Luisa Maria González
Ni siquiera la Europa de riquezas centenarias se salvará del caos, agregó esa entidad, pues las condiciones del mercado laboral muestran señal alguna de recuperación y todo parece indicar que el 2014 casi no registrará aumentos en los índices de empleo.
Según coinciden los especialistas, para los jóvenes esta situación es doblemente traumática, pues además de ser las primeras víctimas de los recortes, su transición desde el sistema educativo hacia el mundo del trabajo se convierte en un proceso complejo y hasta doloroso.
No por casualidad las autoridades han advertido acerca del incremento de los suicidios a raíz de la crisis económica iniciada formalmente en 2008, pues solo un año después la cantidad de jóvenes europeos que se quitó la vida aumentó en un 4,2 por ciento.
«Nuestros resultados muestran que la crisis económica supone, considerablemente, un riesgo de suicidio», afirmó un colectivo de autores en la British Medical Journal, los cuales confirmaron que en Europa, el fenómeno afecta particularmente a los jóvenes.
La investigación agregó que la mayor cantidad de suicidios ocurre entre los varones en edades comprendidas entre los 15 y los 24 años, quienes además de ser víctimas del desempleo, son usualmente los menos protegidos mediante los sistemas de seguridad social.
Adicionalmente, alertó que los suicidios representan solo una pequeña parte del sufrimiento en tanto las cifras reflejan únicamente la consumación del acto, mas no hablan sobre los que quedan en el intento, los cuales podrían llegar a ser 40 veces más frecuentes.
Citados por un informe de la Confederación Sindical Internacional (CSI), los integrantes de una red italiana de trabajadores precarios resaltaron lo que significa vivir una juventud sin sueños:
«Somos una generación precaria, desempleada, infrarremunerada o que trabaja gratuitamente y de forma invisible, condenada a depender mucho tiempo de los padres. La precariedad es nuestro leitmotiv», afirmaron.
«Vivimos al margen de todos los derechos: el derecho a estudiar, a una vivienda, a un ingreso digno, a la salud, a tener relaciones sentimentales, a vivir libres y felices», denunciaron.
Sin estudios, sin futuro
La evolución social en Europa durante varias décadas del siglo XX, amparada en el llamado Estado de bienestar, propició la diseminación de expectativas según las cuales mientras más se preparasen los niños y jóvenes en sus estudios, mejor desempeño tendrían en el mercado laboral.
Sin embargo, la crisis económica llegó para mostrar que los mecanismos se oxidaron y por ejemplo, en Portugal hay alrededor de 63 mil graduados universitarios en paro, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas.
De hecho, la educación ha estado entre las primeras afectadas por la recesión, a causa de los recortes de presupuesto decretados por los gobiernos.
En el Reino Unido, uno de los 10 países con mayor Producto Interno Bruto del planeta, recientemente se produjeron varias protestas convocadas por principales sindicatos de maestros para manifestar la oposición a las caídas de los salarios y las pensiones, además de las malas condiciones de trabajo.
¿Y quienes salen más perjudicados cuando la educación está ausente en la lista de prioridades de los gobierno? Los niños y jóvenes.
El impacto, según testimonios, se hace muy fuerte en la enseñanza superior, dados los elevados costos de las universidades privadas y el cierre de posibilidades en las públicas.
«Los recortes recientes en el sector de la educación seguramente disuadirán a muchos jóvenes de iniciar estudios superiores o ir a la universidad», indicó el italiano Salvatore Marra, citado en el informe de la (CSI).
Asimismo, las dificultades económicas de las familias obligan a no pocos muchachos y muchachas a abandonar sus estudios con la esperanza de insertarse en el mundo laboral y dar sus aportes, una opción que, como indican las cifras, también resulta ser problemática.
Generación nini: Ni estudia ni trabaja
«Durante la crisis económica, los jóvenes son a menudo el último en entrar y el primero en salir; es decir, el último en ser contratado y el primero en ser despedido», alertó el Informe Mundial de la Juventud de las Naciones Unidas.
El desempleo juvenil, aunque afecta de manera desigual a los diferentes países europeos, en general ha alcanzado en estos años cifras históricas, pues en más de 10 el índice supera el 25 por ciento y en algunos como España y Grecia, rebasa el 50 por ciento.
Estas tasas frecuentemente duplican las registradas entre los adultos; por ejemplo, en Italia el paro general alcanza el 12 por ciento, mientras para los jóvenes es de 41,2, según cifras publicadas a finales de 2013.
En el Reino Unido, casi un millón de jóvenes de entre 16 y 24 años está desempleado, lo que representa el 40 por ciento del total de las personas sin ocupación laboral.
Adicionalmente, casi la mitad de estos muchachos ha permanecido sin trabajar por seis meses o más.
«Encontrar un empleo se ha convertido en una tarea casi imposible y encontrar un buen empleo es una suerte», expresó el polaco Tomasz Jasinski, miembro de la Comisión de jóvenes de la Alianza de Sindicatos de Polonia.
«La calidad de los contratos que se ofrecen a los jóvenes no les garantiza un puesto estable ni seguro en el mercado de trabajo, lo que tiene una enorme influencia en su vida personal y familiar», agregó.
Pese a los numerosos pronunciamientos oficiales en la Unión Europea (UE) sobre la necesidad de fomentar el empleo para los jóvenes, la situación de esta generación todavía es alarmante, con índices de paro que alcanzan cifras históricas.
Mientras las medidas concretas todavía no llegan, en más de 10 países del continente la tasa de desempleo juvenil supera el 25 por ciento y en algunas como España y Grecia, llega a rebasar el 50 por ciento.
Durante varias cumbres de alto nivel de la UE en 2013, los principales dirigentes comunitarios manifestaron la necesidad y disposición de priorizar la inserción laboral de la juventud, un asunto en el cual coincidieron varios mandatarios como el primer ministro italiano, Enrico Letta.
No obstante, la situación está lejos de mejorar para los muchachos y muchachas, vaticinó para 2014 la Organización Internacional del Trabajo, pues este grupo poblacional continuará siendo el más afectado por un mercado laboral que no muestra señales de recuperación.
La investigadora del Instituto Sindical Europeo Margherita Bussi explicó que incluso antes de la crisis el panorama ya era inseguro a causa de la larga transición al trabajo, la multiplicación de los empleos precarios y la baja remuneración, entre otros fenómenos.
«Pero incluso si su situación era en cierta medida precaria, los jóvenes esperaban salir adelante yendo a trabajar al extranjero o quedándose más tiempo en casa de sus padres mientras encontraban el empleo deseado. Ahora las posibilidades son muy reducidas», agregó, citada por un informe de la Confederación Sindical Internacional.
Generación precaria y trabajo irregular
La presidenta de la Asociación de Jóvenes de la Confederación de Sindicatos de Lituania, Goda Neverauskaite, argumentó que los empleadores quieren ahorrar dinero y lograr que menos trabajadores realicen más trabajo, para lo cual resulta rentable contratar a los de más experiencia.
Mientras, el griego Kostas Petrou opinó que los directivos y propietarios no ofrecen puestos a recién graduados con el propósito de evitar más gastos en su superación.
¿Qué queda entonces para los jóvenes? Según las tendencias, lo más común es realizar trabajos irregulares acordados en contratos informales e inseguros, los que terminan siendo muy mal remunerados y con condiciones mínimas.
«Muy a menudo, la inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo se asemeja a una carrera de obstáculos. Los sucesivos contratos de corta duración y mal remunerados son a veces el único medio para acceder algún día a un empleo estable», manifestó el líder sindicalista francés Thiébaut Weber.
Esta situación conduce a los menos calificados a realizar muchas veces tareas penosas que pueden poner en peligro su salud y provocar lesiones musculoesqueléticas, incluso antes de que alcancen la edad madura, añadió.
La inestabilidad tiene consecuencias graves para el desarrollo de los jóvenes como ciudadanos, coinciden los expertos, pues se obstaculiza su socialización y suelen caer en estados de fuerte depresión y baja autoestima.
Ahora mismo, por ejemplo, en Italia más de dos millones de jóvenes no están registrados ni como estudiantes, ni como trabajadores, ni como aprendices en formación.
Sin trabajo no hay independencia
Una de las mayores contradicciones de la actualidad es que la precarización del trabajo juvenil se produce luego de décadas en que los niveles de preparación de las nuevas generaciones habían experimentado mejoras.
De acuerdo con el líder sindical español Ignacio Doreste, «esta generación de jóvenes ha alcanzado, por primera vez, el más alto nivel educativo en la historia del país. Pero también es la primera que tiene o tendrá peores condiciones de vida que sus padres».
En consecuencia, se han identificado tendencias desfavorables como que muchos de ellos se han visto obligados a permanecer en el hogar de los padres y retrasar su independencia y formación de familia propia, lo que en términos generales significa postergar la definición de un proyecto de vida.
Para el italiano Salvatore Marra, en este sentido hay varios fenómenos relacionados con la juventud: escasas posibilidades de vivir de forma autónoma y de crear una vida de familia propia, emigración hacia otros países, exclusión social, problemas debidos a la marginalidad, trabajo en negro, pobreza.
En el Reino Unido, por ejemplo, el 26 por ciento de los muchachos entre 20 y 34 años todavía vive con sus padres, la cifra más alta en los últimos años.
Según un reporte de la Oficina Nacional de Estadísticas, 3,3 millones permanecían con sus padres en 2013, mientras una década atrás el número apenas superaba los 2,4 millones.
La tendencia tiene un impacto en otros indicadores como la tasa de fecundidad, explicó la investigadora Karen Gask, pues las personas generalmente esperan independizarse antes de aventurarse a tener hijos.
Por su parte, la periodista Sejo Vieira alertó sobre la salida masiva de este grupo poblacional en Portugal, principalmente los de mayor calificación y con estudios superiores, los cuales ante la falta de oportunidades «se aventuran a una emigración incierta y peligrosa».
El propio viceprimer ministro británico Nick Clegg aceptó cuán delicado es el panorama actual, más allá del terreno económico, en los ámbitos social y cultural.
Muchos padres temen que pese a estar mejor formados, cuando sus hijos crezcan tendrán probablemente estándares de vida más bajos que los de ellos, indicó en un artículo publicado en el diario Telegraph.
«La movilidad social es también el deseo de cada padre de que su hijo sea mejor que ellos. Ciertamente, existe miedo en el país de que la crisis haya marcado el fin de un siglo de progreso en el que cada generación vivió mejor que la anterior», expresó.