Ollantay Itzamná
El miércoles 08 de enero, a las 18:00, el indígena quechua, Jubenal Quispe, abogado y antropólogo de profesión, y Leiria Vay, indígena maya, de profesión licenciada en administración de empresas, y dirigenta del Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), fueron violentamente expulsados del restaurante La Cocina de la Señora Pu, ubicado en la zona 1 de la ciudad de Guatemala, por su propietario Jorge Murga Armas, por motivos étnico raciales.
Según indican ambos comensales afectados, ingresaron al restaurante buscando degustar los “ancestrales platillos mayas” que el negocio anuncia desde el 2011. Pero, el dueño, Jorge Murga (profesor mestizo de la Universidad de San Carlos), quien intentaba “vender” la superioridad en estilo y calidad de sus platos, “producto de 8 años de investigación académica”, en instantes montó en cólera ante un par de preguntas que los comensales indígenas amigablemente le formularon sobre el tema, y los expulsó violentamente del restaurante, no sin antes cobrarles por el “ancestral platillo maya” que habían pedido pero que nunca les sirvieron.
Murga denigró verbalmente a ambos indígenas, acusándolos de “ignorantes”, “portadores de energías negativas”, etc., ante la mirada silenciosa y asustadiza de sus tres trabajadoras indígenas mayas que atendían en el restaurante vestidas con sus trajes típicos.
Los indígenas expulsados indican que el encolerizado propietario, entre otras cosas, también afirmó que en su restaurante se prepara la comida “con productos importados y de calidad, y no como lo hacen las indígenas mayas en las comunidades, con desperdicios”.
Según datos de las organizaciones mayas, más del 60% de la población guatemalteca es indígena. Pero, el racismo y el desprecio por lo indígena continúan latente en el país como en el siglo XVI. Ahora, como antes, los comerciantes de los conocimientos gastronómicos y espirituales mayas continúan apropiándose del milenario patrimonio indígena para hacer fortuna. Para estos, el o la indígena es “aceptable” en la medida que sirva en los restaurantes, en las casas o en las plantaciones. Pero, el indígena que sospecha o pregunta, es un indio indeseable, ignorante. Esta es la desgracia de Guatemala: ser maya, vivir del maya, pero despreciar y renegar de ser maya. Un destino adverso.