Luis Britto García

 

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Los lugares comunes sobre la Hermana República requieren radical revisión. Colombia ha dejado de ser el gran productor agrícola de las décadas pasadas. Importa más del 50% de los alimentos que consume; aproximadamente el 80% de sus importaciones de Estados Unidos integran este rubro, que también engrosa el contrabando de extracción de alimentos subsidiados desde Venezuela. Su explotación cafetalera se desplomó. Quizá contribuyeron a esta devastación las operaciones militares con saldo de más de cuatro millones de “desplazados”, eufemismo con el que se denomina a  campesinos expulsados de sus tierras y despojados de ellas por supuestas razones estratégicas.

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La desigualdad social agraria que en parte ha mantenido el conflicto colombiano durante más de medio siglo empeora. El antropólogo y profesor universitario  Darío Fajardo Montaña expuso en marzo de 2012 en la Cátedra Mutis que “con la eliminación de la Unidad Agrícola Familiar (UAF), desapareció la posibilidad para los agricultores de ser beneficiarios de la titulación de tierras. El problema se agrava porque, a pesar de la actual ley de restitución, se registran ataques, asesinatos y amenazas a los líderes campesinos que fueron desplazados y que hoy reclaman la devolución de sus tierras”. Añade Fajardo que la nueva política impone  “la modalidad de la ‘empresarización’, que son asociaciones entre multinacionales y campesinos, y la extranjerización de las tierras, que favorece la titulación a las grandes empresas” (www.unalco.).   

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Sobre la economía de Colombia pesa el beso de la muerte del neoliberalismo. Desde los noventa el presidente César Gaviria  impuso políticas neoliberales que desmantelaron la producción. Álvaro Uribe promocionó el Tratado de Libre Comercio que terminó refrendando Daniel Santos. Ésta es una de las políticas constantes de la oligarquía colombiana. Ella  significa que ingresan sin restricción la producción agrícola subsidiada de Estados Unidos y las mercancías que éste revende de sus maquilas en Asia. Los resultados no se hacen esperar. El 10% de los colombianos se apropia de más del 50% del ingreso. En contraste con Venezuela, el país menos desigual de la región,   Jairo Núñez, de Fedesarrollo, señala que según la Encuesta de Calidad de Vida que hace el Dane, el Gini colombiano (índice que mide la desigualdad) “habría llegado en 2008 a 0,59, uno de los más altos, si no el más alto del planeta y, quizá, el más alto de América Latina, la región más desigual del mundo” (Revista Semana, Bogotá, marzo 12 de 2011).

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Pequeños y medianos productores agropecuarios van a la ruina: el Paro Agrario Nacional es una desesperada medida para evitar la quiebra. A él se suman asociaciones urbanas: el gremio de artesanos y el de zapateros, saboteados por imitaciones asiáticas de sus productos. Los transportistas protestan por el costo de los peajes, pues, a diferencia de Venezuela, las carreteras colombianas cobran el acceso. Hay movilizaciones en 25 departamentos, con más de 50 cortes viales. Aunque el  paro no es una rebelión juvenil, también se le  une el Movimiento Ampliado Nacional Estudiantil, que comprende educandos de todos los sectores, pues en Colombia, a diferencia de Venezuela, la Constitución no garantiza universidad gratuita. Se suman a la protesta los profesionales discriminados por las transnacionales. La protesta llena Bogotá y las principales ciudades del país. Los muertos pasan de la decena.  Cacerolazos locales y nacionales han estremecido el país.  A los venezolanos la melodía nos parece conocida. No hay Paquete Neoliberal sin Explosión Social.

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Se enfrentan a esta movilización  el medio millon de combatientes financiados por el Presupuesto de Defensa de Colombia, las nueve bases militares de Estados Unidos, la estrategia de negociar por separado, la Alianza del Pacífico, a la cual la vecina República ingresó hace pocos meses,  y redes mediáticas casi unánimemente conservadoras: el grupo de la familia Santos, NTN 24, RCN y la Cadena Caracol, recientemente comprada por PRISA, y Cable Noticias, adquirida por los ex pedevesas de Pacific Rubiales. Los colombianos se informan por medios alternativos, blogs, twitter, Facebook y Telesur, la única que informa el desarrollo de la protesta entre el vasto silencio de oligarcas.

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Éstos son los resultados del TLC en Colombia ¿Cuáles serán sus efectos en Venezuela? ¿Olvidamos que nuestros países suscribieron el 28 de noviembre de 2011 un “Acuerdo de alcance parcial de naturaleza comercial”, que otorga arancel cero al 91% de 3.500 partidas arancelarias, y al 9% restante le acuerda aranceles preferenciales entre 40% y 60% más bajos? Así como Estados Unidos coloca sus productos en Colombia con entera libertad, éstos pueden inundar sin restricciones a Venezuela, como si  hubiéramos firmado un TLC con la potencia norteña ¿Estarán nuestra agricultura y nuestras industrias libres de los mortales efectos del TLC? ¿O esperaremos a que desencadene efectos sociales equiparables a los que  detona en Colombia? En pocos meses, han respondido a las medidas neoliberales sublevaciones en Brasil y en la Hermana República. Cuando veas arder el TLC de tu vecino, corta el que firmaste con él.

1 septiembre 2013