Miguel Ángel Guaglianone Rodríguez
No podemos realizar aquí un análisis del sistema capitalista. Este es un tema que ha sido extensamente tratado por innumerables autoresi, críticos y promotores del sistema y cuya complejidad y extensión están fuera de los límites de este artículo. Sin embargo, queremos plantear algunas ideas respecto a su evolución y sus características actuales que nos afectan cotidianamente.
El sistema económico-social capitalista tuvo nacimiento en el llamado mercantilismo, que comenzó a implantarse en Europa en los alrededores de Renacimiento, y fue sustituyendo progresivamente el poder religioso o el de las armas por el del capital acumulado.
El sistema capitalista se caracteriza por su particular Modo de Producción y por su Acumulación del Capital. Reproducimos unos párrafos que definen brevemente su esencia: “El Modo de Producción Capitalista está basado en la propiedad privada de los medios de producción y tiene como fin la acumulación de capital. La lógica del sistema capitalista consiste en incrementar cada vez más el capital, tanto el fijo o constante (consistente en bienes materiales, como terrenos, edificios y maquinarias) como el dinero que condensa y virtualiza los bienes materiales históricos. La acumulación cada vez mayor de capital, hoy centrado en el financiero, es lo que mueve a los actores que promueven el capitalismo….En el Modo de Producción Capitalista domina la cultura economicista y sus agentes y actores colocan la economía como el demiurgo del proceso de reproducción social.” Igualmente: “Es bueno recordar que muchos de los elementos que constituyen el Modo de Producción Capitalista existían en los imperios conocidos a partir del Siglo XV, como en el caso del Chino, el Otomano y el Persa, donde se comerciaba en base a la moneda, se cobraban intereses y existía la opresión de las mayoría de sus poblaciones, pero todos ellos funcionaban basados en el cobro de tributos en dinero o especie, bajo un marco ideológico metafísico….los patrones éticos y morales inherentes a ellos limitaban y muchas impedían que la acumulación de riqueza fuera la fuente del poder. La relación era que la riqueza emanaba del poder y no que el poder surgiera de la riqueza, tal como ocurrirá en el capitalismo.” ii
Los quinientos años de éxito del sistema parecen deberse a varias razones, pero los estudiosos del tema coinciden que una de las principales ha consistido en su capacidad para cambiar y adaptarse a las nuevas circunstancias, frente a sus características crisis cíclicas.
Del capitalismo industrial al neocapitalismo corporativo
El llamado “Capitalismo Industrial”, que llegó a su cenit paralelo al explosivo crecimiento de la Revolución Industrial en el siglo XIX, se caracterizó entre otros factores, por crear la acumulación del capital a partir de la producción industrial. A diferencia de su período anterior, donde esa acumulación de capital era generada por el saqueo de productos, minerales y alimentos realizado por las naciones imperiales en las regiones periféricas, o a través del monopolio del comercio (América Latina sufrió, como África y algunas regiones de Asia, la devastación de la Europa renacentista colonialista y sus monopolios comercialesiii). En este nuevo período las factorías pasaron a ser los principales centros de acumulación de capital. Las grandes empresas industriales pertenecieron en principio a individuos o familias. Los Rostchild, los Morgan, los Rockefeller, representaban a estos “magnates industriales” que eran adalides de la “libre empresa”. La competencia entre ellos llegó a ser feroz. Eran polos de acumulación de capital relativamente independientes, en pugna con sus iguales.
Pero durante todo el Siglo XX, y sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial la propiedad de los grandes capitales fue convirtiéndose progresivamente en corporativa. Los imperios familiares fueron diversificando sus áreas de influencia. La acumulación de capital fue migrando desde su origen en la producción industrial, para desplazarse hacia el área financiera. La propiedad de las grandes empresas comenzó a hacerse grupal y anónima. Igualmente, el proceso de globalización de la economía y del poder que comenzara a concretarse durante la Guerra Fría, hizo eclosión sobre todo después de la caída de la Unión Soviética, y propició la internacionalización acelerada de los grandes complejos corporativos en crecimiento.
“Desde los años 80 el lenguaje de la globalización ha sido el de los negocios. No es en vano que las escuelas gringas de Business avasallan a las ciencias humanas. Y banqueros y ejecutivos de Wall Street se ufanan de haber logrado la unidad imperial que los militares del Pentágono habían soñado: el global marketplace. En términos estratégicos implica diluir las barreras nacionales (reguladoras) para dar lugar a la globalización (contracción de local y global) o reordenamiento planetario de la información, del poder y del dinero. Se integran actividades antes separadas, expresadas por la cascada de neologismos de la “lengua tecno-anglo-americana por excelencia.” iv
La concentración y la red corporativa
Esta tendencia hacia la concentración de la acumulación del capital a nivel mundial en entidades corporativas transnacionales, fue magistralmente prevista en el Siglo XIX (cuando la acumulación recién se estaba produciendo a partir del desarrollo industrial) por Carl Marx, uno de los más agudos analistas del sistema capitalista que ha dado la historia.
Es muy probable que este proceso de corporativización tenga origen en un tiempo anterior al que hemos mencionado como evidente. En la primera parte del documental “Zeitgest” v se muestra claramente como el sistema corporativo bancario se gestó en los Estados Unidos en pleno siglo XVIII, paralelo a su nacimiento como nación. Lo cierto es que el sistema corporativo se ha convertido en una estructura en red durante el período de los últimas cinco décadas en el Siglo XX y lo que va del XXI. Una red compleja, interrelacionada íntimamente y anónima para el grueso de la humanidad. “Los dueños del mundo son personas de carne y hueso, generalmente ocultas tras las grandes corporaciones transnacionales” vi
Esta red se ha ido formando auspiciada por múltiples factores interrelacionados, algunos de los cuales son:
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El sistema de propiedad por acciones, que permite a las corporaciones su participación e incidencia en el mercado financiero global, principal generador de la creación de capital en el neocapitalismo corporativo. La propiedad por acciones permite también que las fusiones se realicen fluidamente a través de los mercados internacionales de bolsas de valores.
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El objetivo cada vez más prioritario de lucro inmediato (que debe ser reflejado en cada balance anual para mostrar la pujanza de cada corporación) que ha auspiciado una constante y sistemática política de fusiones, que van convirtiendo estas entidades en megacorporaciones, con el consiguiente ahorro en locaciones, infraestructuras y personal, ahorro que incrementa estos números de las ganancias. El desplazamiento que ya mencionamos de la creación de capital nuevo desde la producción industrial hacia la especulación financiera unido al fenómeno de la deslocación, ha permitido llevar las todavía existentes unidades de producción industrial propiedad de las corporaciones hacia los países periféricos, de mano de obra mucho más barata y sin sistemas de protección a los trabajadores (lo que disminuye notablemente los costos de producción), y convirtiéndose de esta manera, en forma suicida, en uno de los principales factores de la actual crisis económica (en lo que respecta a producción y empleo) de los países centrales.
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La internacionalización y diversificación de rubros de las corporaciones, que unido a las políticas de fusión ha ido creando estrechos lazos (públicos y ocultos) entre todas ellas.
Lo cierto es que hoy, al principio de la segunda década del Siglo XXI, basta con ver los reportes de las revistas financieras internacionales (Forbes o Fortune por ej.) y descubrir cómo, en sus listados anuales de las “500 empresas más importantes” aparecen repetidamente las mismas o sus sucesoras, pero siempre el mismo y cada vez más reducido grupo de instituciones corporativas.
Hace ya tiempo que la competencia –a diferencia de lo que sucedía en el Capitalismo Industrial– no es el motor del crecimiento. Las grandes corporaciones trabajan asociadas, a través de pactos y acuerdos que pueden ser explícitos o tácitos y que a veces se hacen públicos, pero cuya mayoría permanece en el secreto para el común de las gentes. Y no sólo se trata de aquellas que aparentemente manejan los mismos rubros (las petroleras, las farmacéuticas, las fabricantes de armas, etc.) sino de todas ellas. El entremezclamiento de capitales, propiedad, intereses, áreas de trabajo es hoy de tal magnitud, que las relaciones entre el total de las grandes corporaciones son de absoluta intimidad (“carnales”). En la realidad están tan comprometidas entre sí, que funcionan como un grupo coherente y en el fondo son quienes hoy manejan el mundo de acuerdo a sus intereses.
El poder real en manos de las corporaciones
Quien tiene el poder real en el planeta pudo hacerse transparente desde los gobiernos de George W. Bush, en los que la mayor parte de sus funcionarios pertenecían directamente a las corporaciones, (Cheney, Rice, el propio Bush, etc.), pero es en la administración Obama cuando más claro queda el papel de los grandes conglomerados (en particular el Complejo Militar-Industrial) en las orientaciones de la política del gobierno de Estados Unidos, que responde directamente a sus intereses y que continúa a nivel nacional e internacional los lineamientos de Bush aunque el nuevo presidente tenga aparentemente un signo político diferente (esta es una de las razones que explica el casi total incumplimiento de las promesas electorales de Obama y su consiguiente acelerada caída de popularidad). En el caso europeo los testaferros son una clase política agotada, que hace mucho tiempo dejó por el camino toda visión ideológica o política propia y se convirtió en mandadera de los intereses de los grandes conglomerados. En España, el triste papel del gobierno de Rajoy absolutamente obediente de las directivas que solo favorecen a los grandes capitales y que en su caso se imponen a través de instituciones intermediarias (FMI, Comisión Europea, Banco Central Europeo) es una representación casi caricaturesca de cómo los gobiernos se han ido convirtiendo en los operadores del poder verdadero, el de las corporaciones transnacionales.
Este proceso que estamos describiendo no tiene nada que ver con una visión “conspirativa” de los hechos. La incidencia y poder de la red de corporaciones transnacionales es pública y notoria. Su propia soberbia publicita en demasía (a través de las mismas revistas que mencionamos) los volúmenes de dinero que manejan, los múltiples rubros que desarrollan, la cobertura geográfica y de influencia que cada una o cada grupo tienen, las áreas del mercado mundial que cada una domina y hasta los monstruosos emolumentos que devengan anualmente tanto sus ejecutivos como sus accionistas, así como sus cada vez mas desaforadas ganancias anuales en un mundo en crisis económica. Esto en lo que respecta a su poder público, aunque también a veces se filtran (ya que el control nunca puede ser absoluto) algunos datos “secretos” que muestran que esa cara pública es sólo la parte visible del iceberg.
Por todo esto, cuando analizamos la geopolítica mundial nos encontramos con un panorama que luce caótico. Hoy parecemos estar más allá de las visiones estratégicas colonialistas o imperiales que mantenían cierta coherencia de acciones y objetivos. Sobre sus esqueletos (o sus escombros) las verdaderas fuerzas de poder que actúan globalmente son los intereses particulares, con objetivos a corto (y en algunos casos a mediano) plazo de las grandes corporaciones, motorizados fundamentalmente por el afán de lucro y la ganancia rápida. Estos intereses permean todas las posiciones políticas y sociales., son los verdaderos y ocultos resortes del poder, y por sus propias características resultan a veces contradictorios o enfrentados entre sí, y son los que configuran nuestro actual, abstruso y a veces hasta surrealista, escenario internacional.
i Desde Adam Smith hasta John Keynes entre algunos de sus promotores, hasta Marx, Engels, Proudhon, Bakunin, y los llamados neomarxistas entre algunos de sus críticos.
ii Sistema Capitalista Mundial y Polo de Poder Latinoamericano, José Luis Pacheco Simanca, Fondo Editorial Question, Caracas, 2004, pág. 29
iii El proceso de saqueo de América Latina y la demostración de cómo sus riquezas robadas fueron las que financiaron la Revolución Industrial en Europa, fue magistralmente expuesto en el libro Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano, Siglo XXI Editores, Bs.As. 1973
iv Relaciones internacionales de dominación, Pedro Agustín Díaz, Universidad Nacional de Colombia, Fac.de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá, 1998, pág.316
vi Los dueños de Venezuela, Ernesto Carmona, Fondo Editorial Question, Caracas, 2004, pág.47