Anibal Canale
La política de desendeudamiento ideada y practicada desde el primer gobierno de Néstor Kirchner en 2003, nunca tuvo en realidad una consistencia intelectual, política e ideológica que mereciera la valoración que el propio gobierno se encargo de relatar a la sociedad y a los acredores financieros: bancos y gobiernos extranjeros, organismos internacionales , fondos buitres y «pequeños y medianos» tenedores de deuda, incluídos «jubilados italianos» o «plomeros norteamericanos».
Según expresara ayer en cadena nacional de manera calmada y sin ruborizarse la presidenta argentina, su gobierno y el de Néstor, pagaron «religiosamente» 173.000 millones de dólares de deuda durante pero ( y no lo díjo) se deben -a pesar de esa formidable sangría- alrededor de 205.000 millones al valor actual, a pagarse hasta casi finales del siglo XXI. Se llegaron a pagar 10.000 millones de dólares cash al FMI, creyendo que este organismo nunca más influiría en las decisiones económicas del estado argentino.
Luego de ser los mejores alumnos del «manual del buen pagador de capital e intereses de deuda externa», el gobierno nacional y popular cambiará ahora la jurisdicción de los tribunales que deciden las controvercias sobre los pagos -luego de sancionar una ley en el Congreso Argentino- desde la ciudad de New York a la de Buenos Aires, pero otorgando a estos sanguinarios buitres acreedores, las mismas condiciones de pago que al resto de los bonistas, quienes aceptaron las condiciones iniciales de «quita» de la deuda original.
En este nuevo retroceso del «capitalismo serio» del gobierno frente al capitalismo salvaje y a pesar de la diatriba ideológica, la presidenta argentina debió «recular» ante el juez neoyorquino Griesa y el poder económico de los Estados Unidos, para no caer presa de la confiscación de los «pagos seriales» realizados año tras año al 93% de los fondos «no buitres», sopena de defoltear la totalidad de la deuda externa.
Esta nueva derrota política y económica muestra la impericia del equipo económico que acompaña a Cristina Kirchner y es una señal más de los tiempos de disciplinamiento al que viene siendo sometido el proyecto político, económico, social y cultural denominado kirchnerismo, no solo desde los centros de poder mundial sino desde el resto de los poderes del Estado argentino- Corte Suprema y Congreso Nacional- y de quienes junto a los cañones mediáticos del Grupo Clarín y sus aliados, les están propinando una verdadera andanada de «golpes suaves», que en su progresiva acumulación ponen seriamente en riesgo la continuidad del gobierno luego del 27 de octubre, fecha de las elecciones parlamentarias nacionales, provinciales y municipales.
La debilidad política-ideologica de la conducción kirchnerista los está llevando a una encerrona política en alta velocidad de la que no parecen poder salir a pesar de cualquier medida de emergencia que decidieran tomar (eliminación de impuesto al salario) a favor de los votantes de clases medias, que dieron la espalda al gobierno en las elecciones primarias del 11 de agosto y pusieron en «alerta roja» y en jaque a la desgastada maquinaria electoral desbordada por el «voto opositor» que se comió -junto a los fondos buitres- el relato más duradero de los últimos dos siglos de historia argentina.
La cruel y cruda realidad del actual gobierno capitalista argentino, debería tomarse como ejemplo de las consecuencias que le pueden deparar a cualquier gobierno «en desarrollo» que persista en la lógica de sumisión económica de los poderes reales del Mundo, que mientras le prestaron el dinero durante las dictaduras militares de Videla y Galtieri, y los gobiernos democráticos de Alfonsín, Ménem y De La Rua, se los cobraron con creces en la década ganada por los mayores triunfadores del «modelo»: los acreedores extranjeros de la deuda externa argentina ilegal e ilegítima, pagada con la riqueza generada por todo el pueblo argentino.
Anibal Canale es Lic. en Economía