«Ya no es el hombre el que dá sentido a la tecnología, sino la tecnología al hombre, y vamos a pasar de una tecnología hecha por el hombre a un hombre hecho por la tecnología»
¿Por qué ese título?
Porque a la tecnología se le ha adjudicado el papel de hacernos felices y le estamos exigiendo más a ella que a nosotros mismos.
La misión de la tecnología es ampliar nuestras posibilidades vitales, facilitarnos la existencia y hacérnosla más grata aportándonos comodidades y bienestar, pero no conformes con ello, pretendemos que nos llene la vida, nos la organice y le confiera un sentido, a costa de sacrificar, en todo o en parte, nuestra libertad.
¿Cuál es el tema del libro y qué le impulsó a escribirlo?
Quería comprobar cuanto había de verdad en la tesis del filósofo francés Jacques Ellul, de que la tecnología se ha convertido en una fuerza autónoma que crece y se desarrolla con independencia de la voluntad del hombre.
¿Y a qué conclusión llegó?
A que la tecnología no posee más voluntad ni aspiraciones que las humanas, ni tampoco se ha rebelado contra su creador, sino que ha sido éste el que llevado de su afán de dominio y posesión, le ha contagiado todos sus desequilibrios y locuras a ella.
¿La felicidad puede ser tecnológica?
La tecnología lleva camino de convertirse en la droga más poderosa jamás conocida, y para muchos en la única felicidad a su alcance, con la ventaja añadida de aportar una gratificación inmediata que se puede comprar.
La felicidad tecnológica opera como sucedáneo de la que antes nos proporcionaban nuestros semejantes que, al transformarse en competidores, se han vuelto peligrosos, así que cuanto más lejos de ellos, mejor…
El capitalismo nos obliga a autosatisfacernos, algo que sin el concurso de la tecnología no hubiera sido factible, ya que la tecnología con su prodigiosa capacidad para satisfacer todas nuestras necesidades, desde comida a diversión, se ha convertido en el aliado indispensable para conseguir implantar a escala global su modelo individualista de sociedad.
La tecnología moderna tiene bastante de masturbación solitaria. Nuestra vida transcurre frente a una pantalla. El vis a vis se ha transformado en contactos virtuales. Hemos estrechado tanto los lazos con la tecnología como los hemos aflojado con los que nos rodean, acostumbrándonos a usar de ellos igual que de nuestros aparatos. Nos desembarazamos de nuestros congéneres con la misma facilidad con que desechamos nuestros terminales obsoletos. Nos aportan más felicidad las máquinas que los humanos, y antes nos separaremos de nuestros hijos, o de nuestra pareja, que del televisor o el móvil… y si de lo que se trata es de mitigar nuestras carencias afectivas, contamos con las redes sociales y los amigos de un clic… ¿qué más podemos pedir?
¿Qué representa para usted la tecnología?
La tecnología forma parte de nosotros mismos y es nuestra manera de estar en el rmundo. No es pues un elemento externo, ajeno, sino orgánico , que hemos metabolizado y asimilado en un largo proceso de adaptación. Se integra en nosotros tanto como nosotros en ella.
La tecnología ha configurado las bases materiales de cada sociedad histórica humana, desde la tribu más remota hasta el estado más moderno. No existe sociedad humana alguna, por primitiva que sea, sin tecnología. El lenguaje es una tecnología. Por eso, pretender escapar o renunciar a ella, es una quimera.
La tecnología se ha convertido en nuestra segunda naturaleza y muy pronto en la primera. Ha dejado de operar a un nivel privado para pasar a hacerlo a nivel colectivo.
Si hasta ahora era la naturaleza la que modificaba al ser humano, en el futuro será la tecnología la encargada de hacerlo. Hemos cambiado los papeles y ya no es el hombre el que da sentido a la tecnología, sino la tecnología al hombre. Estamos a punto de pasar de una tecnología hecha por el hombre, a un hombre hecho por la tecnología; de modelar nuestro entorno, a modelarnos a nosotros mismos… pero el problema es ¿con arreglo a qué patrón lo haremos?
Porque hablar de tecnología es hablar de intereses, y cuando los particulares se imponen a los generales, la suerte está echada. El ejemplo lo tenemos bien cerca. Al igual que tratamos a nuestro planeta de forma no sustentable, sino suicida, no veo razón alguna para pensar que nosotros vayamos a correr mejor suerte que él, ni me extrañaría que una tecnología de dominio como la nuestra, terminase desbordándonos y asfixiándonos.
¿Se alinea usted con los tecnófilos o con los tecnófobos?, ¿crítica a la tecnología o tan solo su mala utilización?
Discrepo tanto del fanatismo de sus detractores acérrimos como de sus partidarios a ultranza, porque pienso que ambos s e equivocan en la misma proporción. Ni estamos fatalmente determinados por la tecnología sin que podamos defendernos frente a ella, ni la tecnología es un mero instrumento que podemos manejar libremente a nuestro antojo.
Lo razonable sería que nos planteáramos colectivamente, no empresarial ni militarmente, qué clase de tecnología necesitamos, en vez de desarrollar tecnologías que no podemos controlar sus efectos, como la nuclear, la biotecnología o la nanotecnología.
Pero más que de fuerza autónoma, yo calificaría a la tecnología de fuerza desbocada. No es lo mismo un coche sin frenos, que un coche que se conduce a sí mismo y decide adonde quiere ir. Lo primero es real, lo segundo absurdo.
Ahora bien, la tecnología dominante en la sociedad es siempre la tecnología de la clase dominante.
Pero independientemente de eso, la responsabilidad nos corresponde a nosotros, y con la misma firmeza que prohibimos los comportamientos humanos dañinos, debemos proscribir los desarrollos tecnológicos nocivos como la bomba atómica, la silla eléctrica o los transgénicos, sin olvidarnos de las industrias contaminantes o de los paraísos fiscales.
La tecnología no es un cheque en blanco del que podemos disponer como queramos, sino que al ser una fuerza que emana del hombre, en la que éste proyecta su voluntad y materializa sus ambiciones, nunca podrá ser neutral, inocua o inocente. Por su condición dinámica y su enorme plasticidad, la tecnología nunca será un medio, salvo que alguien considere que su corazón o sus riñones lo son. Podemos manejarla hasta cierto punto, pero sin olvidar que no solo hace lo que se le demanda, sino también lo que no figura en el guión, porque la tecnología, como la naturaleza, posee sus propias leyes, y establece un marco que nos condiciona a la hora de actuar.
Ellul y Mc Luhan formularon sus leyes hace tiempo:
· Para que la tecnología te sirva tienes que servirla a su vez
· Todo avance en un campo supone un retroceso en otro
· Aunque se intente minimizar, la parte negativa no se puede separar de la beneficiosa
· Al alcanzar el punto crítico se invierten sus ventajas…
· Etc.
Debemos distinguir una sociedad con tecnología de una sociedad tecnológica . En la primera, el hombre se vale de la tecnología, en la segunda se le impone; en la primera los límites los establece el ser humano; en la segunda, no existen límites para ella. El capitalismo al aplicar su laissez faire, desregulación y libertad absoluta de movimientos a la tecnología, nos ha sumido en el totalitarismo tecnológico.
¿Cómo valora usted la oposición naturaleza/ tecnología?
Tan artificial y gratuita como la oposición hombre/ naturaleza, fruto inevitable de nuestra incapacidad para vivir y respetar, para producir y compartir.
No deja de constituir una cruel paradoja que cuanta más tecnología tengamos, más haya que trabajar…
Otro castigo que no nos ha impuesto la tecnología sino nuestros semejantes. También tenemos más riqueza, alimentos y bienes que nunca y sin embargo más gente perece de hambre, carece de ingresos y de techo, etc.
¿Condenaremos a la tecnología por reducir el esfuerzo que nos requiere subsistir?, ¿la acusaremos por facilitarnos la existencia?, ¿o acaso deseamos estar permanentemente ocupados produciendo, cuando las máquinas pueden hacer las tareas mecánicas, repetitivas y penosas mejor que nosotros? Sería un disparate. El que se haya multiplicado el número de parados, es culpa de los humanos que hemos repartido tan mal el trabajo como las riquezas, no de las máquinas.
El capitalismo ha hecho de la tecnología su brazo armado y su capataz, aumentando exponencialmente el peso del poder sobre la gente, su grado de domesticación, dependencia, manipulación y explotación. Las máquinas nos controlan con infinita más precisión que nuestros amos.
Ahora bien, aunque la tecnología es poder, no es el poder . El poder reside en los despachos, no en los circuitos integrados; en las élites y no en los bits. Que nadie se equivoque: la tecnología no es el enemigo.
Cito textualmente: “La productividad crece en menor medida que nuestra ambición”… ¿Llevamos acaso incorporado en la sangre competir, devorar, llegar a lo más alto, pisar a los demás para ser más que ellos, como una especie de gen maligno impreso en nuestra naturaleza, que no podemos erradicar?
Aunque en nosotros coexisten toda clase de tendencias, el capitalismo fomenta, potencia y recompensa lo peor del hombre, su egoísmo, afán de poder, codicia, engaño, abuso y falta de escrúpulos.
¿Cómo definiría usted el capitalismo?
Como un sistema de explotación más científico que los anteriores, que se vale de mecanismos impersonales como el mercado, la competitividad, la eficiencia y la productividad para intensificar la depredación al máximo y extraer hasta la última gota de utilidad de cada ser, vivo o inanimado.
La Felicidad Tecnológica disecciona el capitalismo, mostrando que es un sistema intrínsecamente perverso que no tiene arreglo, pero también examina con mirada autocrítica en qué han fallado comunismo y anarquismo, con objeto de construir un modelo nuevo, síntesis de ambos: el equisocialismo, basado en democracia horizontal, socialismo y equidad, donde no sea posible acumular ni dinero ni poder, y la tecnología se supedite a las demandas y necesidades colectivas.
¿No cree en la democracia representativa?
Por supuesto que sí: creo que representa fielmente los intereses de los que mandan. El terreno político de juego está minado de origen.
El 0,01 de la humanidad es dueña del mundo: de todo y de todos. Igual que es propietaria de la tierra, los bancos o las fábricas, lo es del estado, la política, las elecciones, las leyes, la justicia… esa oligarquía lo maneja todo y los demás somos sólo sus comparsas. La riqueza gobierna, aunque no sea el gobierno. Y sin igualdad económica no es posible la democracia.
Ni vivimos en democracia, ni existen los derechos humanos: si tienes dinero tienes comida, techo, educación y salud y si no, te mueres de hambre y te ves en la calle. Solo se tienen los derechos que se conquistan y se defienden; lo demás, papel mojado, cuentos de hadas.
Lo único peor que nos engañen, es autoengañarnos. Los derechos humanos no son más que el opio del pueblo.
Hablemos del “equisocialismo”, ¿qué es?
Para explicárselo, me remontaré brevemente al pasado.
El estado es un aparato de poder. Centralizar y concentrar las energías de la sociedad en él, genera inevitablemente desigualdad. Desde la época de los faraones e incluso antes, siguiendo por los griegos, los romanos, el feudalismo, el capitalismo y el comunismo, siempre ha habido una élite arriba y una mayoría sometida abajo. Esa ha sido la tónica universal de funcionamiento. Da igual el sistema político: imperio, reino, república, feudalismo, capitalismo, comunismo o democracia: lo que no cambia es el régimen de dominación. El pueblo nunca ha sido soberano, sino que siempre ha estado oprimido: esclavo, vasallo, súbdito o asalariado, ha sido su papel.
Afortunadamente, por primera vez en la historia, podemos rastrear la trayectoria completa de la humanidad, para analizar qué hemos fallado como especie, a fin de no repetir los errores del pasado, superar fórmulas fracasadas, como el capitalismo, el comunismo o el anarquismo, y plantearnos organizarnos socialmente de otro modo, en pié de igualdad, venciendo los dos obstáculos que hasta el momento nos lo han impedido: el poder y la riqueza, o lo que es lo mismo la fatal combinación de las jerarquías con la propiedad privada.
Rechazo los políticos profesionales, los partidos políticos y el estado, y abogo por estructurar la sociedad en comunidades pequeñas de hasta 50.000 habitantes, con amplia autonomía y medios de producción socializados, trabajando en régimen cooperativo.
División en comunidades que responde a la necesidad de organizarnos socialmente en red, de forma horizontal, participativa y, al mismo tiempo, eficaz.
¿Cómo podemos alcanzar la sociedad equisocialista que usted propugna?
Obviamente para llegar a una sociedad diferente tenemos que organizarnos de forma diferente.
La segunda premisa es que tenemos que dar la batalla por el cambio en todos los terrenos: institucional y ciudadano, político y laboral, económico y mediático, cultural y educativo, etc.
Y para ello hay que organizar un Movimiento Equisocialista que canalice todas las energías en la misma dirección. Estamos hablando de un proyecto mucho más amplio que un partido al uso tradicional, que integre en su seno el activismo en las instituciones con el de la calle y de los trabajadores, quebrando la dicotomía representantes/ representados, jefes/ subordinados.
Su funcionamiento interno deberá ser totalmente transparente, las decisiones importantes adoptadas mayoritariamente (se implementará el voto por internet), todas las candidaturas individuales, y todos los cargos revocables, no acumulables ni reelegibles, para impedir la perpetuación en los mismos y la constitución de un “aparato” que se adueñe del movimiento.
El movimiento tendrá un partido, un sindicato, una televisión y un banco que actuarán como vehículos suyos, aparte de contar con empresas de producción y consumo, hospitales, escuelas, etc., que respetando su filosofía, directrices y objetivos, dispondrán de plena libertad para organizarse internamente del modo más conveniente. Habrá un salario mínimo y máximo para todos los empleados, que será aprobado por la asamblea general del movimiento, al igual que las condiciones laborales y las altas y bajas que se produzcan en ellas.
En una situación ideal, cualquiera de sus miembros, además de participar y votar en la asamblea general del movimiento, podrá trabajar en alguna de sus empresas, votar en ella y participar de la gestión, tener cuenta en el banco del grupo, abastecerse con productos del mismo, etc.
Pero hasta que el movimiento no haya alcanzado suficiente implantación y respaldo en la sociedad, y la gente haya podido ver que existe otra forma de hacer las cosas, no se podrán reconvertir los actuales estados y naciones en comunidades, inaugurando una nueva etapa para la especie humana.
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