En 2003 George Bush atacó a Bagdad con falsedades de que allí almacenaban armas prohibidas. Barack Obama repite el libreto hoy para preparar una posible agresión contra Damasco. |
Diez años atrás George W. Bush, su ministro de Defensa Donald Rumsfeld, el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Estado Colin Powell y la asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice aseguraron que Irak estaba gobernado por una dictadura y tenía armas de exterminio.
Luego que 170.000 soldados estadounidenses y de países aliados invadieran el país árabe y asesinaran a un millón de personas -incluido el presidente Saddam Hussein- la verdad fue irrefutable: no había tales armas. Había sido un montaje para justificar la guerra imperial, aún sin la «luz verde» de Naciones Unidas.
Salvando las distancias, porque aún Siria no ha sufrido una ocupación similar a la de Irak, la historia parece repetirse. En las últimas semanas ha recrudecido la campaña internacional para intoxicar a la opinión pública y prepararla para que acepte como «humanitaria» una invasión contra esa nación árabe. El objetivo es derrocar al presidente Bashar Al Assad y poner a algún obediente a lo que digan las grandes potencias, como hicieron en Irak, Afganistán y Libia.
Ahora vuelve el montaje sobre las armas prohibidas. Supuestamente las tropas de Al Assad las habrían empleado contra los terroristas que libran una guerra interna desde marzo de 2011. La denuncia de estos grupos, amplificada por los gobernantes estadounidenses y europeos, es que el Ejército Arabe Sirio habría empleado gas sarín el 21 de agosto pasado contra la población civil de Ghouta, al este de la capital. La denuncia más rimbombante habla de 1.300-1.700 muertos, siempre achacados al gobierno. Otras certificaron la muerte de 355 personas.
Cuántos, quiénes y por qué.
El conflicto ha causado casi 100.000 muertos, según fuentes de Naciones Unidas. Las entidades extranjeras afines a los mal llamados «rebeldes» adjudican en forma casi total esos muertos al gobierno de Al Assad.
Sin embargo están documentados casos donde los miembros del Ejército Libre de Siria (ELS) asesinan a sus prisioneros y hasta le comen el corazón a uno de los abatidos, como se registraron en imágenes que ellos mismos subieron a las redes. Esos «rebeldes» emplearon el gas sarín, como pudieron constatar observadores extranjeros y juristas que con anterioridad se desempeñaron en la Corte Penal Internacional. El pasado sábado el gobierno halló armas químicas en un túnel de rebeldes en el suburbio Jobar de Damasco.
Sería bueno precisar cuántos fueron los muertos del 21 de agosto, si 1.700 o 355, como difundió la entidad francesa de Médicos sin Fronteras, aunque en su caso tuvo la honestidad de decir que no podía afirmar quién había sido el autor de ese ataque.
¿Realmente existió la masacre del 21 de agosto? El ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia cree que no. «Nos están llegando más evidencias de que este acto criminal tuvo una naturaleza claramente provocadora. En particular existen informes que circulan en Internet y que muestran que los videos sobre el supuesto incidente fueron colocados varias horas antes de que el supuesto ataque químico tuviera lugar. De este modo, se trató de una acción planeada de antemano», expresó.
El portavoz de la cancillería rusa, Aleksander Kulashevich, añadió: «los propios videos sugieren una puesta en escena. Los niños que se muestran, y que parecen drogados, no están acompañados de sus padres, que no aparecen ni muertos ni vivos en el lugar. Los muchachos aparecen desnudos mientras que las chicas aparecen completamente vestidas. No se ve ninguna estructura hospitalaria, ni siquiera clandestina, aparte de biombos y bolsas de suero. Curiosamente, no se ve ningún animal alcanzado por el gas, ni siquiera un pájaro, pese a que se trataría, según la oposición, de un ataque que causó 1.729 muertos».
Algo que no cierra.
Hace tiempo que la suerte de las armas, en el enfrentamiento entre el gobierno sirio y los grupos terroristas con armas y financiamiento de EEUU, Unión Europea, Turquía, Arabia Saudita y Qatar, se viene inclinando a favor del gobierno. Sus tropas fueron recapturando la mayoría de las poblaciones antes tomadas por el ELS, caso de Al Qusair, ciudad cerca de la frontera con el Líbano, donde los milicianos de Hezbollah colaboraron con dicha reconquista.
El sentido común indica que el presidente sirio no necesitaba el empleo de ninguna arma química porque las convencionales le estaban dando victorias.
En cambio, a los grupos terroristas como el ELS y Frente al Nusra, ligado a Al Qaeda, sí les interesa el uso del gas sarín y otras armas químicas. Ellos vienen perdiendo la guerra y agitar el hecho cierto o no del empleo de aquellas armas prohibidas, y facturárselo a Al Assad, sería la manera de provocar que Obama y sus socios se decidieran a una intervención militar directa. El presidente norteamericano había manifestado meses atrás que el empleo de esa clase de armas era la «delgada línea roja» que no le permitiría atravesar al gobierno sirio.
¿En esas condiciones, Al Assad iba a emplear armas químicas y dar la excusa perfecta a la intervención de EEUU y la OTAN?
Parece cosa de un idiota y el presidente sirio puede ser merecedor de críticas políticas, pero idiota no es. Es un gobernante díscolo que las grandes potencias quieren hacer desaparecer, para adueñarse completamente de Medio Oriente. Y en el caso de EEUU, para seguir su camino hacia Teherán, y Beijing o Moscú más tarde, en su larga carrera por la hegemonía mundial que ha perdido.
ONU está allí.
En 2003 Hussein permitió la inspección in situ a los observadores y técnicos de armas de la ONU, que no hallaron ningún arsenal prohibido. Del mismo modo Al Assad abrió Siria para que los enviados de la ONU husmearan en busca de armas químicas, antes incluso del supuesto ataque del 21 de agosto.
Tres días antes, un equipo de inspectores de Naciones Unidas bajo el mando del sueco Ake Sellstrom, llegó a Damasco para investigar el empleo de armas químicas. Ofende a la inteligencia creer que en esas condiciones Al Assad iba a ordenar el uso de ese armamento contra la población civil, que en buena parte aún lo sostiene como el poder legítimo. «¿Cómo puede el gobierno usar armas químicas, o cualquier otra arma de destrucción masiva, en una zona donde están emplazadas sus tropas? No es lógico», declaró el presidente al diario ruso Izvestia.
Producido el supuesto incidente, Siria convino con el secretario de la ONU, Ban Ki Moon, el arribo a su capital de la jefa de Desarme de la entidad, Angela Kane, para encabezar junto a Sellstrom la investigación. El canciller Walid al-Moallem y Kane se pusieron de acuerdo y ayer lunes se ponía en marcha la inspección a Ghouta. Al principio los tiros de francotiradores no permitieron a las cinco camionetas de los inspectores llegar a ese lugar, pero luego accedieron.
Todo indicaría que los francotiradores eran parte de los grupos terroristas y no del gobierno, que había autorizado la inspección. ¿Qué pasa? ¿El ELS y Frente al Nusra no quieren que se sepa la verdad?
Más peligro de guerra.
Dentro de las potencias, la más calenturienta con decretar una intervención en Siria era Francia, la vieja ocupante colonial de ese territorio desde su invasión en 1920 hasta abril de 1946. François Hollande parece decidido a agredir, incluso si EEUU no lo hace; superaría el nivel de colonialismo de su predecesor Nicolas Sarkozy respecto a la brutal campaña contra Libia.
¿Atacará Obama a Damasco? Las posibilidades han crecido, luego de la tremenda campaña de tergiversación sobre el empleo de armas químicas, al punto que el secretario de Defensa, Chuck Hagel, manifestó desde Malasia que el Pentágono estaba tomando decisiones. Ya tiene cuatro barcos de guerra en el Mediterráneo, que baña las costas sirias.
El jefe de la Casa Blanca, todavía no tomó la decisión. «Por otra parte todavía estamos en guerra en Afganistán, y también debemos tomar esto en cuenta», declaró. Fue una forma de decir que no está seguro de ganar dos guerras al mismo tiempo, lo que suena relativamente cuerdo, dentro de la locura imperial. El jefe de Estado Conjunto, general Martin Dempsey, es uno de los más refractarios a abrir un segundo frente.
Los militares de EEUU, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Turquía, Arabia Saudí y Qatar se van a reunir en Ammán, Jordania, para abordar la posible guerra. Israel también sería de la partida. La lista de participantes revela el carácter injusto de la guerra que preparan: son potencias imperiales, socios de la OTAN, monarquías petroleras asociadas a Washington y el sionismo. Si esa coalición lanzara la guerra y eventualmente venciera en Siria, algo que no le será en absoluto fácil de lograr, se puede prever que el país árabe tendrá un retroceso de varios decenios, se convertiría en un protectorado estadounidense y base militar de aquellas potencias, con sus recursos naturales esquilmados y masacrada su población.
Frente a ese abismo, mejor parar la pelota y concretar la Conferencia Internacional de Ginebra-2 sobre Siria para buscar algún arreglo pacífico que resguarde la soberanía del país.