Creo que todo Revolucionario a veces tiene ganas de abandonar, de correr, o de esconderse – a veces por miedo de cometer un error, o por decepción, o simplemente por cansarse de luchar contra la enfermedad capitalista que nos ha infiltrado e infectado cada célula de nuestra sociedad.

Sentirse así es normal.

Éramos una sociedad puramente socialista, comunalista, humanista — pero llegaron los invasores europeos y nos enseñaron, a palos y matanzas, que de ser humanista no paga, no rinde, y de que si uno no adoptaba sus principios de la violencia y de la explotación capitalista, uno moriría pobre y sin valor. Entonces, para sobrevivir, la mayoría de nosotros adoptamos esos principios, y hace más de 200 años que los practicamos de manera diaria, para sobrevivir dentro del sistema capitalista importado por el enemigo.

Hoy más que nunca – como nunca antes se había visto en la historia de Venezuela – los Pobres tenemos acceso a muchos más bienes materiales y servicios, lo que ha hecho que el nivel de consumo masivo se haya disparado vertiginosamente. El chavista, el Pobre, el anteriormente desposeído, compra y compra y compra.

Es como un niño con un juguete nuevo, y eso es normal.

En el fondo de nuestro espíritu sabemos que para regresar a una sociedad justa y humanista, debemos renunciar al despilfarro, y al consumismo masivo – debemos no comprar nada de la empresas GRINGAS, como Coca-Cola, Pepsi, Nestle, Nike, Addidas, McDonald’s, Wendy’s, etc., pero la realidad es que la tentación de querer “ser alguien” es demasiado fuerte. Sabemos que copiar a los sifrinos, es nefasto. Sabemos que imitar al GRINGO, es peor. Sabemos que si seguimos así, nunca podremos tener esa sociedad más justa y humanista, a la cual soñamos, nunca — pero seguimos copiando al enemigo.

Y eso también es normal.

Durante este último año de guerra económica, como chavistas, unidos, pudiéramos haber ayudado a Nicola Maduro y a nuestro gobierno Bolivariano en reducir el nivel de la inflación — pero no lo hicimos, y esa es la vedad. Si la mitad de la población venezolana, los chavistas, somos por lo menos 14 millones, hubiéramos dejado de comprar cosas que no fueran necesarias, la inflación hubiera sido de unos 20%-25%, y no entre 50% y 60%. Creo que eso todos lo sabemos, sea conscientemente o inconscientemente, y esa es la verdad.

El Revolucionario siempre debe enfrentar la verdad.

Bueno, menciono todo esto porque hay escritores Revolucionarios que se han despedido de Aporrea en estos ultimo días, como que se han cansado de tanta porquería, sí porquería.

El hecho es que aunque soñamos con tener una sociedad socialista, seguimos pensando y actuando como capitalistas salvajes, y eso a veces nos decepciona. Esto es una gran verdad, y es difícil aceptarla, especialmente cuando uno repite las mismas verdades miles de veces, como algunos de los escritores Revolucionarios, y nadie parece escuchar. Pero, digo yo, eso también es normal — lo de que “nadie escucha” — porque es como pedirle a un niño pobre, quien nunca tuvo un juguete, de soltar el juguete, y escucharnos. Es muy difícil. El niño soltará el juguete solamente después de haberlo disfrutado y desarmado, después de haberse él mismo cansado de jugar con la misma porquería de juguete.

El capitalismo es un juguete, por eso se vende tan bien.

Hace casi 12 años que escribo en contra del capitalismo, en contra del enemigo, y a favor de una sociedad comunalista, pero seguimos casi en lo mismo, poco ha cambiado en términos de un alejamiento de los principios del capitalismo. Entonces, uno se pregunta, ¿Por qué seguir escribiendo, rompiéndose la cabeza y el corazón?

Creo que la respuesta se encuentra en el juguete.

El capitalismo inventa juguetes muy interesantes, pero no porque sean en si tan interesantes, pero porque el capitalismo también maneja una fantástica, gigantesca, y muy efectiva maquinaria de publicidad para hacernos creer que esos juguetes son fabulosos – el whisky importado, Miss Universo, la ropa de marca, etc. – son juguetes que le interesa no solamente a los ricos, pero a los pobres también.

Al contrario, nuestro socialismo no tiene ninguna gigantesca maquinaria de publicidad efectiva, y nuestros juguetes – la salud y educación gratuita, comida y medicina para los niños y los desposeídos, vivienda a bajo costo en los barrios, etc. – no les interesa a los ricos, o a la gente de la clase media (en su mayoría), solamente les interesa, de verdad, y profundamente, a los pobres.

El capitalismo es MUY popular, pero el socialismo no lo es, y esa es la realidad.

Pero a lo largo de la historia venidera de la humanidad, los juguetes del socialismo serán de aun más alta calidad, y se convertirán, poco a poco, en herramientas básicas para lo sobrevivencia de la especie humana y de la naturaleza en su casi totalidad, mientras que los juguetes del capitalismo, los cuales ya son de baja calidad, serán de aun más baja calidad – a causa de la naturaleza del mismo capitalismo – y serán juguetes solo para entretener a los que sean más vagos, oportunistas, e irresponsables. Sobre eso no hay duda histórica – creo que todos sabemos que si la humanidad sigue en este camino sin cambiar su rumbo hacia el comunalismo, no quedará nada del mundo dentro de unas pocas décadas.

Creo que es por esa razón que seguimos escribiendo.

Sabemos que ese cambio en la humanidad no ocurrirá de un día al otro, o durante nuestra vida, Simón Bolívar lo sabía, se demorará muchas generaciones, por lo menos 20 generaciones (digo yo), antes de que nos demos cuenta que los juguetes del capitalismo son eso, solamente juguetes, baratos.

Hay que tener mucha paciencia, y Aporrea nos permite soñar, y compartir, y al mismo tiempo desahogarnos, mientras esperamos ese cambio radical que todavía le falta mucho en llegar. Aporrea nos permite, si quieren, intentar de acelerar este inmenso e histórico proceso de cambio, aunque sea solamente de adelantarlo por 2 o 3 generaciones.

Nunca veré el resultado, eso lo sé, pero por lo menos siento que puedo contribuir algo, gracias a Aporrea.

Por eso no me despido de Aporrea.