Eduardo Garzón
La Marea

 

“Inflación” es el nombre que recibe el aumento de los precios. Esto es algo que sucede prácticamente siempre en cualquier economía capitalista, salvo en períodos particulares (de severa recesión económica) durante los cuales los precios caen en vez de subir. Sin embargo, lo relevante y preocupante no es que haya inflación, sino que ésta sea muy elevada. Una inflación moderada es perfectamente normal, y no desestabiliza las decisiones de los agentes económicos. Pero cuando hacen aparición etapas de elevada inflación o hiperinflación en una determinada economía cunde ciertamente el caos. Los precios de los productos y servicios pueden aumentar muchísimo en cuestión de meses, días e incluso horas, con lo cual se produce una situación que es totalmente desastrosa para la economía. No hace falta detenerse en los efectos tan perjudiciales que tiene una elevada inflación porque son bien conocidos. Lo que aquí haremos será tratar el asunto de por qué se originan estos periodos de inflación descontrolada.

La teoría económica convencional –concretamente la planteada desde los principios monetaristas– lo tiene claro: los precios aumentan a un ritmo elevado cuando hay demasiado dinero en circulación. Pero esta afirmación no es del todo exacta y da pie a grandes malentendidos. Vamos a ver por qué. En realidad, tal y como se sostiene desde una perspectiva heterodoxa, la inflación elevada aparece cuando la cantidad de dinero que existe resulta excesiva en comparación a la cantidad de bienes y servicios producidos. A primera vista parece que esta definición no se aleja mucho de la anterior. Pero si se atiende a los detalles se verá que hay diferencias que cambian notablemente el asunto. Según la primera acepción, la elevada inflación depende sólo de un factor: la cantidad de dinero. Según la segunda, depende de dos: la cantidad de dinero y también la cantidad de bienes y servicios producidos.

De esta forma, para el economista convencional altos niveles de inflación se producen porque comienza a circular mucho dinero por la economía (debido normalmente a la creación de dinero por parte del banco central). Según su visión, si esto ocurriera, las empresas y consumidores utilizarían ese dinero para comprar productos y servicios, y puesto que los vendedores se verían desbordadas por tanta demanda, pasarían a aumentar los precios de sus productos y servicios para aprovecharse de la situación. Esto extendido a toda la economía tendría como resultado un generalizado y notable aumento del nivel de precios.

En cambio, para el economista heterodoxo altos niveles de inflación pueden aparecer por dos motivos: 1) por precisamente lo comentado en el párrafo anterior, o 2) porque la cantidad de bienes y servicios se reduzca debido a cualquier acontecimiento (recesión, guerra, shock financiero, malas políticas, etc). En este segundo caso la poca producción existente se intentaría vender al máximo precio posible para sacarle el mayor partido posible, y como los compradores poseen más dinero de la cuenta, los vendedores pueden vender sus productos a mayor precio. La cantidad de dinero total no se vería alterada pero sí resultaría excesiva para la reducida producción existente, con lo cual acabaría apareciendo con fuerza la inflación.

Así las cosas, ¿cuántos períodos de inflación elevada acontecidos a lo largo de la historia y a lo largo del planeta se produjeron debido al primer factor y cuántos debido al segundo? Ésta es la pregunta que responde la economista Stephanie Kelton de la Universidad de Missouri-Kansas utilizando un reciente informe de Cato Institute que recoge y analiza 56 diferentes casos de hiperinflación (periodos con un aumento de los precios superior al 50% cada mes). Pues bien, la conclusión es que en ni un solo caso de los 56 la hiperinflación fue provocada por algún banco central que se volviese loco creando dinero nuevo. Es decir, en ningún caso la causa de la hiperinflación se encuentra en una abundante creación de dinero, sino precisamente en un descenso fortuito de la producción de bienes y servicios.

Por mencionar los ejemplos más conocidos: la hiperinflación sufrida en Zimbabwe entre 2007 y 2008 (la segunda más intensa de la historia) se debió al colapso del sector agrícola, que provocó una escasez de alimentos muy pronunciada. La hiperinflación registrada en Alemania entre 1922 y 1923 fue causada por la destrucción del aparato industrial alemán durante la primera guerra mundial así como la pérdida de buena parte del mismo debido a la entrega a Francia de los territorios de Alsacia-Lorena. La hiperinflación que experimentó Rusia en 1992 fue causada por la estrepitosa caída de la producción como consecuencia del cambio de sistema socialista a uno capitalista.

En definitiva, la hiperinflación nunca surge porque un banco central pierda el control e imprima una cantidad excesiva de dinero, sino que aparece en situaciones extremas (conflictos bélicos, transición desordenada de sistemas económicos, y por pésimas políticas económicas) que provocan caídas importantes de la producción.