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La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) concederá a Ucrania 10 millones de dólares para combatir la corrupción. Es solo parte de la ayuda planeada, subrayó el jefe de la Agencia, Rajiv Shah.
“Esta suma se destinará a fortalecer la responsabilidad de los funcionarios gubernamentales, un sistema judicial justo y transparente y la regulación del sector energético”, comentó Shah durante su visita a Ucrania, según recoge la agencia rusa de noticias RIA Novosti. Shah no concretó cómo los 10 millones de dólares podrían influir en la futura responsabilidad de los funcionarios ucranianos.
No es la primera vez que USAID financia planes de reforma en Ucrania. Esta agencia ha sido una de las organizaciones occidentales que apoyó la organización de las elecciones presidenciales del 25 de mayo en el país. Las inversiones de Washington en la ‘democracia’ ucraniana cuentan con una larga historia: entre 2008 y 2013 —los últimos cinco años de crisis económica— las autoridades estadounidenses siempre han encontrado la posibilidad de destinar recursos financieros a programas destinados a provocar cambios en Kiev. Según la cifra oficial, solo en 2013 EE.UU. gastó 21,4 millones de dólares en el llamado ‘desarrollo de la sociedad civil’ en Ucrania, o 0,74 centavos por cada ciudadano ucraniano.
Con todo, si se la compara con otros países, la cantidad resulta ser bastante modesta. El Gobierno estadounidense invirtió mucho más en Afganistán (498 millones de dólares o 16,32 dólares por habitante), Irak (145 millones o 4,03 dólares por habitante) y México (179 millones o 1,52 dólares per habitante).
A pesar de las sumas invertidas, no parece que los esfuerzos de la Casa Blanca por dictar su propia versión de la democracia al resto del mundo estén teniendo mucho éxito. Los talibanes no muestran desde hace años la menor intención de firmar un alto el fuego con el Gobierno de Afganistán, un país donde Washington no solo financió un sinfín de programas civiles, sino que también llevó a cabo una campaña militar de más de una década de duración. Los extremistas no solo organizan ataques y atentados por todo el país, sino que también aplican la estricta ley islámica en los territorios que controla. El celo religioso suele desembocar en atrocidades contra la población civil que se atreve a desobedecerla.
En Irak, militantes de la organización yihadista Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) lanzaron recientemente una ofensiva contra el Gobierno con el objetivo de establecer un Estado fundamentalista de confesión suní en el país, de mayoría chií. EIIL controla ya una amplia región de Irak que abarca las ciudades de Faluya, Mosul y Tal Afar. Los yihadistas aterrorizan tanto al Ejército como a la población civil con ejecuciones masivas y torturas y planean una ofensiva contra Bagdad.
Mientras tanto, en Ucrania se libra una intensa guerra civil. Para combatir a las autodefensas prorrusas en el sudeste del país, Kiev no dudó en reclutar para su Guardia Nacional a criminales y extremistas, entre ellos grupos que no ocultan su adhesión al fascismo, como el tristemente célebre Sector Derecho. Centenares de civiles han muerto en este conflicto, periodistas incluidos.