18-10-13.- Según los datos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), citados por el portal Politikus, hasta el momento el país hebreo ha producido entre 690 y 950 kilogramos de plutonio y continúa su producción en cantidades suficientes para crear anualmente cerca de una docena de bombas del mismo tipo que la que fue lanzada sobre Nagasaki.
La revista ‘Jane’s Defense Weekly’ informó que además de fabricar armas nucleares y biológicas, Israel desarrolla tipos muy sofisticados de armas químicas, negándose a firmar acuerdos internacionales que permitan a observadores de la ONU inspeccionar su arsenal nuclear, químico y biológico. Asimismo, señala el portal, Israel no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear, ni la Convención sobre la Prohibición de Armas Biológicas.
El país hebreo también produce tritio, un gas radiactivo que se utiliza para crear ojivas de neutrones, que causan menos contaminación radiactiva, pero una tasa más alta de mortalidad.
De acuerdo con las conclusiones de varios informes realizados por diversas organizaciones internacionales, a las que también hace referencia el periódico israelí ‘Haaretz’, las armas biológicas y químicas se están desarrollando en el Instituto de Investigaciones Biológicas situado en Ness Ziona, cerca de Tel Aviv. Este instituto, además del centro nuclear de Dimona, es una de las organizaciones más secretas de Israel y permanece bajo la supervisión directa del primer ministro.
Con el desarrollo de la biotecnología se ha hecho posible la creación de nuevos tipos de patógenos que pueden afectar a la población que no dispone de una vacuna especial. Hay pruebas convincentes de que, aparte de las bacterias y los virus convencionales, Israel está desarrollando armas biológicas sofisticadas capaces de destruir el sistema inmunológico humano. Aunque oficialmente el Instituto israelí lleva a cabo la investigación de vacunas contra virus y bacterias como el ántrax, según algunas informaciones, en realidad estas investigaciones estarían financiadas por el Pentágono y dirigidas al desarrollo de nuevos agentes patógenos con fines militares.