Nil Nikandrov
La orientación hacia los derechos humanos en las actividades de Edward Snowden y su decisiva ruptura con el sistema de vigilancia total, cosa que se ha hecho práctica común en Estados Unidos, está siendo tomada en cuenta de manera muy seria por el gobierno norteamericano. Resulta bastante obvio que otros idealistas en las agencias de inteligencia podrían seguir el ejemplo del ex empleado de la CIA y de la NSA. Las acciones de Snowden podrían iniciar una reacción en cadena de revelaciones las cuales podrían demostrar las graves violaciones de los derechos, estipulaciones y libertades fundamentales en la Constitución de Estados Unidos.
Disidentes internos siempre los hubo y todavía los hay en las agencias de inteligencia norteamericanas.
A menudo se trata de personas que no desean avenirse con el atropello a las normas morales aceptadas. Algunos disidentes han sido despedidos pero a menudo se han retirado por su cuenta.
Estas personas han escrito libros en donde el principal tema, como norma, es una confesión de “Por qué Rompí con la CIA”. Un grupo especialmente numeroso de tales personas se ha manifestado durante la década pasada, cuando durante los gobiernos de los presidentes George W. Bush y Barack Obama la práctica de la vigilancia generalizada sobre la vida personal de los ciudadanos y el completo desprecio por todos los principios morales en la implementación de esta política ha prevalecido.
Las repercusiones producto de las denuncias que hacen personas semejantes, en el futuro, podrían ser no menos sino hasta más impactantes que las que está causando Snowden.
Tradicionalmente, la atención de las divisiones de seguridad interna en las agencias de inteligencia de Estados Unidos se concentraba en la identificación de “topos” que trabajan para gobiernos extranjeros. Muchos de ellos trabajan contra los intereses de Estados Unidos por el lucro financiero.
Los países que son blanco de amenazas hacen todo lo posible para obtener informaciones confiables acerca de los designios hostiles de la superpotencia. En condiciones de expansión global de Estados Unidos, este es el modus operandi natural de los países con capacidades defensivas limitadas. Los expertos aseguran que las cantidades que se pagan a los agentes que operan en las estructuras militares y del gobierno norteamericano y de sus aliados más cercanos, han alcanzado cifras de seis dígitos. El espionaje en las actuales condiciones se ha hecho más lucrativo que en los años de la Guerra Fría.
El problema de los “topos” es bastante complicado por el hecho que las agencias de inteligencia norteamericanas que trabajan para crear las condiciones para derrotar a los “regímenes hostiles”, en forma creciente reclutan a inmigrantes de esos países los cuales son o podrían convertirse en blanco de los ataques de Estados Unidos a su personal operativo. En consecuencia siempre habrá algunos entre estos ciudadanos norteamericanos con raíces sirias, iraníes, paquistanas, hindúes o chinas que estén preparados para ayudar a sus países de origen –algunos por dinero, y otros por razones ideológicas o patrióticas.
La fuga de Edward Snowden creó una situación cualitativamente nueva en la esfera de la seguridad nacional de Estados Unidos. Al hacer comentarios sobre el “Asunto Snowden” el General Michael Hayden, ex Director de la NSA, se refirió a él diciendo que “está actuando por un bien superior –una adhesión casi romántica a los méritos de la transparencia absoluta.”
Y así es. Desde el mismo comienzo de su trabajo de inteligencia, Snowden se preguntó ¿con qué derecho y sobre qué base se llevaba a cabo una grosera intrusión en la vida privada de los ciudadanos tanto norteamericanos como extranjeros por vía del espionaje electrónico? Realmente, es necesario rastrear las comunicaciones de las organizaciones terroristas, identificar e impedir que ejecuten sus criminales designios. No obstante, la escala global de la vigilancia llevada a cabo por el Imperio va mucho más allá de la identificación de células terroristas y preparar golpes contra ellas. La vigilancia total está vinculada estrechamente con planes para alcanzar la supremacía mundial y establecer un control estricto sobre países y ciudadanos, hasta el extremo de crear una ficha electrónica de cada persona.
Ahora Snowden se encuentra seguro. Según activistas rusos de derechos humanos que han hablado con él, Snowden no expresa sus sentimientos íntimos pero a partir de algunos comentarios uno puede darse cuenta que se trata de una persona interiormente independiente y sincera que ha elaborado la filosofía de su vida a través del sufrimiento.
Snowden se encuentra preparado para nuevos desarrollos. Muchos seguidores y defensores han surgido en Estados Unidos. Se está recolectando firmas para apoyarlo y una petición para liberarlo de toda persecución. Es posible que se deba a esto que la intensidad de los ataques en la propaganda norteamericana tratándolo como “el traidor al que no hay que darle cuartel” se ha atenuado notoriamente. El Fiscal General, Eric Holder, hasta aseguró al gobierno ruso en una carta oficial que a su regreso a Estados Unidos, Snowden no sería torturado ni condenado a la pena de muerte. Sobre la base de los escasos comentarios del director de la CIA, John Brennan, del director de la Agencia Nacional de Seguridad, NSA, Keith Alexander, del director de la Agencia Nacional de Defensa, Michael Flynn y de otros funcionarios de los servicios de inteligencia, uno puede extraer la conclusión que un exhaustivo análisis sobre el daño que Snowden causó a la seguridad de Estados Unidos se está realizando.
En los portales de varias organizaciones de derechos humanos se está activamente discutiendo la posible influencia del caso Snowden sobre la situación de potenciales seguidores. Las conclusiones no varían mucho. La agencias de inteligencia están enfrascadas en la tarea de identificar a los “empleados insuficientemente comprometidos” que “acusan una tendencia” a discutir problemas de derechos humanos, evaluar los logros obtenidos por Estados Unidos en esta esfera de manera “polémica” y mantener contactos no oficiales con activistas en esta área sin informar sobre estos a sus superiores inmediatos. Se señala que es posible que tales acciones sean asumidas por individuos que desean ser famosos a cualquier costo y desarrollen sus acciones con la intención de “luchar por ideales de justicia, la bondad y el humanismo.” En relación con esto, se está planificando procedimientos normativos más estrictos para comprobar y recomprobar las opiniones políticas de los empleados activos. Se le prestará mucha más atención a los “antecedentes políticos anteriores” de los postulantes a cargos de inteligencia.
¿Será posible lograr una “fuerza de trabajo saludable” empleando tales métodos? Es difícil asegurarlo.
Estados Unidos está librando guerras en varias partes del mundo y no solo en el Pentágono se están elaborando diariamente listas de bajas sino también en las agencias de inteligencia. El episodio más sensacional de los últimos tiempos fue el de la muerte del embajador norteamericano Christopher Stevens y de tres agentes de la CIA en el consulado norteamericano en la ciudad de Bengasi, durante un ataque por parte de rebeldes libios. Las perspectivas del trabajo de inteligencia en los “frentes de batalla” en el Norte de África, Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen del Sur y otros países no parecieran ser muy atractivas para los jóvenes postulantes norteamericanos. Cada vez comprenden mejor que las operaciones distantes de Estados Unidos no se están realizando en defensa de la democracia.
El problema de reclutar postulantes de calidad para las agencias de inteligencia norteamericanas se está agudizando no solo porque sondeos militares “demostrativos” contra Irán están en la agenda. Después de todo, el Pentágono ve esa guerra como guerra intermedia. En sus bóvedas guarda planes secretos para otras campañas mucho más masivas, una “despiadada guerra relámpago siglo XXI” tal como lo describió pintorescamente en conversación privada un general norteamericano de cuatro estrellas. Todas las guerras de la década pasada constituyen solo un preludio de estas campañas, el “despeje” del territorio adyacente que bordea al principal teatro de guerra Euroasiático de las futuras operaciones militares.
La ciudadanía norteamericana está cansada de las listas de bajas, las estadísticas sobre las pérdidas irreparables y la constante expectativa de las represalias. La decisión de Snowden de hablar en voz alta para que todos escuchen sobre el peligro inherente en la vigilancia total que llevan a cabo los servicios de inteligencia es cada vez más aclamada por los norteamericanos. “La democracia de la cual alguna vez nos sentimos orgullosos, ha sido reducida a nada bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo. Snowden tiene razón. ¡Es hora de terminar con esto!
* Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona