Exiliar.- Marcharse alguien de su patria obligado por las persecuciones políticas u otras circunstancias.
Exilio.- Destierro; en especial, el impuesto a la persona de que se trata por las circunstancias de su país y más particularmente, por las persecuciones políticas.Diccionario de uso del español de María Moliner.
Exiliar.- 1. Expulsar a alguien de un territorio. 2. Expatriarse, generalmente por motivos políticos.
Exilio.- 1. m. Separación de una persona de la tierra en que vive. 2. m. Expatriación, generalmente por motivos políticos.Diccionario de la Real Academia Española.
Exilio.- “destierro”, 1220-50, raro hasta 1939. Tomado del latín exsilium íd., deriv. de exsilire “saltar fuera” (y éste de salire “saltar”)
Emirgar.- 1817 Tomado del latín emigrare “mudar de casa”, expatriarse”, derivado de migrare “cambiar de estancia, partir”.Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas.
-¿De la política? ¿Cómo van a ser exiliados de la política? ¿Tú quieres ver que te arrime dos hostias?
Amanece que no es poco, José Luis Cuerda
Desde que esta crisis ha provocado la huida de miles y miles de trabajadores muchos venimos reclamando el uso para ellos del término ”exiliados”, exiliados económicos, si hay que precisar. Estamos acostumbrados a restringir el uso de exilio al exiliado político. De hecho, según el diccionario etimológico de Corominas el uso de la palabra exiliado es raro en castellano hasta 1939, evidentemente por la huida de la represión del fascismo. Pero ni hay diccionario que restrinja el uso de la palabra exilio al exilio político (o al menos yo no lo he encontrado) ni si lo hubiera tendría por qué impedirnos ampliar su uso si analizamos que hay otras realidades que responden a esa idea (la lengua castellana felizmente está viva). Pero, insisto, no hace falta porque lo más que hacen los diccionarios es decir que en general se usa para huidas de persecuciones políticas.
Que restrinjamos el uso de exilio al de quienes son expulsados de su país por motivos políticos es perfectamente coherente con uno de los cimientos ideológicos del liberalismo hegemónico: la radical separación entre lo político y lo económico. Para que haya democracia basta con que haya urnas y varios partidos; para que haya libertad de prensa basta con que no existan organismos públicos censores; para que no haya exilio basta con que no haya persecución formal.
Pero la diferencia entre el exilio y la migración (al menos en los diccionarios) no está en el origen político o económico de la huida sino en el carácter forzado o no de la misma: el exilio es obligado, impuesto, según María Moliner; el exiliado es expulsado, nos dice la RAE. La emigración es más genérica porque supone un traslado forzado o no: quien no vive en su lugar de origen es migrante.
Los liberales nos dicen que si se dan las condiciones formales (políticas, según su restringida visión de lo político) nadie está forzado a nada, pues la miseria es perfectamente compatible con la libertad. Pero desde hace mucho sabemos que no es así, que no hay libertad sin condiciones materiales para la misma, que la opresión política es otra cara de la económica, que el capitalismo pone en marcha los mecanismos de represión política explícita cuando son insuficientes los mecanismos de represión económica para los objetivos de la élite dominante.
Por eso los liberales tratan de restringir los derechos humanos a los político-formales pese a que la Declaración Universal de Derechos Humanos incluye (sin jerarquía alguna) como derechos humanos los que se refieren a las condiciones socioeconómicas (derecho a la vivienda y al trabajo dignos, por ejemplo). Restringir el uso de la palabra exilio a las víctimas de los derechos humanos de carácter político-formal sería conceder a los liberales esa radical diferencia (y jerarquía) entre esos derechos y los derechos humanos cuyo cumplimiento es incompatible con el capitalismo.
Quien huye porque se violan sus derechos humanos es un exiliado. Sean estos derechos la libertad de expresión, de asociación o el derecho a un trabajo digno. Por supuesto existen grados. No es lo mismo huir de la amenaza de fusilamiento o cárcel que de carencias injustas pero sobrellevables; tampoco es lo mismo huir del hambre que de ciertos límites con los que se puede convivir aunque sea renunciando a cierta dignidad. Como no es lo mismo el exilio de Alfonso XIII e Isabel II que el de Antonio Machado. Ni tampoco el de Buñuel (que pudo venir a la España franquista a rodar Viridiana aceptando la tijera de la censura) que el de quienes huyen del hambre y la miseria letal en África.
De las críticas que se vierten al uso de la palabra exilio para quienes huyen de la crisis sólo hay una que, superados los prejuicios ideológicos liberales, tiene cierta enjundia. Que mientras lo usamos para quienes se van de España por la crisis, no lo estamos usando para quienes vienen huyendo de miserias aún más crueles, en especial desde África. Y llevan razón. Existe ahí una asimetría.
Dado que de lo que hablamos es de qué palabra usar, vale la pena recordar que mientras en castellano tenemos las palabras emigrante (para quienes se van del país), inmigrante (para quienes vienen) y migrante (para englobar a ambos), sólo tenemos exilio (que corresponde a quienes se van) y ningún equivalente (que serían algo así como insilio y silio) para quienes vienen obligados o expulsados de sus países. Llama la atención que eso no es nada nuevo y también sucedió con emigrante. Según recoge Joan Corominas la palabra emigración consta en el castellano en 1499 pero era muy rara hasta 1790 mientras que inmigrar einmigrante no aparecen en el castellano hasta 1884, esto es, casi un siglo después de que emigrar fuera una palabra de uso habitual. Ya se ha comentado que Corominas también recoge que exilio es una palabra muy rara en castellano hasta 1939. La lengua refleja ideologías dominantes y una de ellas es el etnocentrismo: lo fue para tener un término para quienes se van de nuestro país a otro un siglo antes de tener uno para quienes vienen del suyo al nuestro; y lo está siendo para incorporar a nuestro lenguaje que hay más exilios (y muchas veces mucho más duros) que los de nuestros compatriotas que huyen.
Esa crítica, perfectamente válida, no tiene como consecuencia que dejemos de usar la palabra exilio para quienes se ven obligados a buscar una vida digna fuera sino para que empecemos a usarla también (a falta de términos que incorporen que desde nuestro punto de vista no se van sino que vienen) para quienes huyen de sus países al nuestro en busca de pan y trabajo.
Puestos a ser precisos, vemos que etimológicamente exilio significa saltar hacia fuera mientras que emigración es sólo moverse hacia fuera. Pues bien, si de saltar se trata, ¿hay un uso más justificado de la palabra exilio que el que se refiere a esta gente que huye de sus países?
[Artículo publicado en el blog Quien Mucho Abarca]