…lo que vendría en Venezuela después de la V República

El programa económico puesto en práctica en Chile durante la dictadura militar de Pinochet fue una aspiración histórica de un grupo de economistas chilenos, la mayoría de ellos entrenados en la Universidad de Chicago por Milton Friedman y Arnoldo Harberger. Profundamente involucrados en la preparación del golpe, los «Chicago boys», convencieron a los generales que ellos estaban en condiciones de complementar la brutalidad, que los militares poseían, con los activos intelectuales de que carecían. El Comité Especial del Senado Norteamericano sobre Inteligencia ha revelado que los «colaboradores de la CIA» ayudaron a planear las medidas económicas que la Junta chilena puso en ejecución inmediatamente después de usurpar el poder («A Draconian Cure for Chile’s Economic Ills», Business Week, 12 de Enero de 1976). Testigos ante el Comité sostienen que algunos de los «Chicago boys» recibieron fondos de la CIA por esfuerzos de investigación tales como un programa económico de 300 páginas que fue entregado a los líderes militares antes del golpe. Es por lo tanto comprensible que después de tomarse el poder ellos estuvieran como lo dijo The Wall Street Journal (2 de Noviembre, 1973), «impacientes por lanzarse» sobre la economía chilena. Su primera aproximación a la situación fue gradual; sólo después de un año de relativa confusión decidieron implementar sin mayor modificación el modelo teórico que habían aprendido en Chicago. La ocasión mereció una visita a Chile de Mr. Friedman mismo, quien, junto a su colega Profesor Harberger, hizo una serie de bien publicitadas apariciones para promover un «tratamiento de shock» para la economía chilena, algo que Friedman enfáticamente describió como «la única medicina. Absolutamente. No hay otra. No hay otra solución de largo plazo» (la cita es de «El Mercurio» de Santiago, 23 de Marzo de 1975).

Desde 1971 a 1973, la mayoría de las industries monopólicas y oligopólicas fueron nacionalizadas y transferidas al sector público. Sin embargo, el celo con que la dictadura militar ha desmantelado la participación del Estado en la economía y transferido industrias a propietarios extranjeros sugiere que los niveles de concentración y monopolización fueron tan altos como antes del gobierno de la Unidad Popular (Allende).

Las prescripciones del señor Friedman no rindieron los efectos económicos implícitos en su modelo teórico. En la primera mitad de 1975, como parte del proceso de suprimir las regulaciones de la economía, el precio de la leche fue eximido de control. ¿Cuál fue el resultado? El precio al consumidor subió un 40% y el precio pagado al productor cayó 22%. Habían más de 10.000 productores de leche en Chile pero sólo dos compañías procesadoras, controlaban el mercado.

Pero la clave de la receta de Friedman, es el control de la inflación. Debería, de acuerdo con la Junta, unir los «vigorosos esfuerzos de todos los chilenos». El Profesor Harberger declaró categóricamente en Abril de 1975: «No puedo ver ninguna excusa para no detener la inflación: sus orígenes son bien conocidos; los déficit fiscales y la expansión monetaria deben ser terminados. Sé que me preguntarán sobre el desempleo; si los déficit fiscales fueran reducidos a la mitad, aún así la tasa de desempleo no aumentaría más que un 1%» (Qué Pasa, 10 de Abril de 1975). De acuerdo a las cifras oficiales de la Junta, entre Abril y Diciembre de 1975, el déficit fiscal se redujo en aproximadamente el 50% recomendado por Harberger. En el mismo período, el desempleo subió seis veces más de lo que predijo. El remedio que continúa recomendando consiste en reducir el gasto fiscal que reducirá el circulante. Esto significará una contracción en la demanda, que a su vez provocará una reducción general de precios. Así la inflación sería derrotada. El profesor Harberger no dice explícitamente quién tendría que disminuir su nivel de vida para soportar los costos de la curación. Sin ninguna duda, la excesiva expansión monetaria constituye un importante factor inflacionario en cualquier economía. Sin embargo, la inflación en Chile (o en cualquier país subdesarrollado) es un problema mucho más complejo que el supuesto por los modelos mecánicos de los teóricos monetaristas.

La prueba empírica del fracaso económico es avasalladora. El 24 de Abril de 1975, después de la última visita conocida de los señores Friedman y Harberger a Chile, el Ministro de Hacienda de la Junta, Jorge Cauas, dijo: «La Honorable Junta me ha pedido que formule y lleve adelante un programa económico principalmente dirigido a erradicar la inflación. Junto con un numeroso grupo de técnicos hemos presentado a las autoridades chilenas un programa de reactivación económica que ha sido aprobado y está comenzando. El objetivo principal de este programa es detener la inflación en lo que queda de 1975». (El «grupo de técnicos» es obviamente Friedman y compañía). A fines de 1975 la tasa anual de inflación en Chile había alcanzado 341%, la más alta inflación en el mundo. Los precios al consumidor aumentaron ese mismo año en un promedio de 375%; los precios al por mayor crecieron en 440%.

Pero el resultado más dramático de las políticas económicas fueo el aumento en el desempleo. Antes del golpe, el desempleo en Chile era 3.1%, uno de los más bajos en el Hemisferio Occidental. A fines de 1974, la tasa de desempleo había aumentado más allá del 10% en el área metropolitana de Santiago y era aún más alta en varias otras partes del país. Cifras oficiales de la Junta y del Fondo Monetario Internacional muestran que a fines de 1975 el desempleo en el área metropolitana de Santiago había alcanzado 18.7%; la cifra correspondiente en otras zonas del país era más de 22%; y en sectores específicos como la industria de la construcción, había alcanzado casi 40%.

Las condiciones inhumanas bajo las cuales pasó a vivir un alto porcentaje de la población chilena se refleja más espectacularmente en los sustanciales aumentos de la malnutrición, la mortalidad infantil, y la aparición de miles de mendigos en las calles de las ciudades chilenas. Esto constituye un cuadro de hambre y miseria nunca antes visto en Chile. Las familias que reciben el «salario mínimo» no pueden comprar más de 1000 calorías y 15 gramos de proteínas por persona al día. Esto es menos que la mitad del nivel mínimo satisfactorio de consumo establecido por la Organización Mundial de la Salud. Es, en resumen, lenta muerte por hambre.

Las políticas económicas de la Junta chilena y sus resultados deben ser colocadas en el contexto de un amplio proceso contrarrevolucionario que persiguió restituir a una pequeña minoría el control económico, social y político que perdió gradualmente durante los últimos treinta años, y particularmente en los años del Gobierno de la Unidad Popular.

En resumen, ellos fracasaron en destruir la conciencia del pueblo de Chile. El plan económico tuvo que ser impuesto, y en el contexto chileno ello podía hacerse sólo mediante el asesinato de miles de personas, el establecimiento de campos de concentración a través de todo el país, el encarcelamiento de más de 100.000 personas en tres años, el cierre de los sindicatos y organizaciones vecinales y la prohibición de todas las actividades políticas y de todas las formas de expresión. Represión para las mayorías y «libertad económica» para pequeños grupos privilegiados fueron en Chile dos caras de la misma moneda.

mmaytin@gmail.com