JM. Rodríguez
El Presidente Maduro volvió a mencionar la necesidad del cambio cultural. Eso es bueno, pues, lo hizo en estas circunstancias de crisis delincuencial que deja muy mal parada nuestra revolución. Eso es lo principal y no el reforzamiento del plan Patria Segura. Pero, no confundamos la nueva cultura con el Movimiento por la Paz y la Vida, cuyo norte es el asunto de la seguridad ciudadana.
Es la impunidad y la corrupción lo que constituye un poderoso corrosivo que liquida la voluntad de los ejércitos revolucionarios cuya disciplina surge del convencimiento. Esas dos llagas, de larga historia en el cuerpo social e institucional venezolano, siguen y avanzan en extensión, convirtiéndose en la mejor arma enemiga contra la responsabilidad, la solidaridad y la soberanía socialista.
Sólo veo dos maneras de enfrentar tal agresión: instaurar el juicio sumarísimo contra los responsables de crímenes graves que dañen a la sociedad, así sea en la confianza; y barriendo a fondo con la cultura capitalista. Lo que nos decía Mao: para poder construir un sistema social completamente nuevo en el sitio del viejo sistema, hay que limpiar el lugar…
La primera medida es un asunto que pudiera incluirse, digo yo, en la Habilitante. Lo del barrido, por las evidentes precariedades de las condiciones subjetivas para lograrlo, pienso que se requiere construir, con mucha urgencia y dedicación, una armadura impenetrable de virtudes personales que proteja a nuestros ciudadanos.
Esas virtudes, que no son cardinales ni teologales, sino para vivir en colectivo, son siete: disciplina, eficacia, integridad, moderación, equidad, tenacidad y lucidez. Este escudo defensivo no requieren de una Misión sino de centralizar en una institución su diseño y realización obligando a todas las demás instituciones del Estado a cumplir las directrices de uso que de ella emanen. Y esa es la tarea central de un ministerio de cultura revolucionario, pues, los colores y sonidos de la alegría siempre han caminado con sus propios pies y lo han hecho muy bien.