Relata cierta historia que alguna vez el presidente de Estados Unidos salió a hacer una gira por países amigos…y a la tarde ya estaba de regreso. ¿Hay amigos en política? No, definitivamente no: sólo intereses.

Si entendemos por política las relaciones de poder, en otros términos: el arte o técnica de gobernar, de mandar, de ejercer ese poder, la solidaridad, el amor y el cariño no entran en su ámbito. Esto último está en el lado de la amistad, de la generosidad, de la entrega desinteresada. El ejercicio del poder no tiene absolutamente nada que ver con eso. Es una pura cuestión de intereses, de cálculo, de dominio de uno sobre otro (dialéctica del Amo y del Esclavo se le llamó).

De ahí, entonces, que la pregunta en torno a si es posible la cooperación entre países nos remite a la dura realidad que intenta ilustrar el chiste con que abrimos el texto: la cooperación internacional es, en definitiva, un mecanismo más de control y sojuzgamiento de las potencias del Norte sobre los empobrecidos y saqueados países del Sur. Si se dan algunas monedas, no es por un sentimiento de culpa; en todo caso eso constituye un mecanismo más al servicio de la dominación (colchones para hacer más tolerable la miseria y que no revienten rebeliones populares, limosnas que sólo sirven para paliar pero que no tocan las verdaderas causas estructurales de las asimetrías). En otros términos: mantenimiento de las injusticias pero con rostro humano.

Desde inicios de la década de los 60 del siglo pasado, algunos pocos países (las potencias capitalistas del Norte) implementan proyectos comúnmente llamados de “cooperación”. No debe olvidarse que en realidad nacieron –y en muy buena medida siguen siendo eso – como “estrategias contrainsurgentes no militares”. ¿Cooperan con los pobres del Sur? En décadas de estar realizando estos procesos, ningún país pobre dejó de ser tal gracias a esas supuestas ayudas. “En el plano político –decía críticamente Luciano Carrino, funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno italiano, muy buen conocedor de estas cuestiones– la cooperación representa la voluntad de una parte de las poblaciones de los países ricos de luchar contra racismos, la pobreza, la injusticia social y mejorar la calidad de vida y las relaciones internacionales. Una voluntad que los grupos en el poder tratan de voltear en su provecho [pues] la cooperación para el desarrollo humano persigue objetivos oficialmente declarados pero sistemáticamente traicionados (…) Los datos sobre el uso global de los financiamientos de la cooperación parecen demostrar que menos del 7% total de las sumas disponibles es orientado hacia la ayuda a dominios prioritarios del desarrollo humano. El resto sirve para objetivos comerciales y políticos que van en el sentido contrario.”1

El tema, por cierto, es apasionante. Por eso mismo días atrás lo tocábamos en alguna clase con estudiantes de Ciencias Sociales. Y al respecto uno de mis alumnos consiguió un material que me parece de antología. Es un análisis hiper crítico de la cooperación internacional, realizado a través de un caso puntual pero válido para toda la cooperación en su conjunto. Creo que lo mejor es transcribirlo íntegro y dejar que el lector saque sus conclusiones.

1 Luciano Carrino. “Salud Mental Comunitaria: nuevos enfoques”. Roma, 1991.