Ollantay Itzamná
Cuando julio era 28, allá en 1954, en los llanos de Venezuela, en Sabaneta de Barinas, nacía, para redimir la inconclusa historia de Abya Yala, Hugo Chávez Frías. Nacía en las profundidades del anonimato y de la exclusión, al igual que Jesús de Nazaret. ¡Nadie esperaba nada bueno de Sabaneta!
Sin embargo, desde hacía ya varios cientos o miles de años, nuestros abuelos y abuelas clandestinamente nos murmuraron que la Vida y la Dignidad renacerían en Abya Yala, proveniente desde sus profundidades. A ello denominamos Inkarri, Pachakuti… para el sumaq kausay. Igual que Jesús de Nazaret, la venida de Hugo Chávez ya estuvo anunciada. Sólo que nadie prestó atención a aquel anuncio, no sólo por el mensaje, sino por quiénes eran los mensajeros.
Si Jesús de Nazaret, en su niñez fue carpintero, Hugo Chávez de niño fue “arañero” (vendedor de dulces) para ayudar a su familia empobrecida. De niños, ninguno de los dos tenía consciencia de la misión que llevaban dentro. Mucho menos en lo que la historia los convertiría.
Nadie sabe, a ciencia cierta a qué edad asesinaron a Jesús de Nazaret, lo cierto es que Jesús y Hugo, en tiempos diferidos, desde jóvenes se hicieron revolucionarios dóciles a su consciencia. Ambos, para enfrentar al Imperio y a la oligarquía de la muerte (en sus respectivos tiempos y espacios), organizaron movimientos sociales. Jesús formó el clandestino movimiento de los nazarenos (que luego lo denominarían cristianos). Hugo formó el Movimiento Revolucionario 2000 (MR200), que luego se transformaría en Movimiento V República (MVR), y finalmente en PSUV.
Al activista y revolucionario Jesús de Nazaret, los religiosos, la oligarquía y el Imperio de su época no le dieron mucho tiempo para concretar su misión. Lo mataron antes de tiempo por subversivo y blasfemo. Hugo Chávez sí tuvo más tiempo. Por la sagrada voluntad popular gobernó y dignificó al pueblo venezolano por más de 13 años (y ganó 16 elecciones populares). Pero, la oligarquía, ni el Imperio le perdonaron el haber redistribuido la tierra y las ganancias del petróleo. Mucho menos, el haberse atrevido a despertar a la conciencia dormida del aletargado pueblo latinoamericano.
Ambos hombres soñaron y gastaron sus vidas por cambios revolucionarios estructurales. Pero, uno tuvo más tiempo para contemplar los frutos del cambio que el otro. La madre de Jesús decía al enterarse de su embarazo: “Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.” (Lc. 1:51-53). Pero, Hugo Chávez vio y ve cómo los poderosos de Venezuela fueron y son derribados de sus privilegios por el voto popular. De cómo los ricos salen a protestar a las calles (en sus autos), mientras los empobrecidos celebran su dignidad y derechos. Hugo contempla, desde la mirada de cada ser humano consciente, la derrota intelectual, moral y espiritual, no sólo de la oligarquía venezolana, sino de todos los abusivos de Latinoamérica y el Imperio de la muerte.
El movimiento social de liberación fundado por Jesús de Nazaret se mantuvo fiel a sus principios fundacionales, incluso en la clandestinidad, hasta el siglo V. Desde entonces, se convirtió en la religión oficial del Imperio romano, y quedó como una simple institución religiosa al servicio de los poderosos. Y, el nombre y las “enseñanzas” de Jesús, son manipulados y utilizados para legitimar las atrocidades y dictaduras más inhumanas de la historia humana.
Mientras tanto, el compañero y amigo Hugo Chávez, nació para vivir y multiplicarse en cada conciencia que despierta.
El compañero y hermano Hugo Chávez resucitó y trascendió a la historia el 04 de marzo del 2013 para incorporarse a la legendaria pléyade de los guardianes de la vida. Él no pasó por ningún parte. Él vino y se quedó habitando y dinamizando la conciencia y la dignidad de los pueblos. Él jamás murió, porque quienes gastan sus vidas por la Vida, jamás mueren.
Gracias hermano Hugo Chávez por desacralizar e insubordinarte contra el autoproclamado templo de la democracia y de los DDHH, el Imperio mortal. Gracias por ser sacrílego y subversivo a la vez. Gracias por encender esta locura latinoamericana donde las y los empobrecidos soñamos y celebramos, mientras los enriquecidos protestan, tapan calles y enloquecen por su incapacidad creativa. Gracias por quedarte con nosotros y hacer que el fuego de la liberación interior y exterior que encendiste arda sin consumirse.
Compañero Hugo, muchos/as sólo te conocemos de leídas y empatías en el alma, pero nos apasiona la vida y la solidaridad que inyectaste a esta humanidad en su fase egoísta. Gracias porque trascendiste de la historia a la leyenda. De la política a la mística revolucionaria. De la materialidad corporal a la inmaterialidad mística de la liberación. Hugo, por aquí no pasaste. Aquí germinaste, floreciste y te quedaste para seguir dando frutos. Bien dijo San Irineo de Lion: “Todos los humanos somos divinos. Nos divinizamos en la medida que obedecemos a la Vida.”