Traducido para Rebelión por Germán Leyens |
Durante mucho tiempo, guardabarreras del establishment de la elite en Occidente se han burlado de los que afirman que el líder palestino Yasir Arafat fue envenenado. En cuanto a los que afirman que fue envenenado por Israel – por supuesto, son dementes teóricos de la conspiración.
Sin embargo, esa misma gente que ridiculizó la idea del envenenamiento de Arafat es, en general, la misma que afirma, sin la menor duda, que el espía asesinado, Aleksandr Litvinenko, fue envenenado en Londres por las autoridades rusas en 2006.
Ahora todavía no sabemos con seguridad que Arafat fue envenenado, o que Israel fue responsable, pero después de las noticias de la semana pasada de que científicos suizos han encontrado niveles de polonio-210 18 veces más elevados en su cuerpo exhumado, esos guardabarreras de la elite tienen muchas más dificultades para descartar arrogantemente como ‘chalados’ a los que sostienen que Arafat fue asesinado.
Lo que nos muestran los casos de Litvinenko y Arafat es que hay teorías conspirativas oficialmente ‘aprobadas’ y aquellas que no reciben aprobación oficial.
Que los guardabarreras en Occidente designen quiénes son ‘teóricos de la conspiración’ no tiene nada que ver con cuánta evidencia existe para apoyar una afirmación o la calidad de esa evidencia, sino es un llamado político, basado en a quién se refiere la teoría conspirativa y quién la presenta.
Los guardabarreras del establishment no son jueces objetivos, sino son fuertemente prejuiciados y designan cualquier idea que no les gusta como una ‘teoría conspirativa’. Designar a alguien como ‘teórico conspirativo’ es su manera estándar de declarar que esa persona está ‘prohibida’, es decir que él o ella son una fuente poco fiable y desvaría. Es una manera cómo el disenso y el debate son asfixiados en lo que aparentan ser sociedades democráticas – y cómo se margina deliberadamente a quienes cuestionan la narrativa del establishment dominante.
Sin embargo, la mayor ironía es que en los últimos 20 años o algo así, los mayores impulsores de teorías conspirativas han sido esos mismos políticos de la elite occidental y guardabarreras del establishment que se apresuran a acusar a otros de pregonar teorías conspirativas.
Son los que impulsaron, con gran celo, la teoría conspirativa de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva (ADM) en 2003. Fue una teoría que tuvo consecuencias reales, letales, al conducir a una guerra flagrantemente ilegal y a las muertes de por lo menos 500.000 personas. Esos guardabarreras de la elite también han impulsado la teoría conspirativa de que Irán ha estado desarrollando en secreto armas nucleares – de nuevo sin presentar ninguna evidencia convincente. Esa teoría conspirativa ha llevado a la imposición de sanciones draconianas contra la República Islámica, que han causado grandes sufrimientos a la gente de a pie.
Este año, esos teóricos de la conspiración del establishment han vuelto a estar activos, afirmando con gran convicción que fue el gobierno sirio el que lanzó un ataque de armas químicas en Ghouta, a pesar de que todavía no sabemos con seguridad quién fue responsable.
Otras teorías conspirativas ‘aceptables’ tienen que ver con elecciones, si las elecciones en países extranjeros son ganadas por el lado ‘equivocado’ es decir el lado que las elites occidentales no quieren que gane; entonces se afirma rutinariamente que las elecciones fueron ‘amañadas’ o ‘robadas’. Por lo tanto, el difunto Hugo Chávez no ganó sus victorias electorales en Venezuela porque era genuinamente popular y amado por su pueblo, sino porque influenció ilegalmente las elecciones. Las mismas afirmaciones se hicieron contra Mahmud Ahmadineyad cuando fue reelegido como presidente iraní en 2009.
Pero cuando se pide a los guardabarreras que presenten evidencia para justificar sus afirmaciones de fraude electoral, mantienen silencio.
Stephen Hildon, un comentarista político, @StephenHildon, pidió a un semejante guardabarreras en Twitter que presentara evidencia para su afirmación de que Hugo Chávez se involucró en ‘amaño generalizado de una elección estatal’. Hasta ahora no ha recibido respuesta alguna.
En círculos de la elite occidental, está bien afirmar que Iraq poseía ADM aunque no las tenía. Está bien decir que Irán tiene un programa de armas nucleares. Está bien decir que el gobierno sirio lanzó ataques con armas químicas contra su propio pueblo. Está bien decir que Hugo Chávez se involucró en el ‘amaño generalizado’ de elecciones. Cuando el país en cuestión es un ‘enemigo oficial’ no se necesita mucha, si alguna, evidencia para hacer afirmaciones en su contra. La afirmación ni siquiera tiene que ser lógica.
Porque el sentido común nos dice que si Bush y Blair creían genuinamente que Iraq poseía ADM en 2003, no hubieran atacado, ni siquiera hablado de atacar a ese país. El sentido común también nos dice que hubiera sido una locura total que el gobierno sirio lanzara un masiva ataque con armas químicas cerca de Damasco cuando había inspectores de la ONU en la ciudad y cuando halcones belicistas en Occidente buscaban cualquier pretexto para lanzar ataques militares contra el país. Sin embargo, se espera que nos traguemos esas teorías de la elite, a pesar de la falta de evidencia y del hecho de que carecen de sentido.
Al contrario, si el país bajo sospecha es occidental, o un aliado de Occidente, como ser Israel, cualquiera que haga alguna afirmación sobre sus acciones –afirmando que ha asesinado a alguien, o que ha estado involucrado en sospechosas, dudosas actividades– será calificado de ‘teórico conspirativo’, incluso si lo que afirma es de hecho bastante lógico.
Es hora de que los que cuestionan la narrativa dominante del establishment en Occidente pasen a la ofensiva y den vuelta la tortilla a los guardabarreras de la elite que aúllan ‘teórico conspirativo’ a cualquiera que se atreva a cuestionar la línea oficial del partido de la guerra. Lo que determina si una idea es realmente una teoría conspirativa debiera ser la evidencia –o su falta– y una evaluación lógica de quién se beneficiaría realmente de la acción. Ciertamente no debiera ser el punto de vista sesgado de los que han sido designados como árbitros de lo que es o no es una teoría conspirativa.
Otra afirmación que ha sido hecha por los guardabarreras del establishment es que la base de las teorías conspirativas es el ‘antisemitismo’. En otras palabras, plantean una teoría conspirativa sobre teorías conspirativas. Si alguien cree o apoya lo que los guardabarreras han definido como una ‘teoría conspirativa’, no solo es un ‘chalado’, sino es un antisemita, o más precisamente, anti-judío. El objetivo es evidentemente asegurar que los que no tienen los puntos de vista ‘correctos’, es decir pro establishment sean totalmente aislados, ya que por razones obvias ser acusado de ser anti-judío después de los horrores del nazismo y el Holocausto es algo que la mayoría preferiría evitar.
De nuevo, no se produce evidencia convincente para respaldar la afirmación de que las teorías conspirativas son inherentemente anti-judías, y cualquier análisis serio, objetivo, de las teorías conspirativas llevaría al rechazo de la idea como bastante ridícula. Pero no importa ya que son los guardabarreras de la elite los que hacen esa acusación ponzoñosa y ellos –a diferencia de los disidentes– no tienen que demostrar sus alegaciones.
El hecho es que si se buscan absurdas teorías conspirativas, la experiencia de los últimos 20 años nos dice que el mejor sitio para encontrarlas no es en los así llamados sitios ‘marginales’ en la web, o en medio ‘alternativos’, sino en la boca –y las plumas– de los guardabarreras de la elite.
Trátese de afirmaciones de que Iraq podría desplegar sus ADM ‘dentro de 45 minutos’, o de que Irán desarrolla armas nucleares, o de que Hugo Chávez amañó elecciones, nadie produce teorías conspirativas mejor que la elite de Occidente que odia las teorías conspirativas.
Neil Clark es periodista, escritor y locutor. Su blog galardonado se encuentra en: www.neilclark66.blogspot.com .
Este artículo fue originalmente publicado por RT.