ramón Jimeno advirtió que hay temor en Venezuela de que Santos retome la política agresiva que asumió cuando fue ministro de Defensa del ex presidente Álvaro Uribe, cuando acusó a Chávez y a todo el Gobierno venezolano de ser una amenaza para Colombia. “Es un gesto muy agresivo hacia un país que ha ayudado a Colombia a establecer un proceso de paz con las FARC, que de por sí tiene unas complejidades enormes (…) Es lógico que Venezuela lo interprete como una traición”, comentó el periodista. Desde Bogotá (apro) señalaba que el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se convirtió en un elemento que tensa las relaciones de este país sudamericano con sus vecinos y amenaza con alterar los equilibrios geopolíticos de la región.
El convenio, suscrito el 25 de junio de 2013 en Bruselas, sede de la OTAN, fue anunciado por el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón, como un mecanismo para intercambiar información clasificada entre las partes y para que este país pueda elevar los estándares de sus Fuerzas Armadas en áreas como protección de derechos humanos, operaciones de paz, justicia militar y atención de desastres naturales.
Colombia es miembro de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un mecanismo de integración regional que promueve la concertación política de los países del área. Además forma parte del Consejo de Defensa Suramericano (CDS), una iniciativa militar promovida bajo el liderazgo de Brasil que busca “construir una identidad suramericana en materia de defensa”. ¿En qué queda Colombia frente la unidad e integración?
Hay otros problemas que afectan gravemente los intereses latinoamericanos y caribeños. Uno de los de mayor relieve es el referido a la presencia colonial del Reino Unido en territorio latinoamericano en las Islas Malvinas que son argentinas y que están siendo ocupadas ilegal y arbitrariamente por Gran Bretaña.
Se ha reiterado por pate de varios analistas internacionales que mientras el gobierno de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner viene denunciando ante la comunidad internacional que Gran Bretaña con el decidido respaldo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha establecido, con el propósito de amedrentar al sur del continente una importante base militar en las Islas Malvinas (Mount Pleasent), desde la cual se operan aviones de caza supersónicos, submarinos atómicos, así como se ha instalado un arsenal de armas atómicas, Colombia se une como único país aliado latinoamericano a esta asociación militar europea que está bajo la férula y control de Estados Unidos.
Según las informaciones de prensa, Colombia es la única nación latinoamericano que hizo presencia en la OTAN. Al fin y al cabo este país andino sigue al pie de la letra los dictados de Washington y no se sale del libreto de los estrategas del Pentágono y el Departamento de Estado, quienes lo tienen destinado a consolidarse como el Israel de Suramérica, como bien lo ha señalado en politólogo argentino Atilio Boron.
Se ha dicho y reiterado que el propósito de la OTAN en Suramérica, con la acumulación de armamentos y tropas, es convertir a los mares del sur en un enclave militar colonialista con el absurdo pretexto de ser un “santuario ecológico”. Se trata, sin duda, de una escalada de la política imperialista y colonialista de Gran Bretaña y de sus aliados de la OTAN que, como se sabe, ha establecido una importante base militar en las Islas Malvinas.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina ha acusado al Reino Unido en complicidad con la OTAN de desplegar armas nucleares cerca de las disputadas Islas Malvinas y de militarizar el Atlántico Sur.
Adicionalmente, el gobierno argentino ha denunciado la precaria implementación del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares en América Latina por la desproporcionada e injustificada presencia militar del Reino Unido en el Atlántico Sur que incluye el desplazamiento de submarinos nucleares con capacidad de portar armamentos del mismo tipo. Todo ello con el respaldo de la OTAN y Estados Unidos.
Para algunos organismos de derechos humanos, es evidente que la inexistencia de un poder militar antagónico equivalente en el Atlántico Sur, hace que la presencia armada de un país miembro de la OTAN en esa zona sólo tenga un carácter agresivo. Es una clara amenaza del uso de la fuerza para preservar el estatus colonial de los archipiélagos del Sur, por parte de un país que, no cabe olvidarlo, es una potencia nuclear y cuenta con el aval y la complicidad de Estados Unidos.
Luis Gutiérrez Esparza que dirige en América Latina una de las organizaciones que luchan contra la presencia de la OTAN, decía: “América Latina y el Caribe comienzan a desempeñar el papel relevante que les corresponde en el marco de la campaña global por la abolición de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Así quedó de manifiesto en Dublín, Irlanda, durante el III Congreso de la Red Internacional No a la OTAN-No a la Guerra, donde se reconoció el hecho incontrovertible de que los latinoamericanos y los caribeños tienen a la OTAN como un vecino peligroso y un invasor taimado y subrepticio.
Los más de tres mil kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos representan, a la vez, la frontera de América Latina con la OTAN; y más allá de que las bases militares estadunidenses en territorio latinoamericano son potencialmente bases de la alianza, la de Palanquero, en Colombia, ha sido específicamente designada para vuelos militares entre Sudamérica y África (hecho que adquirió una relevancia especial en el marco de la agresión de la OTAN contra Libia); y las bases militares británicas en las Malvinas y las Georgias forman parte de la red global de la propia alianza.
Los latinoamericanos y caribeños no pueden olvidar que la base estadunidense de Palmerola, en Honduras, fue el conducto del apoyo estadunidense a los golpistas en ese país; que el aeropuerto internacional panameño de Tocumen es utilizado por aviones estadunidenses de reconocimiento E-3 AWACS, los cuales vigilan permanentemente el espacio aéreo centroamericano; que se ha registrado una creciente presencia de buques de guerra estadunidense en la antigua base Radman, situada junto a la salida del canal de Panamá al océano Pacífico; o que Estados Unidos tiene planes para destacar aviones E-3 AWACS, Orion P-3 y transportes de carga C-17, en la base de Palanquero, en Colombia.
La presencia de las bases estadunidenses en Colombia se ha justificado con el pretexto de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, pero en realidad representa una pieza del dispositivo militar global de Estados Unidos y patrocina un enfoque militar y unilateral de estos problemas, que impide su tratamiento regional, social, político, autónomo y multilateral. La militarización unilateral implica la desestabilización regional y su presencia en Colombia y en las zonas fronterizas, ha contribuido a agravar la crisis humanitaria, ambiental y social de vastas regiones.
Una posible consecuencia es que los países que se sienten directamente amenazados por esta política estadunidense busquen, a su vez, recursos para reforzar su seguridad y se produzca así una nueva carrera armamentista en la región, provocada por Estados Unidos. Adicionalmente, la creciente presencia militar de Washington en América Latina, sigue la pauta estratégica de la globalización de la OTAN, la única alianza militar transnacional, que pretende desplazar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como el principal foro global y la más importante organización supranacional.
El Comando Sur de Estados Unidos, responsable de la planificación, coordinación y conducción de las actividades militares estadunidenses en América Latina y el Caribe, ha instalado bases militares con aeropuertos en Aruba-Curazao, Antillas Holandesas; en Palmerola, Honduras; y en Comalapa, El Salvador, además de las negociadas en Colombia; y pretende instalar otras más en Argentina, Paraguay, Perú, la República Dominicana y hasta en Brasil y Argentina. Los combates populares con la organización de foros de distinto nivel, de mesas redondas y debates que permitan desentrañar los objetivos guerreristas y de dominación del imperio y la OTAN, la organización de marchas y protestas pacíficas en América y el mundo son indispensables para lograr la disolución y el desmantelamiento de la OTAN, en orden a contribuir a la seguridad internacional, a la estabilidad regional y nacional y una poderosa contribución al desarrollo de democracia y a la obtención de la paz que no sólo posibilite la supervivencia de la humanidad sino que permita alcanzar altos estándares de calidad de vida con la supresión de la pobreza-miseria.
La OTAN significa más guerras, más muertes, más destrucción. Crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, violación permanente de los derechos humanos deben abolirse en el siglo XXI con la supresión de la OTAN y el fin del imperio. Cabe destacar que la OTAN nunca ha sido, ni será, una organización para la protección y la seguridad. Es únicamente una alianza militar creada para imponer la voluntad de las élites occidentales.