Iroel Sánchez
CubAhora

Noticia tras noticia las maniobras contra el éxito de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en La Habana fueron cayendo una tras otra impugnadas por la realidad.

A pesar del enorme poder mediático enfilado contra Cuba desde días previos al evento y de las presiones y conspiraciones para hacerlo fracasar, el resultado fue una aplanadora pasando sobre las políticas y acciones desarrolladas desde EE.UU.

Antes de la inauguración, desde varios medios de comunicación y sitios web vinculados a la política de Washington contra Cuba, siempre con “fuentes que piden el anonimato”, se habló de la ausencia de presidentes que terminaron asistiendo al evento en su casi totalidad. En el caso de Panamá se explicó oficialmente su ausencia por el vencimiento el día 1 de febrero de la prórroga de las negociaciones dentro del conflicto con la empresa española que construye la ampliación del Canal y se envió un Ministro de gobierno, desmintiendo a la agencia EFE y los medios de Miami.

El intento de convertir en noticia la presencia protocolar del Secretario general de la OEA en la Cumbre desapareció ante la avalancha de reconocimientos a Cuba y la CELAC y el papel anodino de este en el evento. El Secretario General de la ONU, en vez de recibir a las “Damas” financiadas por EE.UU., como presionaban los medios, entregó al gobierno cubano un reconocimiento por su implementación de la lucha contra la violencia de género y se reunió con Fidel. La desesperación de EE..UU. fue tal que uno de sus diplomáticos intentó orientar a la prensa acreditada en el evento a través de la red social Twitter.

Veintiocho declaraciones fueron aprobadas por consenso en una señal inequívoca de unidad y como muestra de la capacidad negociadora y el liderazgo de Cuba. La nota común entre la gran mayoría de los oradores fue la gratitud a Chávez y Fidel, el elogio al gobierno cubano por sus políticas solidarias y su capacidad organizativa, además de la condena al bloqueo de Estados Unidos. Brasil realizó un acto concreto contra la política de EE.UU. al comprometer más apoyo para la Zona de Desarrollo Económico de Mariel cuyo moderno puerto contribuyó a financiar.

La participación de varios mandatarios visitantes en la Marcha de las Antorchas, un homenaje tradicional a José Martí que implica el desplazamiento a pie por las calles de La Habana en horario nocturno junto a miles de jóvenes, fue una imagen para el mundo que echó por tierra años de mentiras.

El exitoso trabajo por la unidad no hizo a Cuba abandonar sus posiciones de principio que es la fuente su autoridad moral. La denuncia del carácter colonial de Puerto Rico y las históricas posturas antiimperialistas ocuparon un lugar relevante en el discurso inaugural del Presidente cubano Raúl Castro. La lectura por Raúl en el plenario de la Proclama que define a América Latina y el caribe como Zona de Paz -firmada por todos los Jefes de Estado- que en su quinto punto recoge «el compromiso de los Estados de la América Latina y el Caribe de respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones» fue un golpe demoledor al injerencismo de Estados Unidos en la región y su estrategia anticubana.

A lo interno, la intensa cobertura de la Televisión isleña a la Cumbre permitió a los cubanos apreciar de primera mano lo que ha significado y significa la Revolución cubana para los latinoamericanos. El tema de la lucha contra la pobreza, centro de la reunión, brindó una información profunda acerca de la realidad de la región que no aparece en las telenovelas ni en los productos audiovisuales que llegan vía Miami y que los medios cubanos no logran presentar siempre de modo efectivo y creíble. Incluso, el discurso neoliberal derrotado en las calles y urnas de Chile que trajo Sebastián Piñera -un represor de estudiantes que tiene el cinismo de hablar de democracia- contribuyó a la cultura política de los cubanos al evidenciar su pobreza de argumentos frente a las palabras de Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández, José Mujica, Daniel Ortega y otros muchos líderes latinoamericanos y caribeños. Según los medios, Piñera -quien entregará en marzo la presidencia- fue el único de los líderes invitados que obedeció las orientaciones de la portavoz del Departamento de Estado y se reunió con una representante de la «oposición» que paga EE.UU. en Cuba –la admiradora del dictador Fulgencio Batista, Berta Soler-, lo que es de agradecer porque sirvió para desmentir el discurso de «represión» sobre estos personajes lanzado desde algunos medios.

Si en su discurso por el 55 aniversario de la Revolución, el presidente Raúl Castro denunciaba: “…se perciben intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la Revolución Socialista a partir de una manipulación premeditada de la historia y de la situación actual de crisis general del sistema capitalista, en menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales, favoreciendo el individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la moral”, la celebración de la Cumbre de la CELAC en La Habana ha sido una acción de contraofensiva que eleva la autoestima de los revolucionarios cubanos y nos da razón en el camino escogido.

Peor imposible para Estados Unidos y sus planes de recolonización de Cuba, un país que una vez más ha demostrado estar a la altura del rol que le asignó José Martí para lo que él llamó “el equilibrio del mundo”.