Luigino Bracci
Que los mismos chavistas y gente de izquierda nos burlemos del nombre escogido para el nuevo Viceministerio para la Suprema Felicidad, es algo normal. Somos venezolanos, jodedores, criticones, y simplemente era inevitable que nos burláramos de tan pintoresco nombre. El propio Maduro debió escogerlo pensando en el inevitable chalequeo que se formaría al respecto, que nos haría más felices de lo normal con las ocurrencias que tendríamos sobre el mismo.
¿Cómo obtener un certificado que determine si eres Supremamente Feliz? ¿Habrá que pagarle a un gestor? ¿Habrá que sobornar a alguien? ¿Habrá que ponerse a ver miles de horas de Stand-Up Comedy? Tal vez no. Tengo numerosos panas que andan chochos de la felicidad con sus hijos recién nacidos; supongo que estos bebitos son sus gestores y tramitadores de ese certificado. O la novia de un joven enamorado, o la mamá que alguien extraña luego de pasar meses sin verla. Gestos pequeños, como ayudar a una adulta mayor o ver que el trabajo voluntario que hiciste mejoró la vida de muchas personas. Todos somos «gestores» del Viceministerio en la medida que contribuyamos en mejorar esta sociedad… es decir, que seamos más felices.
Pero, ¿saben qué es triste? Ver a un escuálido burlarse del nuevo Viceministerio, diciendo que un gobierno se ve ridículo usando la palabra «felicidad«.
Eso lo podríamos argumentar quienes criticamos la industria publicitaria, motivados por las charlas del profesor Roberto Malaver, quien explica que dicha industria en la actualidad ya no se enfoca en presentar productos, sino en manipular nuestras emociones para hacernos creer que la única forma de alcanzar la felicidad es comprando dichos productos. Muchos se niegan a analizar esto y, lejos de rechazar la industria publicitaria, se dejan manipular por ella.
Coca Cola es reconocida no sólo como un refresco, sino como un símbolo del capitalismo estadounidense. ¿Qué es lo que vemos en cualquier comercial de Coca Cola? Aquí hay uno, llamado «Coca Cola Happiness Machine« (la Máquina de la Felicidad Coca Cola): básicamente una dispensadora se vuelve loca y empieza a regalar botellas de refrescos en un comedor universitario. Los jóvenes «alcanzan la felicidad» al tener muchas botellas de Coca Cola.
Así son la gran mayoría de los comerciales de esta empresa.
La Máquina de la Felicidad |
En Latinoamérica, Coca Cola ha hecho su propia versión, con el llamado «Camión de la Felicidad de Coca Cola». Todos hemos visto en la televisión por cable, cuñas de un niño que dice estar muy orgulloso de su papá, que trabaja conduciendo un camión rojo de Coca Cola llevando botellas a todo el mundo. Y el comercial termina con el mensaje: «Mi papá maneja un camión rojo, pero también reparte felicidad».
Estos comerciales se regionalizan, y el camión va por cada país latinoamericano repartiendo «felicidad», que en el caso de esta empresa se traduce en globalización, caries, diabetes,obesidad, privatización del agua, explotación de nuestros recursos y sindicalistas asesinados. Pero obviamente no veremos nada de eso en dichos comerciales, ni en ninguno de los medios de comunicación que son patrocinados por la transnacional.
En esta versión del comercial, llamada «El Camión de la Felicidad de Coca-Cola: Caracas» los técnicos de mercadeo ponen su camión a recorrer la capital venezolana regalando refrescos. «El Ávila fue testigo de la llegada de un camión lleno de felicidad«, dicen. ¿Y adivinen qué vemos? Gente haciendo cola para que le regalen un refresco.
Cuando la gente hace cola en un Mercal o en un punto de la Misión Identidad, nos dicen que es algo «reprochable, absurdo y propio de regímenes comunistas», pero cuando la gente hace cola para tener un refresco, lo hace «para ser feliz». Coño Coca-Cola, ¡no me jodas!
Un amigo en Twitter nos señala otro ejemplo aún más grave y peligroso: la Cajita FELIZ de McDonald’s. Un producto hecho expresamente para que niños y niñas de corta edad se conviertan en adictos a la comida chatarra, chantajeándolos con un juguete hecho en el sureste asiático balo las más terribles condiciones de explotación laboral.
Seducen a los niños con comerciales chistosos de personajes animados en formas de cajitas, con las peloticas de colores que pueden encontrar en estos locales y con el payaso amarillo símbolo de esta franquicia, para llenar a nuestros niños de obesidad infantil, pero para ellos eso es «Felicidad«.
Otros ejemplos que recordamos son las publicidades de Belmont, una conocida marca de cigarrillos venezolana del Grupo Bigott. Muchachas hermosas y jóvenes felices disfrutando en una playa; generalmente ninguno porta cigarrillos, pero todos son «felices». El anuncio te da a entender que, si fumas Belmont, serás tan «feliz» como ellos. No importa si unos años después desarrollas cáncer de pulmón.
Puedes pasar horas y horas viendo comerciales de Coca Cola en Youtube, y en todos verás lo mismo: tratarán de convencerte de que, si compras mucha Coca Cola, alcanzarás la felicidad. ¿Tiene esto algún sentido? No. Es una vulgar manipulación de nuestras emociones. Pero nunca he visto a nadie en la derecha burlarse de esos comerciales de Coca Cola que intentan convencernos de que «seremos felices» si consumimos abundantemente esta bebida llena de azúcar y agua carbonatada.
El Viceministerio de nombre gracioso se encargará de supervisar y mejorar los planes sociales iniciados por el gobierno de Hugo Chávez, que él llamó «Misiones». Estos planes enseñaron a leer a millones de personas, trajeron a decenas de miles de médicos cubanos para impartir salud primaria gratuita, se encargan de distribuir cientos de miles de toneladas de comida todos los meses, operan de la visión a miles de personas con cataratas y un sinfín de etcéteras.
Podemos discutir si el nombre del Viceministerio es apropiado o no. Podemos reírnos del tema. Pero reconozcamos algo: Este gobierno ha hecho mucho más por la felicidad de millones de personas, de lo que hacen las fábricas de refrescos cuyos comerciales llenos de supuesta «felicidad» raras veces son cuestionados.