Ronaldo Martínez
Luego de la hecatombe experimentada por el el 3er gobierno kirchnerista el pasado 27 de octubre, se desató una andanada de ataques económicos, políticos, judiciales y policiales eficazmente magnificados por la prensa corporativa para socavar la credibilidad y gobernabilidad de la presidenta Cristina Fernández, aún convaleciente en su salud.
El nombramiento de Coqui Capitanich, ex gobernador de la provincia del Chaco, demostró la nueva fase de transición hacia una salida del gobierno en 2015 caracterizada por las consecuencias de continuos desaciertos en materia de economía-política diseñada por los inexperimentados e ineficientes Guillermo Moreno -quien poco sabía de economía real-, y Axel Kicillof, un buen profesor de teoría económica sin contacto con la realidad cotidiana de las personas de a pié.
El escenario parece inclinar las acciones hacia la derechización o pragmatismo de un gobierno que permitió una feroz fuga de divisas cercana a los 90.000 millones de dólares y un pago serial de vencimientos de deuda externa nunca antes visto en la historia argentina, dejando así un agujero de divisas que los dólares sojeros no pueden compensar y que pone en riesgo la sustentabilidad política del gobierno luego de un crecimiento económico con alta inflación y una pobreza cercana al 30%, opacando los logros alcanzados a lo largo de los más de 10 años de kirchnerismo.
Sumado a este panorama de debilidad económica, se experimenta otra fisura en las bases de sustentación social del gobierno que ya no ve en Cristina una figura representativa de los intereses populares de las clases bajas y medias, sino una amenaza a la supervivencia de las familias argentinas ante las últimas oleadas de vandalismo social producidos en varias provincias, a partir del amotinamiento y sedición de las policías corruptas narco que promovieron los saqueos selectivos a comercios.
Por si todo esto fuera poco, las denuncias jurídico-mediáticas promovidas contra el vicepresidente Amado Boudu y el empresario multimillonario más cercano a Cristina Fernández, Lázaro Báez, terminaron de horadar la credibilidad moral y ética de una dupla presidencial multimillonaria representativa del empresariado nacional depredador característico del capitalismo argentino feudal, que ve diluir su poder en un mar de inconsistencias ideológicas que asocia una supuesta inclusión social a convenios con transnacionales como Chevron, Monsanto, Barrick Gold, el BM, el BID, y cualquier otra corporación que le acerque algunos dólares a las estresadas reservas del Banco Central de la República Argentina.