En algo más de una década el mundo de la información ha dado un vuelco de gigante. Si antes nos preocupaba la censura, ahora hemos de lidiar con el exceso. Pero cantidad no es igual a calidad. Pascual Serrano lleva años observando los cambios en los modos de comunicación, analizando su evolución, y participando en diferentes ámbitos.
Internet ha cambiado nuestra concepción del mundo. Las redes sociales abren infinitas posibilidades de comunicación y las grandes empresas han copado los medios tradicionales. Si antes el problema era la censura hoy tenemos saturación. Pero cantidad no es calidad, información no es igual a pensamiento, igual que red social no es lo mismo que socializar ni se debe confundir lo virtual con lo real. Con este panorama ¿no es normal que andemos un poco despistados? Pascual Serrano es cofundador de la revista digital Rebelión, y miembro del consejo de administración de Mundo Obrero, El Otro País y Pueblos, donde colabora habitualmente. Además, es autor de numerosos libros que tratan de explicar el mundo de los medios y orientar al ciudadano que, en medio de tsunamis de informaciones de todo pelaje, trata de interpretar el mundo en el que vive. Una labor ardua, pero posible.
-¿Cómo es el periodismo hoy en día? Aquel periodismo que hablaba de independencia, rigor, imparcialidad, etc. ¿es posible o hablamos de una profesión del pasado?
-Evidentemente hay muchos periodismos, pero el más poderoso es el de grandes empresas, no empresas de comunicación, grandes emporios económicos que tienen parte de sus inversiones colocadas en medios de comunicación. De modo que ese periodismo no es otra cosa que el departamento de imagen de esas empresas: operan para mantener el modelo económico neoliberal en el que se desenvuelven, protegen la imagen de la empresa, silencian o estigmatizan a cualquier líder o movimiento que busca cambiar el modelo, etc… Eso no ocurría igual hace un siglo porque esas grupos económicos no habían puesto el ojo en los medios de comunicación. Luego están los medios públicos, las iniciativas colectivas o cooperativistas de profesionales, los medios comunitarios. El periodista se deberá reubicar en función de donde vaya a desarrollar su trabajo.
-Solíamos entender el periodismo como un complemento de la democracia, un sistema de vigilancia, un «seguro», etc. ¿Cómo están las cosas ahora?
-También depende de qué medio estamos hablando. El periodismo -es un decir- de los medios comerciales es una vigilancia, pero para asegurarse que el modelo no cambie. En otros ámbitos, como en un periodismo cooperativo o comunitario, puede mantenerse el principio de vigilancia de los poderes. Lo que sucede es que no se trata de vigilar a los tres poderes de Montesquieu, que es a lo que hacía referencia el término Cuarto Poder con el que se calificó a la prensa. El poder que hay que vigilar y que domina a los tres y al cuarto es el económico.
-El marco de trabajo ha cambiado mucho. La aparición de las agencias de comunicación, la generalización de los comunicados de prensa, las ruedas de prensa sin preguntas o, rizando el rizo, directamente televisadas… ¿en qué lugar deja todo esto a la profesión?
-Es verdad que cada vez hay más intereses presionando al periodismo. Noticia ya no es lo que alguien quería que no se supiese, sino lo que alguien quiere que se sepa. Pero el problema es que triunfa porque el periodismo no cumple su responsabilidad. Veamos el ejemplo de las preguntas en las ruedas de prensa: se han indignado los periodistas por no poder hacerlas, pero es que hasta hace poco eran unos pocos medios los que tenían el oligopolio de asistir y preguntar. ¿Acaso sus preguntas representaban lo que yo quería preguntarles a los políticos? En el Parlamento también los diputados hacen preguntas al gobierno, diputados que representan a cientos de miles de ciudadanos. ¿Acaso las difundían los periodistas que monopolizaban la información? El programa televisivo «Tengo una pregunta para usted» fue un éxito porque permitía que los ciudadanos preguntaran lo que no hacían los periodistas. ¿Por qué los medios no lo repiten si tanto quieren que haya preguntas para los políticos? ¿O acaso es que lo que quieren es preguntar ellos solos? Apropiarse del discurso del político, interceptarlo.
-Los medios tradicionales de comunicación (tv, prensa escrita) ¿siguen siendo canales válidos o los tiempos obligan a un cambio de paradigma?
-Hubo dos cambios importantes. El primero con la aparición de los medios alternativos en internet que dejaron en evidencia lo que silenciaban esos grandes medios, lo que manipulaban y lo que mentían. Su mito se desmontó. Ahora, con las redes sociales, se produce un segundo cambio, el formato tradicional de medio con sus secciones de Nacional, Internacional, Cultura, Deporte, etc… se ha dinamitado. Y eso ha afectado a todos los medios, los tradicionales y los nuevos. La gente no va a la portada de un medio y luego a la sección que le interesa, entra a determinadas noticias a través de las redes. Eso es un cambio de paradigma tremendo, con sus consecuencias buenas y sus consecuencias malas.
-La información que brinda un medio está condicionada por los intereses particulares de cada empresa. ¿Se puede hablar de una «desinformación» premeditada y dirigida?
-Mi teoría es que hay dos desinformaciones. La estructural, debido al formato de brevedad, inmediatez, bajo costo, espectacularidad, etc… que impone el modelo. Y luego la intencional en base a los criterios de cada medio. La intencionalidad es lícita e inevitable, lo importante es que sea ética y honesta, que no oculte, distorsione, descontextualice o aplique dobles raseros. Y, sobre todo, que no mienta. Debemos combatir la intencionalidad ilícita y también los formatos mediáticos que desinforman.
-¿Cómo hablamos de la responsabilidad, de la ética y similares conceptos, cuando el periodista es un asalariado temporal, pobremente pagado, etc?
-He dicho en muchas ocasiones que en los grandes medios el periodista es como un albañil, se limita a poner ladrillos en los lugares que le han dicho y de la calidad previamente establecida. O diría más, es como el administrativo del ministerio en una dictadura. No es responsable de la dictadura, no puede derrocarla, pero forma parte de su estructura. El Sindicato de Periodistas tiene un lema acertado: Nuestra precariedad es vuestra desinformación. Es importante insistir en que en la empresa capitalista no puede haber libertad de prensa, ni ética periodística, ni deontología profesional. El único criterio que vincula al periodista es que su trabajo guste al jefe porque de otro modo lo despiden. Eso de la ética del periodista no significa nada ni tiene ningún valor en el capitalismo. No hay que censurar nada porque el periodista que dice algo que no gusta está en el paro. Mi amigo Carlos Fernández Liria se ríe de esos periodistas que dicen que en su periódico les dejan decir lo que quiera. Es que está en el periódico porque dice lo que ellos quieren, los que dirían algo que no quieren los jefes, no están en el periódico.
-¿Qué lugar queda entonces para eso que llamamos ‘ética profesional’?
-El periodista decente debe buscar -o compaginar- con el periodismo de la gran empresa otro tipo de periodismo comprometido con otros valores, un periodismo no comercial, más valiente. Existen medios donde hacerlo, seguramente cobrará menos o nada, quizás sea solo su blog, pero debe hacerlo. Tampoco me voy a atrever a decirle que deje su trabajo de administrativo en el ministerio de la dictadura, pero sí que fuera de su horario laboral dignifique su profesión y su trabajo. Para ello los ciudadanos también deben colaborar, deben comprender que hay que apoyar a otro periodismo. Si lo que exigen es periodismo gratis y que les regalen una vajilla o un DVD el domingo, mientras los poderes públicos lo abandonan al mercado, nunca habrá periodismo diferente con suficiente fuerza.
-Generalizando, un ciudadano que lee la prensa a diario o ve los telediarios, considera que se ha informado de la actualidad. ¿Qué opina de eso? ¿Qué quiere decir, hoy en día, «estar bien informado»?
-Mi tesis al inicio del libro Desinformación, era explicar que en una dictadura sabes que existe una censura y que no te puedes informar de la realidad a través de los medios. Entonces, si quieres, intentas informarte por vías más o menos clandestinas. El sistema actual es más perverso porque la gente cree que se está informando cuando enciende la televisión o compra el periódico mayoritario; y en realidad está tan desinformado y censurado como en la dictadura. Por eso el primer objetivo es desmontar el mito de que los grandes medios nos informan.
-Paralelamente, vivimos (y sufrimos) un exceso de información. La saturación es una peculiaridad de este tiempo. ¿Cómo podemos orientarnos en semejante «océano» de noticias (parte interesadas, parte incompletas, parte silenciadas, etc)? ¿Qué referencias necesitamos?
-Sepultarnos entre la información forma parte del plan desinformativo. Entre la mentira y el ruido nos quedamos sin conocer la verdad. Para comenzar hay que reivindicar un formato elaborado y extenso, es lo que propongo en mi libro La comunicación jibarizada. Los nuevos soportes y formatos «jibarizados» no ayudan a comprender el mundo y solo sirven a los patrones mentales dominantes por su sencillez, por eso reivindico los libros más que las columnas de 2.000 caracteres o las noticias televisivas de 20 segundos. Después hay que elegir periodistas fiables y seguirlos. Esto es como cuando eliges un mecánico de coches o un cardiólogo, debes investigar su credibilidad y quedarte en sus manos. No podemos ir a Afganistán en persona a saber lo que está sucediendo, debemos confiar en alguien.
-…porque uno de los problemas de las redes sociales y los nuevos modos de comunicación es que todo cabe. El usuario debe hacerse un poco «periodista», contrastar, buscar las fuentes… ¿es eso posible, no estamos pidiendo demasiado?
-Las redes sociales que comenzaron arrebatando el oligopolio de la información a los medios y parecía que iban a democratizar el acceso a la información se han convertido en un basurero. Como en todos los basureros, puede haber joyas, pero es difícil encontrarlas. El problema es que con nuestro comportamiento en esas redes nosotros mismos colaboramos en crear basura, reenviamos cosas sin contrastar, lo llenamos de frivolidades, cotilleos, vanidades e intimidades. Pero la solución no es renunciar a las redes, debemos intentar rectificar ese comportamiento y usarlas para difundir contenidos contrastados de fuentes fiables.
-La sutilidad y la costumbre logran que las «técnicas de desinformación» nos pasen muy desapercibidas. ¿Puede ponernos algún ejemplo? ¿Cómo prevenirnos?
-Durante años y años nos decían que Hugo Chávez quería cambiar la constitución de su país para ser «presidente vitalicio». Según la Real Academia de la Lengua, algo vitalicio quiere decir para toda la vida. La reforma constitucional que propuso Chávez era sencillamente para poder volver a presentarse como cualquier otro ciudadano, o como sucede en España.
-La aparición en escena de los medios digitales está siendo todo un desafío para la sociedad de la información y la comunicación. De hecho pensábamos que internet iba a ser sinónimo de democracia, pero parece que no lo es tanto. ¿Se utiliza la red para coartar la libertad de expresión? ¿De qué manera?
-El problema de la red es que todo vale, la han convertido en el mentidero de los bares, con la diferencia de que ni siquiera sabemos quién habla ni dónde está, algo que sí sabemos en el bar. Además no es verdad que todos tengamos la misma fuerza en internet, cada vez más las empresas poderosas saben como lograr más audiencias mediante formas técnicas, influencia en buscadores, pago en las redes. Es decir, hay mucho ruido, mucha mentira y la están controlando los de siempre. Eso no quiere decir que debamos renunciar, hay que pelear como hemos hecho siempre en todos los formatos y soportes.
Nota:
En su nuevo libro «La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes», Pascual Serrano analiza de qué modo la aparición de nuevas tecnologías y nuevos soportes repercute en la calidad de la información que nos llega www.pascualserrano.net