Los analistas adjudican la disparada del dólar en Argentina durante los últimos días, tanto en el mercado paralelo como el oficial, como producto del enorme déficit fiscal que el gobierno ha ido cubriendo con emisión monetaria y con reservas del Banco Central. Sólo durante el año pasado, las reservas cayeron en 13.000 millones de dólares -y 29.000 millones acumulado desde 2011-, fundamentalmente para hacer frente a los pagos de la deuda y cubrir la enorme hipoteca energética. La devaluación del peso y el aumento de tarifas es la salida que impulsa el oficialismo, con el acuerdo de la oposición, como intento de atenuar la tendencia a la cesación de pagos.

No es sólo Argentina

La devaluación del peso argentino rápidamente impulsó una salida de capitales y un desplome de las monedas de Turquía, Brasil, Sudáfrica, India y Rusia (los llamados “emergentes”) que provocó  caídas de las bolsas en Wall Street y en Europa -en España la masiva fuga de capitales llego a 20.000 millones de euros (eleconomista.es, 24/01). Es que la situación argentina expresa un síntoma que recorre la economía internacional, y actúa como un catalizador de tendencias más profundas: el derrumbe capitalista internacional.

La crisis mundial, lejos de atemperarse ha entrado en una nueva fase. China, principal motor de la economía mundial -especialmente de América Latina- atraviesa una dura desacelaración del crecimiento económico y un fenomenal endeudamiento que alcanza un 215% del PBI, que ha llevado a algunos observadores a alertar sobre un posible default chino. Tan cierto es el riesgo que, incluso, en diversas provincias chinas superendeudadas, proliferan cuasimonedas -al estilo de los patacones en Buenos Aires en 2001. La solución que comienza a perfilarse es el “despalancamiento y el cierre del exceso de capacidad” es decir, cierre de fábricas y despidos masivos (The Financial Times, 20/01). El resultado ya comienza a palparse en la caída de los precios de algunas materias primas que Uruguay exporta (a China, principal destino de las exportaciones) como la soja, y que pretende exportar -mediante la instalación de la megaminería Aratirí- como el hierro de mineral.

Por otra parte, recientemente EEUU anunció el retiro progresivo de las compras de bonos (de 85.000 a 75.000 millones de dólares mensuales) y se prevé un posible aumento de las tasas de interés durante  2014, lo que en conjunción contribuye a una persistente y cada vez mayor emigración de capitales desde la periferia, apuntalando la crisis monetaria. El cambio en la política monetaria de EEUU realizada bajo el pretexto de que su economía necesita menos ‘estímulos’ esconde que los indicadores sociales continúan en niveles de catástrofe (desempleo, incremento de las desigualdad de ingresos, etc.)

La crisis en Argentina, el retroceso de China y el impacto de las medidas de EEUU golpean decididamente a Brasil que ya lleva cuatro meses de recesión (Folha do Sao Paulo, 23/01), con un crecimiento de default de los créditos al consumo y una progresiva bancarrota del sector automotriz, profundamente ligado al mercado argentino.

Uruguay, perspectivas

Con este panorama, el impacto de la devaluación del peso argentino es solamente la punta del iceberg de lo que se asoma para la economía uruguaya en la siguiente etapa. Las cámaras patronales uruguayas refuerzan el pedido de devaluación en este lado del Río de la Plata. El gobierno del Frente Amplio plantea ‘compensar’ la caída de las exportaciones y el turismo del vecino país con “el crecimiento de las exportaciones de los productos agroindustriales (…) la incorporación de nuevos proyectos como la regasificadora, y la puesta en funcionamiento de la planta de celulosa de Montes del Plata» (El País, 24/01).

En cualquier caso, esta salida implica profundizar el modelo neo-colonial, exportador de materias primas y depredador del ambiente, que se ha impuesto en la última década. Sin embargo, esta perspectiva se encuentra clausurada con el desenvolvimiento de la crisis mundial, con la previsible caída de los precios de los productos de exportación y la reversión de las condiciones de financiación de la economía. El encarecimiento del crédito revelerá, por fin, el desbocado proceso de endeudamiento -interno y externo- al que hemos asistido, fundamentalmente a partir de 2009.

Frente a esta perspectiva para los explotados se impone debatir un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, no los trabajadores. nicolasmarrero2012@gmail.com