El Estado a través de sus instituciones ejerce el monopolio del uso de la fuerza accionando para dirimir conflictos internos y externos a su territorio. Cuando éste se encuentra en dificultades de lograr y preservar determinados intereses políticos y económicos, por medio de los cuales pretende y necesita determinada organización social que haga prosperar y mantener su statu quo, responsabiliza de su fracaso a un “otro” interno. Ese “ otro” es percibido como una “alteridad negativa”, esa “otredad” es identificada como inferior frente a la convicción desarrollada desde el propio Estado, que se posiciona en un pedestal de superioridad cultural, religiosa, étnica, nacional justificando su accionar como maquinaria que administra la muerte. Cuando el Estado recurre a estrategias políticas que sustentan la planificación y sistematización de matanzas que tienen como fin eliminar a ese “otro”, nos encontramos frente al crimen del genocidio. En la historia de la humanidad podemos encontrar numerosos casos en los que se ha cometido este delito.
Hace 99 años el pueblo armenio fue víctima de genocidio. Este acontecimiento trágico es recordado cada 24 de abril, fecha que marca el comienzo del plan de exterminio de todo el pueblo armenio, puesto en marcha por el partido de los Jóvenes Turcos desde 1915 hasta los primeros años de la República de Turquía fundada en 1923; por lo que esta fecha resume simbólicamente todos aquellos crímenes de lesa humanidad. Los Jóvenes Turcos pretendían la homogeneización del Imperio, para ello acudieron al panturquismo como basamento ideológico que justificó y permitió la planificación de este crimen. A decir de Rita C. Kuyumciyan “El genocidio es la manifestación más destructiva de la violencia, en la que los Estados poderosos utilizan la ideología como sustentación de sus actos criminales desatando su agresividad en un plan sistemático e inexorable para aniquilar un pueblo.”
Si bien el 24 de abril es la fecha en la que se recuerda al millón y medio de armenios que fueron masacrados desde 1915, la conmemoración de este día no radica simplemente en rememorar a aquellas víctimas asesinadas; si no más bien en identificar la continuidad del crimen a través de las políticas negacionistas del Estado turco que las ha convertido en práctica habitual. A lo largo de estos años se ha encargado del diseño de políticas que tienen como fin ocultar su responsabilidad y culpabilidad en el Genocidio Armenio. En este sentido, nos encontramos frente a un conflicto vigente que, por ser un crimen de este tipo, su particularidad radica en la sistemática práctica negacionista por parte de su victimario: el Estado turco.
El problema que se presenta con la ausencia de justicia no afecta solo a la víctima, en este caso al pueblo armenio. Esa impunidad también retroalimenta para que existan futuros genocidas capaces de cometer las mismas atrocidades, y otorga refugio en el negacionismo para otros que han cometido semejante delito. La importancia radica en no explicar a los genocidios como una “experiencia única” desde la “unicidad histórica” pero si, como una “experiencia única” que no constituye necesariamente una “experiencia exclusiva” y que por lo tanto dicha unicidad “puede ser sustituida por condiciones de comparación”.
El Genocidio no está ligado solo a la historia de un conflicto entre naciones, en este caso entre armenios y turcos, si no también con una historia de conflictos y masacres intermitentes. La importancia está en analizarlo no como un fenómeno aislado sino como una tradición concreta que encuentra en las masacres el arma para resolver los conflictos internos entre las nacionalidades. El núcleo del problema del Genocidio trasciende la relación particular entre perpetrador-víctima o el destino de un grupo particular de víctimas. Atenuar, e incluso eliminar estos problemas recae sobre futuros problemas del Derecho Internacional, la matriz primordial de todos los Derechos Humanos, incluso de los derechos de las víctimas potenciales o actuales de un genocidio.
Año a año de perpetración del Genocidio Armenio, la existencia de impunidad a demostrado que la negación de estos tipos de crímenes deja abierta las puertas para la existencia de otros en nuestro presente y en el futuro. Exigirle al Estado turco el reconocimiento y la debida reparación como responsable heredero del Imperio Turco Otomamo significa restituir los derechos avasallados del pueblo armenio y de la humanidad toda.
Yanina Ibañez, Profesora de Historia
Julieta Ojunian, Lic. en Relaciones Internacionales