Ollantay Itzamná

 

En la década de los 90 del pasado siglo, en países como Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Argentina, etc., las masivas manifestaciones populares por el día del trabajador eran violentamente reprimidas. La gente salía a las calles exigiendo trabajo y dignidad laboral, y la gendarmería neoliberal le respondía con garrotes y gases lacrimógenos. ¡Ni pensar en aumentos salariales!

Ahora, luego de complicados procesos de transformaciones estructurales, en estos países las manifestaciones populares por el día del trabajador son recibidas o encabezadas (en algunos casos) por los mismos jefes de Estado.

Con motivo del día del trabajador/a, el gobierno de Venezuela estableció un aumento del 30% al salario mínimo. El Presidente Evo Morales firmó un aumento salarial del 20%. Morales, en sus 8 años de gobierno incrementó el salario mínimo nacional en más del 300%. Rafael Correa, Presidente del Ecuador, acogió la propuesta de nuevo Código Laboral presentado por manifestantes del 1 de mayo. Presidentes de Nicaragua y El Salvador, junto con trabajadores/as y el pueblo movilizado, celebraron los actos del 1 de mayo con proyecciones de transformaciones estructurales fundados en derechos.

Como en una fábula mágica, mientras el mundo occidental vive el generalizado naufragio financiero, el gobierno boliviano estableció doble aguinaldo para las y los trabajadores desde el año pasado.

Mientras estos países (estigmatizados como izquierdistas y trasnochados) celebran el 1 mayo con algarabía y dignidad, en países como España, Italia, Portugal, Grecia, Francia, Estados Unidos, etc. ejércitos crecientes de desocupados “profesionales” protestan en las calles exigiendo el derecho a tener derechos laborales. En estos países de desocupados, ¡ni pensar en la demanda del incremento salarial!

En nuestra región, los países que consciente o inconscientemente “optaron” por mantenerse en la oscuridad del sistema neoliberal corren la misma suerte. En México, Guatemala, Honduras, Panamá, Colombia, Perú, etc., las y los trabajadores exprimidos, venciendo al miedo que los habita, salen a las calles a protestar por sus derechos laborales sin que nadie los escuche. Son países donde más vale ser mascotas que seres humanos. Más de algún maya guatemalteco me dijo en la zafra: “Aquí, mejor hubiese sido nacer como caña de azúcar o como palma africana. Esas plantas tienen agua y tierra aseguradas (…)”.

En estos países neoliberales, se ha hundido tanto  al espíritu humano que el acceder a un trabajo es un favor (por parte del empresario) y casi una “predilección divina”. Ayer (día del trabajador), una hondureña sobreexplotada en una de las maquilas del norte del país dijo: “Nosotras trabajamos duro en una maquila ya por casi 15 años. Hoy, estamos aprovechando el feriado que nos concedió el empresario”. El sistema neoliberal no sólo sobreexplota, sino anula el pensamiento y la dignidad del trabajo y del trabajador/a.

En países como Honduras y Guatemala, donde amplios sectores de la población aún creen que Hugo Chávez es un monstruo que come niños, o que Evo Morales es un comunista ateo, los gobernantes en fechas internacionales como el 1 de mayo toman sus aviones presidenciales y abandonan sus países para no ver la protesta social de sus pueblos. En el caso hondureño, Juan Orlando Hernández, con una comitiva de 30 personas (familiares incluido) se fue al Vaticano a la canonización de los papas, desde entonces, casi nadie sabe de su paradero o sobre quién quedó a cargo del aparente Estado que se disuelve ensangrentado.