Ariel Goldstein *

 

Tras una década de crecimiento y revalidación electoral de procesos políticos progresistas en los países latinoamericanos, actualmente podemos ver cómo la crisis económica iniciada en 2008 en el interior del sistema financiero de los países centrales está teniendo serias consecuencias en su transferencia hacia los países periféricos de la región, generando nuevos problemas en términos económicos, y proyectando oposiciones políticas que hasta el momento no se presentaban.

La emergencia de las manifestaciones de junio de 2013 en Brasil, que modificaron el escenario político hasta hoy, forman parte de este contexto que se explica parcialmente por el estancamiento del crecimiento económico, luego de varios años de crecimiento sostenido con movilidad social ascendente. Las tensiones generadas por el agotamiento del ciclo expansivo y la frustración de las expectativas de movilidad social, como señala el historiador brasileño Lincoln Secco, son un factor a considerar para la explicación de estas manifestaciones, más allá de que su explosión coyuntural estuviera motivada por las demandas de una baja en el precio del trasporte público. Si bien en Brasil no aparece claramente una propuesta opositora, la conformación de la alianza entre el gobernador de Pernambuco Eduardo Campos (PSB) y Marina Silva representa la construcción de un nuevo espacio opositor que habrá que observar cómo se desempeña durante las elecciones de este año.

En Venezuela, las tensiones políticas se han incrementado con la muerte de Hugo Chávez, como consecuencia de la ausencia del líder que había dirigido de forma indiscutida este proceso –resolviendo con su liderazgo carismático las contradicciones internas del movimiento–, pero también por la emergencia de mayores dificultades que presenta su economía, entre las cuales se encuentran el desabastecimiento y las complejidades resultantes a partir de la devaluación del bolívar, motivada por una importante fuga de divisas. Este empeoramiento de la situación económica ha dado lugar nuevamente en la oposición a las expresiones más conservadoras de la derecha venezolana, como Leopoldo López y María Corina Machado, en desmedro de Capriles, que en las últimas elecciones presidenciales desde cierta “moderación” había construido su propio espacio opositor.

En el caso de Argentina, si bien las dificultades en materia económica del gobierno nacional no han tenido el mismo corolario en términos de conflictividad social, el país forma parte de este contexto latinoamericano de transmisión de la crisis financiera desde el centro a la periferia. De este modo, las propias dificultades han proyectado a Sergio Massa, ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner, como principal líder opositor.

Como podemos observar a partir del análisis de estos escenarios, los próximos años serán difíciles para aquellos países latinoamericanos donde existen gobiernos progresistas, pues se enfrentan con el problema de la sucesión, a la vez que con una reducción del crecimiento económico sostenido, lo que permite menor redistribución y expansión de las políticas sociales, y por lo tanto induce a posibles problemas en las bases de sustento político, generando oportunidades de proyección opositora. En este contexto, los partidos y movimientos progresistas que acompañan a estos gobiernos deberán organizarse para conservar las relevantes políticas con sentido igualitario incentivadas en los últimos años, así como disputar en las sociedades por la definición legítima de los problemas económicos que aparecen en el frente externo.

 

* Magister en Ciencia Política (IdaesUnsam). Becario del Conicet en el Iealc.