Mariano Massaro
Rebelión

Con reiterada asiduidad las derechas consignan que el gobierno ha realizado un giro de su proyecto político a la derecha. Tales aseveración se anclan en la interpretación de acciones coyunturales, sin lograr hilarlas a un contexto más amplio.

Dichas interpretaciones apuntan temas tales como el preacuerdo con la española Repsol, con el consecuente pago indemnizatorio, el nombramiento del contador Capitanich a cargo de la Jefatura de Gabinete, la salida de Moreno, la posibilidad de toma de créditos en el sector externo, el caso Chevron, entre otras acciones. En relación a ello, resulta esclarecedor analizar el contexto donde se han tomado dichas decisiones y, verificar si se ha configurado una modificación de las políticas que son vector del proyecto político que impulsa el kirchnerismo, o no.

Esta enumeración arbitraria, incompleta por cierto, no puede, bajo riesgo de impugnar la profundidad de la mirada, desconocer las tensiones políticas desde donde emanan. Para comprender parte de dichas tensiones, la clave esta en la correcta caracterización de los sujetos políticos productores de las medidas en cuestión. La afirmación que sostiene una equivalencia entre el kirchnerismo y el menemismo, o el no reconocimiento al kirchnerismo de su profunda actitud rupturista del statu quo, su anomalía histórica, etc, nos invitan a una identificación más pormenorizada. Partimos de la identificación del kirchnerismo como un movimiento, el cual abriga en su interior diversos sujetos políticos; así, el kirchnerismo duro es solo uno de los actores, el cual ejerce cierto grado de hegemonía, pero existen otros actores que completan el movimiento y, van desde derecha a izquierda. No percibir que este entramado heterogéneo produce tensiones intestinas, solo traduce un peligroso reduccionismo. Desde este barro contradictorio y tenso fluye el intento de despliegue de algunas políticas de Estado. En esta misma línea argumentativa, presentando una óntica del peronismo, diría Horacio González: “el peronismo tiene la capacidad de presentarse como resolviendo el conflicto social por un lado y con las necesidades de expresarlo en términos de una conformación revolucionaria de las clases populares, por otro”. Esta es la trama que discute el movimiento; tensiones endógenas y exógenas, y del juego de equilibrio de estas variantes es donde hay que rastrear parte del contexto desde donde se plantean las medidas impugnadas.

Para continuar con la pregunta inicial, resulta incuestionable que una de las piedras angulares del proyecto se basa en la ampliación y protección de los puestos de trabajo, el flanco frágil quizá se manifieste en la calidad del empleo; pese a ello, la defensa del trabajo ha predeterminado gran parte de las medidas de gobierno, así puede analizarse el proceso de sustitución de importaciones, buscando generar puestos de trabajo, saliendo de un esquema netamente agro exportador. Este hecho impulsó un aumento del consumo energético que debió ser atendido con urgencia, apelando a la importación del Fuel Oil, lo que trajo como consecuencia un déficit anual de U$S 10.000.000.000. Este hecho impulsó fuertemente la búsqueda de soberanía energética y reducción del peso en la balanza de pagos que representa la importación de combustibles. Allí nació la consecuente estatización del paquete accionario de YPF que permite el control estratégico de la compañía. La utilización del tipo societario escogido, puede decepcionar voluntades susceptibles, pero el objetivo de mediano plazo que se depositó en YPF continúa impertérrito.

En otro orden de ideas, en la Argentina rige una ley de expropiación que contempla los extremos normativas para dicho proceso. El Parlamento argentino sancionó la expropiación del 51% de YPF contemplando la legislación vigente, sujeto a la tasación que determine el Tribunal de Tasación de la Nación, allí condensa institucionalidad pura y defensa de los intereses del Estado argentino, independientemente de las necesidades de los gobiernos. Ningunas de estas acciones puede ser tildada de giro a la derecha.

El mal llamado caso Chevron, linda con la ignominia. Va de suyo que la explotación de yacimientos no convencionales como el de Vaca Muerta, requieren “necesariamente” la utilización de tecnología específica. Sabido es que no son muchas las petroleras que cuentan con el know how. La necesidad de una asociación táctica que suministre aquello de lo que se carece es del más profundo sentido común y no de cesión soberana. Partiendo de la afirmación de que toda actividad humana es contaminante, la discusión se centra en como desarrollarla, no en impedir su ejecución. Debemos gambetear las posiciones del terrorismo ecológico, resabio de la izquierda europea que no supo, no pudo, o no quiso dar una batalla ideológica y política contra el neoliberalismo del viejo continente, que en definitiva, ponen en tensión la posibilidad de acceder a recursos estratégicos, como el petróleo y gas, donde se juega parte de la soberanía económica del país.

Comenzábamos poniendo en el centro de la discusión la pregunta sobre la existencia o no de un giro a la derecha del gobierno. No obstante lo cual, los tópicos enumerados por las diversas críticas, en mi opinión, son la expresión de flexibilidad táctica, con la utilización de un pragmatismo que tributa a posiciones ideológicas sólidas que respaldan ejes centrales del proyecto: defensa del trabajo, ampliación de los márgenes de soberanía.

La cuestión “Capitanich”, se desliza en otro andarivel. Afirmar que existe un acercamiento ideológico con el PJ, basado en esta designación, implica carecer de una herramienta de análisis político más vasta. Lo central, es quien ejerce la conducción política y, bajo que parámetros. El kirchnerismo no ha cedido la iniciativa política a los requerimientos de la liga de gobernadores. Desde esta óptica, también podría sostenerse que la incorporación del flamante ministro de economía, podría significar una profundización o giro a la izquierda. En suma, los objetivos estratégicos no han variado, pero si la operatividad de algunas máximas acuñadas por Sun Tzu y Clawusewitz.

Para finalizar debemos remarcar que la política de desendeudamiento sostenida por el kirchnerismo, ha sido una política de Estado, la cual ha buscado aliviar el peso de la deuda respecto del PBI, para principalmente liberarse de condicionamiento externos respecto de la política económica, objetivo cumplido por cierto. Dicho de otra forma, fue una política que tributó a la búsqueda de soberanía política y económica. Producto de la exitosa renegociación de la deuda, y su consiguiente quita, el sistema financiero internacional penó a la Argentina para acceder a financiamiento externo para grandes obras de infraestructura con tasas leoninas. Si se despejara esta cuestión, en momentos de excedentes de divisas en el mundo, y se tuviera acceso a las tasas extraordinariamente bajas que brinda la crisis del capitalismo mundial y, se aplicara esos recursos, no ya al repago de deuda como ha sido la historia del endeudamiento argentino, sería una decisión estratégica adulta. Visualizar en esta acción un giro a la derecha, es pelearse con una racionalidad política argumentada que esta en relación con el escenario político real. Afirmar así, no obstaculiza marcar falencias, indicar tensiones internas del proyecto, o sindicar la ausencia de debates trascendentes o incluso no coincidir con diversos puntos. Es plausible una responsabilidad política de las oposiciones para instalar una agenda política que contenga esas cuestiones, pero no a costas de una cosmovisión irracional que se divorcie de un sentido común progresista.