CEPRID

 

Como si existiese un fatalismo histórico, otra vez, un Presidente de la República de  Colombia, Juan Manuel Santos, traiciona al ideal de la Patria Grande concebida por el Libertador Simón Bolívar, al obedecer los mandatos de las oligarquías conservadoras y el dictado imperial, para casi de rodillas, implorar que sea admitida como socia de la OTAN, la poderosa maquinaria de guerra del imperio y sus aliados de UE, hecho que fisura gravemente a la Celac y Unasur.

Esas oligarquías colombianas y generalmente latinoamericanas y caribeñas, enriquecidas con el sistema de explotación más cruel e inhumano, y con  el robo de las tierras y los recursos a los campesinos, y el pillaje corrupto a sus pueblos, jamás  entendieron  lo que Simón Bolívar decía en 1829 desde Guayaquil: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias a nombre de la libertad”

En 1826 se efectuó el Congreso Anfictiónico de Panamá, que fuera convocado por Simón Bolívar, para plasmar el ideal de la unión latinoamericana y caribeña. Ordenó expresamente no invitar o involucrar a  los Estados Unidos, pero el General Francisco de Paula Santander, presidente de la Gran Colombia, desobedeció la orden  y cual lacayo del nuevo imperio invitó a John Quincy Adams, presidente de los Estados Unidos, para que asistiera él o sus delegados a tan  importante y trascendental Congreso. Bolívar al enterarse de la desobediencia traicionera, en carta le dijo a Santader:  “este paso nos costará pesadumbres con los albinos”, y aunque el Congreso fracasó, los Estadounidenses no cejaron en sus diatribas hacia El Libertador.

Desde la visionaria Carta de Jamaica (1815), Simón Bolívar señalaba el imperativo de una alianza entre los países que fueron subyugados por la Corona de España, y  así poder contrarrestar  una reconquista española o la infame influencia de otras potencias.

A partir de 1817, los Estados Unidos comenzó su  política expansionista. A cualquier precio quería anexionar el territorio francés  de Lousiana y  la Florida española sin apartar sus ojos de águila imperial de las  islas del Caribe.

En 1824, se impuso la Doctrina Monroe; “América para los Americanos”, que ha servido para que Estados Unidos considere a América Latina como su patio trasero y al Caribe como su lago  particular. Además, jamás se debe olvidar la propagandizada “democracia”  que le sirvió para imponer atroces dictaduras, invadir militarmente a las repúblicas  libres y soberanas en defensa de sus intereses, y pretender neocolonizar a nuestras patrias para santificar el saqueo de los  recursos naturales y oprimir  a nuestros pueblos.

En los últimos tiempos impuso las dictaduras fascistas en el Cono Sur, implantó las sanguinaria Operación  Cóndor, impuso el Plan Colombia y luego el Plan Patriota para declarar la guerra contra el ”narcotráfico internacional” y las guerrillas de las FARC-EP y ELN, apropiarse de ocho bases militares y ahora ordenar, junto al conservadurismo que es uno de los más depravados de la política latinoamericana,. la presencia de la Organización  del Tratado del Atlántico Norte –OTAN- como una real amenaza a la paz, seguridad, independencia y soberanía de las naciones de América Latina y el Caribe. Para el imperio no basta mantener el bloqueo genocida por más  de cincuenta  años en contra de Cuba, ni en los últimos años haber derrocado mediante golpes de Estado a los Gobiernos de Zelaya en Honduras,  de Lugo en Paraguay e intentar golpes de Estado para derrocar a Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro en Venezuela

Estados Unidos quiere todo el poder y para subyugar a nuestros pueblos y para ese fin  ese fin, inclusive ha patrocinado la Alianza del Pacífico para aprovechar el sometimiento de los  gobiernos de las derechas de Chile, Paraguay, Colombia y México, Alianza, además, que sirve para contraponerse al ALBA.

El imperio quiere más: Meter a la OTAN en América Latina y el Caribe de la mano de Colombia del conservador presidente Santos, mediante un  asociamiento servil, acto que fue calificado como una “puñalada en  la espalda”  por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.

Casi dos siglos después de haberse consumado la traición de Santander, ahora se produce la traición de Santos, justamente cuando los países de América Latina y el Caribe  decidieron cumplir el sueño de Bolívar con el  inicio de los procesos integracionistas de la Celac, Unasur, Mercosur, el ALBA. Los herederos políticos del general Santander,  se  arrastran ante el imperio y obedecen sus mandatos, para ser parte de la OTAN con el uso de argumentos peregrinos, fuera de toda razón  histórica que les ha llevado a  firmar un  “pacto de cooperación” con la más criminal maquinaria de guerra de estos tiempos: La OTAN.

 ¿PARA QUÉ COLOMBIA QUIERE UN CONVENIO CON LA OTAN?

El presidente colombiano Juan Manuel Santos “toma cada vez más mayor distancia de la corriente ideológica que se impuso en América Latina en la última década. Con la muerte de Hugo Chávez, al que incluso llegó a llamar “su mejor amigo”, el mandatario colombiano ha vuelto a sus orígenes ultraconservadores y ha tomado importantes decisiones” que lo atan cual lacayo al imperio del terror, como si no bastaran el Plan Colombia, el Plan Patriota y  la cesión de ocho bases militares. Obediente al imperio quiere a la OTAN en el  territorio de Colombia, ¿para qué?

Para qué, si se entiende que Santos alcanzará la paz con las FARC-EP  que se negocia en La Habana. En consecuencia no habrá “terroristas”, ni enemigos internos a quienes combatir  porque ese acuerdo se extenderá también  al ELN. Pese a la intervención de Estados Unidos, las guerrillas no han podido ser doblegadas ni derrotadas. Nunca se producirá una victoria militar ni del Estado ni de las guerrillas, y esta verdad es harto conocida por el imperio y por el Estado colombiano, por eso es necesario alcanzar la paz  con  negociaciones de por medio.

¿Acaso quiere Santos agredir a Venezuela, Ecuador, Nicaragua convertidos en regímenes no gratos a Washington?  ¿Para ese objetivo agresivo y ahistórico Colombia tiene más de  700.000 hombres en armas: 400.000 en el ejército, marina y aviación; 180.000 en la policía nacional: 120.000 en lo que se conoce como labores de inteligencia; 80.000 hombres en las llamadas fuerzas irregulares, es decir, para-militares, carteles de la droga, bandcrim (bandas criminales)

Cualquier acto de agresión  sería una locura rechazada por el mundo entero, menos por Estados Unidos y la OTAN.

Sin necesitarlo, Colombia firmó un acuerdo de intercambio de información, buenas prácticas en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico y el terrorismo con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

“El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y el comandante supremo aliado, el general estadounidense Philip Breedlove, prepararon la firma y dialogaron sobre cooperación en temas de seguridad, informó el ministerio de Defensa colombiano en un comunicado distribuido en la capital belga.

Pinzón y Breedlove abordaron asuntos relacionados con la construcción de integridad y transparencia en temas de seguridad, así como con el fortalecimiento de la cooperación de las Fuerzas Armadas de Colombia con este organismo multilateral y la experiencia que el país latinoamericano puede ofrecer en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.

El ministro colombiano también se reunió con embajadores y representantes ante la OTAN de España, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Noruega, Holanda, Portugal y Francia.

Pinzón mantuvo un encuentro con Christian Leffler, el secretario ejecutivo de la Unión Europea (UE), quien a su vez es el director ejecutivo para las Américas de este organismo. Además de visitar Bélgica, el titular de Defensa realizó una gira por varios países: Francia, Reino Unido y España.

El objetivo de esa gira fue  reforzar la estrategia de la diplomacia colombiana y buscar acceso a conocimiento, experiencia y buenas prácticas de las fuerzas armadas europeas en materia de operaciones de paz, humanitarias, justicia penal militar y procesos de transformación del sector de defensa y seguridad, según el comunicado del Ministerio de Defensa colombiano.

Santos y su Ministro de Defensa Pinzón dijeron que  el objetivo del contacto con la OTAN es “ser un socio en la cooperación como lo son ahora Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros países” .

¿Mal momento?

En el momento en el que el presidente Santos anunció públicamente su intención de firmar un acuerdo con la OTAN, hubo una tormenta de carácter continental. “Hay un giro negativo hacia una agenda de desestabilización regional, de división regional, de ataque contra la revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales”, dijo el presidente venezolano, Nicolás Maduro.

“Que un país latinoamericano quiera incorporarse a la OTAN será instrumento de una política para debilitar y tratar de destruir el proceso de unidad que vive la región”, añadió, por su parte, el presidente Daniel Ortega, de Nicaragua.

Otro presidente de la región que criticó duramente a Colombia fue Evo Morales, de Bolivia. No sólo se pronunció en contra de una “amenaza” a Suramérica, sino que pidió al secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el venezolano Alí Rodríguez, que convocara a una reunión del Consejo de Seguridad del bloque, con carácter urgente.

“Cuando internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a Gobiernos, a pueblos antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN? ¿Para qué? Para agredir a Latinoamérica, para someter a Latinoamérica, para que nos invada la OTAN como ha invadido en Europa y África”, dijo Morales.

A pesar de esta ola de críticas, Santos ordenó a su ministro viajar a Bruselas y firmar el acuerdo de intercambio de información. El tratado firmado por Colombia y la OTAN para intercambiar información clasificada podría afectar a la confianza entre los países latinoamericanos en materia de Defensa, según algunos expertos.

“América Latina a través de la Unasur está trabajando puntualmente en el ámbito de Defensa y en el ámbito militar para sembrar confianza entre los países de nuestra región. Y esta decisión [de Colombia] afecta precisamente contra esta confianza”, comentó el analista internacional Adrián Fernández.

Ante las críticas de algunos países latinoamericanos a Bogotá de querer pertenecer a la OTAN dando la espalda a otras organizaciones de la región, Pinzón subrayó que «está muy claro que Colombia ni forma parte ni va a ser parte de la Alianza».

En este sentido la portavoz adjunta de la OTAN, Carmen Romero, indicó que «el documento de seguridad firmado hoy no otorga  rango de socio (a Colombia) sino de cooperación para intereses comunes».  ¿Qué intereses comunes puede haber entre Colombia y la OTAN? Una sarta de falsedades ha utilizado la Colombia  administrada por el conservadurismo para buscar “cooperaciones” con la OTAN.

“Por su geografía y según el artículo 10 del Tratado de Washington, «Colombia no podría ser nunca país candidato a la organización», dijeron los otancistas, pero el Gobierno de Santos por intermedio de Pinzón explicó que el acuerdo «permitirá que las experiencias de Colombia en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo internacional y otras capacidades desarrolladas puedan ser conocidas por otros países que lo requieran».  Otra mentira, ¿Qué país querría compartir las experiencias colombianas en su fallida lucha contra las guerrillas, en sus atroces falsos positivos, en sus bandas paramilitares y en su fracaso rotundo de su participación en la perdida guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico internacional? ¿Qué país querría aprender de los narcos colombianos la inmensa capacidad para producir cocaína y abastecer por ejemplo, en más del 70% al mercado de consumo más grande del mundo que está precisamente  en Estados Unidos?     El gobierno de Santos dijo que Colombia podrá “aprender los altos estándares de la OTAN en materias como emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz», además de “asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos anticorrupción». Más falacias. ¿Acaso han sido emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz», o “asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos anticorrupción» las agresiones  de la OTAN que destruyeron  a Yugoeslavia?  ¿Las agresiones de la OTAN a Libia, Afganistán, Irak, pueden ser consideradas operaciones humanitarias y de paz? Demagogias y mentiras ocultan  las verdaderas intenciones del imperio y su OTAN en nuestra América Latina con la vergonzante participación colombiana.

Razones sobran para que el presidente boliviano, Evo Morales, haya calificado a ese “acuerdo de cooperación” como una «provocación» hacia los gobiernos «antiimperialistas». «Quiero que sepan, que es una agresión, una provocación, una conspiración contra los gobiernos antiimperialistas, a Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y no lo vamos a permitir», dijo enérgicamente.

Cabe recordar que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, declaraba que la OTAN suscribirá un acuerdo con Bogotá para iniciar todo un proceso de acercamiento «con miras también a ingresar a esa organización». Evo Morales, le dijo que el anuncio equivale a un «pedido de ser parte de la OTAN».

Según el mandatario boliviano, la OTAN es un instrumento que usan los EE.UU. y la UE para invadir a otros países y hacerse con sus recursos naturales. «Cuando internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a gobiernos, a pueblos antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN? ¿Para qué?

«No queremos guerra con la OTAN, queremos paz. No queremos muertos, queremos vida y algunos presidentes de gobiernos como el de Colombia que no se equivoquen, no es posible permitir la intervención de la OTAN, (y que) militares de Europa y Estados Unidos intervengan a Latinoamérica», agregó Morales al tiempo que  exhortó a los movimientos sociales latinoamericanos a organizarse para defender los recursos naturales.

Colombia está yendo por un camino diferente, por lo menos en este momento histórico, y toma decisiones propias, acentúa por su parte el analista político Eduardo Berezán. El intercambio de información clasificada entre Bogotá y la OTAN, previsto en el marco del proceso de acercamiento anunciado por el Gobierno colombiano, «genera un quiebre en lo que era la unidad latinoamericana, la integración regional», insiste.

“Colombia podría ser la piedra de tropiezo para toda América Latina, especialmente si empieza a colaborar con la OTAN, ya que podría desequilibrar la seguridad en la región, aseguran los expertos. La posible cooperación de Bogotá con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) «podría tener una implicación muy fuerte (para Latinoamérica), especialmente porque sería el único país de la región que (forme parte de esa organización internacional de carácter militar)», lo que «podría desestabilizar el equilibrio regional de seguridad», sostiene el profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Raúl Hinojosa.

Según Hinojosa, Bogotá deber «tener mucho cuidado al explicar los motivos del por qué» quiere formar parte de la OTAN, y advierte que el Gobierno colombiano «se está abriendo a las críticas de la región».

Mientras el periodista Ramón Jimeno advirtió que hay temor en Venezuela de que Santos retome la política agresiva que asumió cuando fue ministro de Defensa del ex presidente Álvaro Uribe,  cuando acusó a Chávez y a todo el Gobierno venezolano de ser una amenaza para Colombia. «Es un gesto muy agresivo hacia un país que ha ayudado a Colombia a establecer un proceso de paz con las FARC, que de por sí tiene unas complejidades enormes (…) Es lógico que Venezuela lo interprete como una traición», comentó el periodista.

Desde Bogotá (apro) señalaba que el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se convirtió en un elemento que tensa las relaciones de este país sudamericano con sus vecinos y amenaza con alterar los equilibrios geopolíticos de la región.

El convenio, suscrito el pasado 25 de junio en Bruselas, sede de la OTAN, fue anunciado por el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón, como un mecanismo para intercambiar información clasificada entre las partes y para que este país pueda elevar los estándares de sus Fuerzas Armadas en áreas como protección de derechos humanos, operaciones de paz, justicia militar y atención de desastres naturales.

“En la medida en que Colombia fortalezca su cooperación con organismos multilaterales y otros países, las Fuerzas Armadas podrán elevar sus estándares técnicos y profesionales al nivel de las Fuerzas Armadas de las democracias más avanzadas del mundo y seguir desarrollando capacidades cada vez más efectivas en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado”, señaló el ministro en una declaración que desató reacciones adversas en varias naciones sudamericanas.

Colombia ha insistido en que no busca ser miembro de la OTAN -una alianza militar estadunidense y europea creada tras el fin de la II Guerra Mundial bajo el liderazgo de Washington—, pero Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua dejaron en claro que ese acuerdo de cooperación les deja un amargo sabor de boca.

“Es lamentable que algunos países de nuestra América hagan acuerdos con la OTAN, que es sinónimo de dominación, de invasión, de muerte, y no de paz y de justicia social”, dijo el presidente boliviano Evo Morales, quien recordó las cuestionadas intervenciones militares que, en nombre de la democracia y la libertad, ha realizado esa alianza en naciones como Libia.

El ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, expresó que “respetamos la soberanía de los países pero vemos con preocupación un acercamiento de un país miembro de Unasur y del Consejo de Defensa Suramericano con una alianza defensiva militar extrarregional”.

Colombia es miembro de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un mecanismo de integración regional que promueve la concertación política de los países del área. Además forma parte del Consejo de Defensa Suramericano (CDS), una iniciativa militar promovida bajo el liderazgo de Brasil que busca “construir una identidad suramericana en materia de defensa”.

Apuesta riesgosa

La investigadora de temas internacionales y de seguridad de la Universidad Nacional (UN) de Colombia, Socorro Ramírez, dice a Apro que el convenio suscrito con la OTAN es una “apuesta riesgosa” para el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien desde su llegada al poder, en agosto de 2010, se había caracterizado por desarrollar una política de acercamiento con sus vecinos Venezuela y Ecuador y por participar en el proceso de integración regional en el marco de la Unasur.

Santos logró recomponer las relaciones con Venezuela y Ecuador, que se encontraban muy dañadas por los continuos desencuentros de su antecesor, Álvaro Uribe Vélez, con los gobiernos de esos países. El presidente Santos acaba de denunciar que Uribe participa activamente en diálogos con las derechas a estadounidenses, seguramente del Tea Party y la CIA para agredir a Venezuela y desestabilizar la subregión, tal como venía denunciando el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.

“Colombia ha avanzado en términos económicos, de institucionalidad, de seguridad, pero está lejos de pensarse como potencia regional y me parece que menospreciar la importancia de la buena vecindad y de la construcción de ese acercamiento regional es un riego muy alto”, señala Ramírez, doctora en Ciencia Política por la Universidad de París I, en su crítica al “asocio “ de Colombia ¿con la OTAN .

La catedrática considera que “podríamos estar asistiendo a la profundización de la fragmentación regional, no sólo por Colombia, sino por la radicación de los gobiernos de izquierda”.

“Es probable –decía- que el gobierno colombiano quiera jugar en dos tableros, en el regional y en el global, y que tenga una valoración distinta de la de hace tres años (cuando Santos asumió la Presidencia) de la situación regional. Es probable que este viendo un cambio en la geopolítica regional y que esté tratando de aprovechar eso para buscar una convergencia política mayor en temas de seguridad con Estados Unidos y con la Alianza Atlántica.”.

Equilibrios

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró el acercamiento de Colombia con la OTAN como una “amenaza” para la región y “una idea verdaderamente aberrante”. Dijo que “se quieren traer el poder militar, la estrategia militar que la deciden en Washington, de guerra de la OTAN, para el continente”.

Venezuela ha potenciado su capacidad defensiva. Ahora construye drones que, al presentarlos  en mayo pasado, Maduro dijo que esos equipos servirán para contrarrestar “cualquier amenaza” y “fuerza extranjera enemiga de nuestra patria”. El gobernante sostuvo que la capacidad militar de su país está al servicio de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), un foro regional conformado por Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas…

En el tablero geopolítico regional Colombia es percibida como el más estrecho aliado de Estados Unidos, país que comanda la OTAN, mientras que las naciones del Alba ubican a Washington como una potencia imperial y como el principal enemigo militar de la región.

Colombia con Santos a la cabeza del gobierno se ha convertido en el aliado más importante  de Washington en esta parte del mundo con el convenio suscrito en Bruselas, sede de la Organización del Tratado del Atlántico Norte ( OTAN ), que muy a pesar de su servilismo no ha logrado ser considerado socio de la OTAN, tal como declaraban sus voceros al decir: “no otorga rango de socio a Colombia, pero constituye un primer paso hacia una futura cooperación en el área de seguridad”.

“Es muy gratificante cuando los países con valores similares a los nuestros, se acercan a nosotros”, indicó el secretario adjunto de la OTAN, Alexander Vershbow. ¿Acaso Colombia comparte los valores de la guerra de agresión que ha caracterizado a la OTAN. ¿Colombia comparte los crímenes de guerra y los  genocidios cometidos por la OTAN con Estados Unidos  como Comandante y líder de la Organización  del Atlántico Norte?

La OTAN, que cuenta actualmente con 28 países miembros, ha firmado acuerdos de cooperación con países lejanos como Mongolia. Incluso, ha otorgado el rango de socio a países como Nueva Zelanda, Australia y Corea del Sur.

“En el futuro no se descarta que también Colombia tenga el estatuto de socio como Australia o Nueva Zelanda”, dijo la portavoz de la OTAN, Carmen Romero.

En Afganistán, la ISAF (International Security Assistance Force) cuenta con efectivos de 22 países no pertenecientes a la OTAN que contribuyen con 4.000 soldados a la  guerra de agresión contra uno de los países más pobres de la tierra.

Rafael Piñeros decía en el diario El Espectador que “De conformidad con las declaraciones del vicesecretario de la OTAN, Alexander Vershbow, y del ministro colombiano, el acuerdo no se enmarca dentro de ninguno de los programas estructurados por la alianza en el pasado, como la Alianza por la Paz, la Iniciativa de Cooperación de Estambul o el Diálogo Mediterráneo, que buscaban acercar a miembros de la Cortina de Hierro, del golfo Pérsico o del sur del Mediterráneo, respectivamente, a las buenas prácticas que en materia de seguridad y defensa desarrollaba la OTAN.

Por el contrario, el documento hace parte de la estrategia trazada en el Concepto Estratégico de 2010 de la alianza, que busca crear instrumentos puntuales y específicos con terceros estados alrededor del mundo. Dentro del abanico de instrumentos, es pertinente mencionar la capacitación de personal civil y militar, de participación en misiones de paz (no en combates sino en otras funciones) y el desarrollo de capacidades conjuntas, por ejemplo en materia de atención a personal herido en combate. Australia, Corea del Sur y Japón tienen convenios en materia de reconstrucción y apoyo de pequeñas comunidades: actividades de apoyo a misiones de paz, no proliferación y manejo de crisis, respectivamente.

Piñeros agregaba que  Colombia busca aprovechar la capacitación técnica y militar que el Colegio de Defensa de la OTAN, ubicado en Roma, le ofrece a personal civil y militar sobre diversas materias de contenido estratégico, organizacional y técnico, que permitirá, en un futuro, acercar estándares de profesionalización más altos”. ¿Para qué?

El analista internacional Hugo Moldiz Mercado, sostenía: “La polémica sobre el tipo de relación entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está demás. El país sudamericano -que es el que mayor asistencia militar estadounidense recibe desde la implementación del Plan Colombia, a principios del 2000-, ya le abrió las puertas de América Latina a ese instrumento mundial de intervención luego de actuar, como socio cooperante y bajo bandera española, en la invasión «de las fuerzas aliadas» a Afganistán en octubre de 2001.

Lo que agrava la situación es la decisión del gobierno del presidente José Manuel Santos de subir un peldaño más en la relación con la OTAN abierta por su predecesor Álvaro Uribe, en medio de una contraofensiva estadounidense en el continente que busca recuperar el espacio perdido desde la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su brazo económico. De hecho, la Alianza Pacífico, que la integran todos los países que tienen firmado Tratado de Libre Comercio (TLCs) con EE.UU., al mismo tiempo es la cobertura para una consolidación de sus posiciones militares.

La decisión colombiana, que será debatida en el Consejo de Seguridad de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) ha pedido de Bolivia, representa también una amenaza real a la revolución bolivariana, permanentemente asediada por la ultraderecha de ese país desde el principio, y para los diálogos de paz que se llevan adelante en La Habana (Cuba).

La situación no sería delicada si no estuviera en vigencia un Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN desde noviembre de 2010, aprobado en la Cumbre de Lisboa, donde en una clara señal de su ingreso al cuarto desplazamiento de su historia desde que fuera creada en 1948, esa fuerza militar multinacional se atribuye al derecho de intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea.

La dimensión del paso que está dando Colombia solo es posible tener en cuenta, además de los elementos señalados líneas arriba, a partir de inscribir los últimos movimientos del imperio en un contexto más amplio y de una manera menos fragmentada. La continuidad de la intervención en Afganistán, donde en más de una década y media no se ha podido derrotar al Talibán y mucho menos desmantelar Al Qaeda, y la presencia militar en Irak, donde jamás se encontró las armas de destrucción masiva que presuntamente tenía Saddam Hussein, así como las amenazas permanentes contra Corea del Norte e Irán y el activo respaldo a la dura represión israelita contra el pueblo palestino, constituyen datos de ese contexto.

Es más, si bien las formas de la intervención en América Latina se muestran, todavía, distintas a las observadas en los continentes de África y Asia, la contraofensiva política y militar de los Estados Unidos contra procesos progresistas y revolucionarios hay que analizarla como parte de una estrategia de dominación de espectro global, cuyo objetivo es garantizar las condiciones de reproducción de un sistema de dominación mundial que, por sus propias contradicciones, no logra encontrar la fórmula “no militar” para salir de la crisis de rotación transnacional del capital que se hace más profunda.

Pero el capital siempre oculta su presencia y la disfraza en discursos e instituciones nacionales e internacionales. Todas, desde el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA), pasando por la OTAN, sirven para caminar, respaldados por un amplio despliegue mediático, en la dirección de lograr ciertos niveles de legitimidad.

Los alcances del Nuevo Concepto Estratégico

En la cumbre de Lisboa, en la que participaron 28 estados miembros y 21 asociados, se adoptó por unanimidad el documento presentado por un equipo encabezado por la estadounidense Madeleine Albright, la ultraderechista exsecretaria de Estado del gobierno de Bush a la que Obama le dio su más amplio respaldo a poco de asumir la conducción de la Casa Blanca, en enero de 2009. El “grupo de expertos” estableció los límites del concepto, identificó las amenazas y precisó las cuatro misiones militares del siglo XXI.

El nuevo Concepto Estratégico, el tercero desde el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el bloque socialista del Este, establece que “La OTAN debe estar dispuesta a desplegar fuerzas militares robustas donde y cuando sea requerido por nuestra seguridad y ayudar a promover seguridad común con nuestros socios alrededor del globo”. Los dos anteriores conceptos de seguridad “guiaron” a las fuerzas militares de la Alianza en los períodos 1991-1999 y 1999-2010. Por lo demás es importante subrayar que ya a partir de 1991, tras el paso de la bipolaridad a la unipolaridad mundial, se van registrando en términos teóricos y prácticos modificaciones en las líneas táctico-estratégicas de la OTAN, que va dejando atrás el concepto de “respuesta flexible” que la acompañó más de cuatro décadas.

Más claro, ni el agua. Con esta redefinición del papel de la OTAN –que se ha constituido desde su fundación, en 1949, en la prolongación de los largos brazos del Pentágono-, las fuerzas militares de la Alianza –que es otra manera de camuflar la hegemonía estadounidense- pueden intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que consideren necesario o suficiente.

No hay que olvidar que la OTAN surgió poco después de culminada la II Guerra Mundial con el objetivo de neutralizar la influencia de la URSS en Europa y cuyo poder militar, sin el cual el fascismo no habría sido derrotado a partir de la batalla de Stalingrado, se consideraba una amenaza para los Estados conducidos por ideas liberales, democracias representativas y economías capitalistas.

El primer país en que se concreto el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN fue Libia, donde con el pretexto de respaldar a los focos de resistencia militar opuestos al “régimen dictatorial” de Gadafi, la fuerza militar multinacional le ha abierto las puertas a las corporaciones para que se apoderen del petróleo y otros recursos de ese país situado al Norte de África, donde la situación de la población civil desde septiembre de 2011 se ha agravado por el hambre y las violentas disputas entre las tribus.

Pero a la OTAN hay que hacerle un seguimiento más largo. Desaparecido el campo socialista a principios de los 90 y, por tanto, desestructurado el Pacto de Varsovia –alianza militar de los países socialistas en respuesta al peligro que representaba la articulación de Europa occidental y Estados Unidos-, la OTAN no desapareció. La razón esgrimida para su fundación ya no existía y lo que se pasó es a inventar otros pretextos y crear otros enemigos. Todo lo contrario, se le asignaron nuevas misiones que en los hechos empezaron a expandir la zona de influencia militar y política de los países del capitalismo central.

La OTAN ya no tiene los 12 miembros con los que nació en 1949 (de los que 5 primero conformaron el Tratado de Bruselas de 1948: Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos y a los que se sumaron Estados Unidos y Canadá y luego ese primer grupo invitó a otros 5: Italia, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia). Su número alcanza ahora a 28. De los 14 Secretarios Generales que ha tenido esa Alianza militar, ninguno ha sido estadounidense. Sin embargo, el liderazgo de Estados Unidos es inobjetable e incuestionable por varias razones: su alianza estratégica con Gran Bretaña y Francia, su capacidad militar y su habilidad de salir siempre bien parado de las contradicciones y las pugnas dentro del bloque de países del capitalismo central.

De ahí que no sea una casualidad que el liderazgo de Estados Unidos en la guerra contra Libia haya encontrado en Gran Bretaña y Francia sus dos entusiastas operadores. De hecho, entre esos tres países hay una convergencia de intereses por controlar el Oriente Medio. De hecho, el imperialismo colectivo del que habla el intelectual Samir Amín para hacer mención a Estados Unidos, Japón y Europa siempre tuvo la intención de constituir un Mercado Común de Medio Oriente para aprovechar los recursos naturales y en el pasado de la bipolaridad hizo alianzas con los gobiernos monárquicos, autocráticos y nada democráticos de la región, así como suministró armas, dinero y entrenamiento a grupos musulmanes anti-comunistas –como Al Qaeda- con el objetivo de neutralizar cualquier intento de expansión de la URSS.

Otro dato, no menor, a tener en cuenta y que refuerza el liderazgo de Estados Unidos en la OTAN y su nuevo concepto estratégico es el alcance de los planes operativos. Lo que se aprobó en Lisboa en 2010 está previsto hasta el 2020 y el plan estratégico de la CIA –de la que ya se ha confirmado su activa presencia en Libia- también llega a ese mismo año.

América Latina, ¿fuera de peligro?

¿La aplicación del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN es una amenaza para América Latina? Su importancia está dada a partir del peligro que representa ese rediseño estratégico de la OTAN para los gobiernos progresistas y revolucionarios en el continente, especialmente para Cuba y Venezuela –en primer lugar- y Bolivia, complementariamente.

La primera visita de Obama a tres países de América Latina en marzo de 2011 (Brasil, Chile y El Salvador), las permanentes giras de Hillary Clinton por el hemisferio, el golpe de Estado en Honduras contra el presidente legítimo Manuel Zelaya, el intento estadounidense de mostrar a Bolivia y Venezuela como una suerte de “narco-estados”, las agresiones permanentes contra Cuba, la ampliación de sus bases militares en el continente y la activación de la IV Flota son datos de la realidad que no se los puede ignorar.

Hasta ahora, desde la perspectiva de la Doctrina Monroe, en la que Estados Unidos se asigna una paternidad sobre América Latina y el Caribe, la mayor parte de las campañas de desestabilización de procesos progresistas se han apoyado en fuerzas armadas locales, obviamente con mandos entrenados en la Escuela de las Américas y en grupos paramilitares de corte fascista, aunque también se han dado casos de intervenciones directas de tropas estadounidenses en Guatemala (1954), República Dominicana (1965), Granada (1983), Panamá (1989) y Haití (1994). Todas con la complicidad de la OEA.

Pero si hay algo que tampoco puede ignorarse, es el papel que Estados Unidos ha decidido darle a Colombia en la aplicación de su estrategia global, aplicada ya sea desde el Pentágono o su brazo multinacional, la OTAN. En 2008, a iniciativa estadounidense y con la fachada de España, el presidente Álvaro Uribe logró que el Estado colombiano participara a través de sus fuerzas armadas –las mejores equipadas en América Latina- en las operaciones de la Alianza Atlántica en Afganistán.

La participación de Colombia en la OTAN en calidad de observador se mantiene, pero la figura es más o menos similar a lo que ocurrió con muchos de los países del Mediterráneo, no considerados formalmente dentro de la lista de potenciales miembros. En 1994, desaparecido el bloque socialista, se invitó a varios países de esa parte del mundo (Israel, Egipto, Marruecos, Túnez y Mauritania) y en 2004, en la Cumbre de Estambul, se establecieron acuerdos para garantizar la seguridad y la estabilidad regionales. Es decir, no es una exageración que a partir del nuevo Concepto Estratégico –intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea-, la OTAN vaya facilitando la incorporación colombiana como socio cooperante y de otros países afines a los intereses imperiales en la región que se alistan a fortalecer la Alianza Pacífico.

De todas las amenazas que la Alianza Atlántica identificó en Lisboa para la “civilización occidental” y que justificaría su intervención: proliferación de misiles balísticos y armas nucleares y de destrucción masiva, el terrorismo, los ataques a las vías de comunicación, los ciberataques y la inestabilidad o los conflictos más allá de las fronteras de la OTAN y los problemas derivados del cambio climático y de la escasez de los recursos naturales, los dos últimos son los que podrían invocarse para intervenir en América Latina, donde se ha puesto en cuestión la hegemonía estadounidense y bastante rico en agua dulce, petróleo y gas, biodiversidad, plantas medicinales y otros.

La historia contra los procesos emancipadores no es nueva. Lo nuevo es que las injerencias estadounidenses estarán camufladas en las banderas de la OTAN y en la plena subordinación de la ONU, cuya reestructuración es necesaria y urgente”. Además, Estados Unidos tiene muchas bases  militares y pretende otras, pero lo que no entienden los imperialistas y sus esbirros, es que América Latina y el Caribe constituyen  una zona libre de armas nucleares y químico-bacteriológicas que, en cambio, las tienen de sobra el Pentágono y la OTAN.