Lilliam Oviedo
Rebelión

«El Consejo de Seguridad expresa su seria preocupación por la crisis de Gaza y la protección y el bienestar de los civiles de ambos bandos». La declaración que contiene esta frase fue leída el sábado, por el embajador ruandés Eugene Richard Gasana. ¡La Organización de las Naciones Unidas habla de guerra y acciones militares a pesar de que en menos de una semana han muerto en Palestina más de 125 civiles, muchos de ellos niños! ¿Olvidaron los redactores el término masacre? ¿Acaso la palabra genocidio fue puesta en desuso mediante el mismo mágico mecanismo que ha tornado invisibles la sangre y la destrucción en Palestina?

Es penoso que estén muriendo niños en Palestina, y es motivo de indignación el hecho de que la ONU no pueda emitir resoluciones vinculantes imponiendo sanciones contra los Estados que auspician el asesinato de civiles.

El ultraderechista primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, anuncia que continuarán las acciones militares contra Palestina (con el mismo descaro con que Piotr Poroshenko, presidente de Ucrania, dice que continuarán las “acciones de castigo” en el Este de su país), y lo hace porque, en el orden internacional vigente, actuaciones de este tipo no son castigadas cuando de ellas obtiene beneficio el poder hegemónico.

Mientras sea posible dar apariencia legal al saqueo y a la rapiña imperialista, habrá guerra, porque la guerra, en última instancia, es determinada por factores de tipo económico. Además, mientras las relaciones internacionales estén regidas por un orden en el cual se reconocen como hegemónicos los intereses de las grandes potencias, habrá masacre y genocidio, las más abominables deformaciones de la guerra, que surgen de la falta de respeto por la vida.

El 7 de octubre del año 2003, cuando (en alegada represalia por un ataque suicida en Haifa) Israel lanzó un sangriento ataque militar contra un supuesto campo de entrenamiento de la Yihad Islámica en Siria, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, declaró que Israel tiene derecho a defenderse y que el Gobierno judío “no debe sentirse coartado” al momento de ejercer ese derecho.

Pero solo en la forma se diferencian la actitud de Bush y la de Barack Obama, quien declara que ambas partes deben proteger a los civiles y condena el lanzamiento de cohetes hacia Israel, evitando referirse a la muerte de decenas de niños en la franja de Gaza.

Las potencias europeas hablan en los mismos términos que Obama, y la acción del Consejo de Seguridad de la ONU es orientada en ese sentido.

¡Habrase visto semejante concierto a favor de la impunidad del terrorismo de Estado!

En América Latina, la condena expresada por países como Cuba, Uruguay, Venezuela y Bolivia contrasta con la pasividad o el absoluto silencio de gobiernos sumisos como el de República Dominicana y el de Guatemala, y con la postura sionista del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, viejo aliado de Israel.

EPISODIOS EN SU MARCO

La muerte de civiles en territorio palestino, como el derramamiento de sangre en Ucrania, son episodios que tienen como marco el orden vigente.

Las manifestaciones de los actores políticos, las posiciones dignas y las indignas, tienen un contexto bien definido.

Las potencias europeas hacen el coro a Estados Unidos, del mismo modo en que se colocaron bajo su mando para la mal llamada lucha contra el terrorismo.

El Consejo de Seguridad, un organismo en el cual prevalece el derecho a veto para cinco grandes potencias, actúa con sujeción a un esquema.

En los artículos 23 al 60 de la Carta de las Naciones Unidas, donde son enunciadas las atribuciones y definidas las características del Consejo de Seguridad, no hay calificativo para una situación como la de Palestina, en cuyo territorio el poder hegemónico asentó a Israel, usurpando sus principales fuentes de agua y sus mejores tierras. El invasor convirtió en refugiadas a millones de personas, y ha sembrado y sigue sembrando muerte.

El Consejo de Seguridad tampoco contempla descalificar como mediadores a las potencias que tienen intereses económicos y geopolíticos en una zona de conflicto. Por eso, a pesar de cobijar bajo su bandera las corporaciones interesadas en el gas de Ucrania o en los recursos naturales del Medio Oriente, países como Estados Unidos, Francia y Canadá, son reconocidos como neutrales en los conflictos regionales.

Si el organismo de la ONU facultado para emitir resoluciones vinculantes, no está dotado de mecanismo alguno para impedir la agresión imperialista y se presta a encubrir las manipulaciones de las grandes potencias, ¿qué otro elemento hace falta para explicar la actuación contra derecho de Estados Unidos y de aliados suyos como es Israel?

El poder hegemónico viola todo tipo de acuerdos, desconoce las resoluciones del Consejo de Seguridad e infringe las normas elementales de convivencia sin que se pueda hablar por ello de sanciones.

La matanza y la destrucción en lugares como Gaza y Ucrania, son, pues, episodios dentro de un orden injusto y criminal por definición.

Es preciso reconocer esta realidad para entender que es urgente transformar el esquema que rige las relaciones internacionales. El avance político, en cada realidad nacional y a nivel global, es crucial en este momento, cuando se torna evidente que el orden imperialista se sirve de delincuentes de toda especie. Por eso preserva la sociedad de clases. Para su calificación precisa, es imprescindible utilizar términos de muy mal gusto: saqueador y asesino de niños, por ejemplo…