La piedra angular de toda revolución es determinar que es realmente lo que desea cambiar. Cual es la razón que origina ese deseo de cambiar de sistema y la manera de lograrlo. Y lo pongo como «piedra angular» porque la gran mayoría de las revoluciones que han abandonado el camino al socialismo tienen algo en común: no han logrado sembrar en la población la respuesta correcta a esa interrogante y abortan el intento obligados por la presión del capitalismo.

El capitalismo hábilmente ha logrado inocular en el imaginario colectivo la idea de un modo de vida cómodo, lleno de aparatos y de bagatelas que lamentablemente se superponen a las verdaderas necesidades humanas. Difumina las razones sagradas de la vida en sociedad. Convierte al mercado y al comercio en dioses intocables. Este es un punto que pocos revolucionarios han sabido resolver. A mi manera de ver las cosas, mientras la revolución socialista no logre desmontar ese cúmulo de necesidades, impuestas y dirigidas a arraigarse en lo mas profundo del sistema límbico de nuestro vapuleado cerebro, seguirá condenada a recular ante el capitalismo.

En la praxis, la potencia y tenacidad de estas necesidades capitalistas se aprecia con gran facilidad. Cada día la gente se desvive por cambiar su celular, por comprar el carro del año, por visitar paises del mundo, por usar ropa de marcas reconocidas, por tener cada vez mas y mejor acceso a internet. En fin, detalles como ejemplos, sobran.

Gran parte de la población basa su entera vida en el empeño por obtener y cubrir estas necesidades que están muy lejos de ser primordiales. Hasta en la alimentación el capitalismo nos empuja a convertirnos en sibaritas antes que educarnos a comer sanamente. Todo con el fin de hallar mas formas de negocio hasta en lo mas superfluo. El ocio, dentro del capitalismo, está cubierto con una gama extensa de vicios. El capitalismo reduce al ser humano a su mínima expresión, lo convierte en animal irracional y desprovisto de voluntad. Esclavizado al insaciable deseo de consumir cosas cada vez mas costosas y elaboradas. En fin, son necesidades creadas para mantener al capitalismo vivo.
Tristemente una revolución socialista puede pretender competir con el capitalismo en satisfacer dichas necesidades, pues éstas generan mas voracidad de consumo y desactiva el mas potente factor que sustenta al socialismo: La conciencia. Sin ésta, el deseo de liberación de estas irreales necesidades que nos mantienen esclavizados a la explotación burguesa simplemente se extingue. En palabras sencillas: la gente prefiere «largar el forro» bajo el látigo explotador antes que abandonar la ilusoria posibilidad de disfrutar del confort capitalista.

Por eso, los revolucionarios preclaros han señalado que la batalla está justamente allí, en la conciencia. Es donde el socialismo debe intentar hacer entender a la población que esas necesidades son irreales y esclavizantes, además de ser el motor de todos los males que padece la población como pobreza, desigualdad y delincuencia.

Cuando observo a la gente pelear por su «derecho» a raspar sus cupos en dólares y preocupada por la devaluación o por la imposibilidad relativa de viajar al exterior, me doy cuenta que nuestro proceso revolucionario aun tiene mucho por hacer. La dirigencia de la revolución bolivariana,  lejos de entender la necesidad de rebatir la lógica del interés capitalista, parece estimularlo sin darse cuenta. Las recientes medidas económicas que se tomaron para contrarrestar el ataque a nuestra moneda no intentan deslindarnos del capitalismo. Simplemente se intenta cortarle el oxigeno a la espiral especulativa sin resolver el problema de fondo: la economía en manos de los burgueses.

Mientras éstos detenten la potestad de la distribución y comercio de bienes dentro del territorio nacional, los focos de perturbación seguirán vivitos y coleando. Podrá cansarse el gobierno del presidente Maduro de implementar medidas y aun así, los burgueses seguirán colándose por las hendijas del sistema diseñado por y para ellos mismos.
Los intereses de la revolución y del capitalismo son antípodas. No tienen puntos en común. No tienen intersecciones. Son paralelos y van en sentidos opuestos.

Intentar un socialismo con mercado o comercio «justo» es una ilusión. El mercado y el comercio son elementos que reproducen el germen capitalista. Es imposible superar sus desmanes y distorsiones sin desconectar el cable alimentador.

Creo que hay cierto temor para asumir un socialismo pleno. Realmente luce como si no se creyera realmente en que es la solución, tanto así que se recurre a los errores del pasado para justificar un «socialismo con empresa privada».

Parece que el halago del confort puede mas que el ruido de la injusticia.

La pelota esta en manos de nuestra dirigencia.