El mar de información y propaganda sobre las leyes aprobadas por el Congreso en este infausto año no dejan lugar a dudas: los próximos meses y años serán tiempos muy difíciles para la población trabajadora y para sus familias. Las leyes que permiten la entrada sin cortapisas de los capitales privados de las poderosas transnacionales petroleras y eléctricas en las industrias hegemonizadas por las dos principales empresas estatales de México, Pemex y la CFE, las leyes fiscales que significan más impuestos para la población y las contrarreformas educativas que anuncian despidos de maestros y una mayor carga financiera a los padres de familia para el mantenimiento de las escuelas cada vez menos públicas, todo esta batería legislativa aprobada por el PRI, el PAN con la complicidad manifiesta del PRD, anuncia el encarecimiento de la vida y la profundización de la pobreza de los grandes sectores mayoritarios.
La propaganda oficial que con el cinismo típico de los gobernantes satura los medios de comunicación anunciando promesas de que «con las reformas se pagará menos por el gas y por la electricidad» se ve contradicha ya en estos días cuando en el Distrito Federal y en otras ciudades del país se han decretado aumentos de la transportación pública. Al respecto el aumento del boleto del metro de la ciudad de México de tres a cinco pesos, es el más escandaloso debido a que ha sido decretado por el gobierno de Miguel Ángel Mancera, candidato del PRD a la jefatura de gobierno del D.F., que ganó por una abrumadora mayoría con los votos de los más amplios sectores populares quienes ahora son los destinados a cargar con el aumento de este medio de transporte que es de lejos el que más usan.
La principal causa de la victoria apabullante de Peña Nieto y del PRI, ciertamente ha sido la complicidad de los dos partidos principales de la «oposición» parlamentaria, el PAN y el PRD. El «Pacto por México» suscrito en los primeros días del gobierno de la restauración priista de Peña Nieto por los tres partidos mayoritarios, PRI, PAN y PRD, fue la carta política decisiva con la que el presidente logró alfombrar prácticamente su camino para conseguir estas reformas que durante los sexenios panistas ni Fox, ni Calderón pudieron lograr por su incapacidad y torpeza políticas para conseguir la colaboración de los partidos de «oposición».
La lección fue aprendida por los priistas que han sabido conseguir el compromiso con los dos partidos «opositores» que pavimentó su éxito. El papel del PAN era más que previsible, siendo este partido el directamente vinculado con los sectores capitalistas más poderosos nacionales e imperialistas. Para los panistas, su alianza con el PRI, ante todo en lo que respecta a la contrarreforma energética representa una victoria que codiciaban desde hace décadas. El caso del PRD, dirigido por los conciliadores Chuchos, es más complejo pero no menos vergonzoso. Creyendo poder sacar partido de su alianza con el PRI, el protagonismo del PRD en el Pacto fue contradictorio y finalmente lo comprometió como un aval de las maniobras priistas. Su salida del Pacto supuestamente como consecuencia de la decisión priista de ir con todo en la privatización de facto de Pemex con las reformas constitucionales de los artículos 27 y 28, no significó un real y efectivo giro estratégico. De hecho, aliándose con Cuauhtémoc Cárdenas, los Chuchos optaron por la estrategia de posponer hasta 2015, en una «consulta popular» la pelea para echar abajo la actual reforma energética, es decir, optaron por no luchar efectiva y militantemente contra la política del PRI y de Peña.
Por su parte, el Movimiento de Renovación Nacional (Morena) de López Obrador (AMLO) tampoco logró estructurar una verdadera campaña contra las propuestas de Peña. Las diversas e importantes concentraciones realizadas en el Distrito Federal durante el año nunca concluyeron en propuestas efectivas de lucha. Esto sucedió a pesar de que amplios sectores populares en estas manifestaciones exigían a AMLO la convocatoria de un «paro nacional», lo cual éste líder jamás tuvo en consideración. Para colmo, este movimiento fue dañado, en la semana de diciembre en que se decidiría precisamente las votaciones sobre la privatización de las industrias petrolera y eléctrica, con la ausencia de AMLO quien sufrió un infarto precisamente en esos días cruciales, lo cual que privó a este movimiento de su principal líder, de hecho de su caudillo, en los días clave de la protesta masiva.
Las consecuencias políticas de estos acontecimientos serán mayúsculas. Una etapa de la lucha política en México ha terminado, la etapa en que el «nacionalismo revolucionario» representaba la corriente principal en los amplios sectores populares, incluidos de los trabajadores. El neocardenismo, incluso Morena la otra vertiente surgida de este campo histórico que ha sido el «nacionalismo revolucionario», han demostrado ser impotentes ante la contraofensiva del capital nacional y transnacional. Han demostrado ser corrientes sin la base de trabajadores y proletaria necesaria para detener y echar abajo la contraofensiva capitalista actualmente en plena marcha. Han demostrado ser direcciones burguesas, incapaces de confrontarse verdaderamente al imperialismo.
La gesta fundamental, la identificación misma de la victoria clave de lo que fue la Revolución Mexicana y sus consecuencias, la expropiación y la nacionalización del petróleo cardenista de 1938, finalmente, después de siete décadas ha sido echada abajo por la contrarrevolución, en el 2013 representada por el PRI y el PAN, con la complicidad tácita de la dirección conciliadora del PRD. Todo un ciclo de la política popular mexicana ha terminado en el 2013. Es evidente que los intereses políticos y sociales de las masas de trabajadores de México no se expresaron con la independencia y la contundencia necesarias para enfrentar a las políticas burguesas del PRI, el PAN y del vergonzoso cómplice que ha sido el PRD en estos momentos definitorios.
Otras direcciones, hoy solamente embrionarias, otros programas clasistas e independientes que se forjan en los márgenes de la política institucional, otra estrategia revolucionaria que se prepara en los ámbitos de los sectores hoy minoritarios de grupos socialistas revolucionarios, otras ideas y métodos proletarios se gestan para protagonizar la nueva etapa de la política que se abrirá camino surgiendo de las cenizas de estas derrotas sufridas en los últimos años por las masas trabajadoras de México. Y así deberá surgir el ave Fénix de la política independiente, clasista e internacionalista encarnada en las organizaciones verdaderamente revolucionarias que garantizarán las victorias futuras que se avecinan después de los devastadores temporales actuales.
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