Miradas al Sur

 

18 de agosto de 2013.- La primera semana tras el impacto que causó en el oficialismo el resultado adverso en las primarias para elegir candidatos a legisladores fue de análisis y debate interno. Pero sin pérdida de tiempo, la Presidenta ya comenzó a definir las primeras acciones en búsqueda de los votos perdidos.

Las futuras movidas podrán dar frutos el 27 de octubre si son consecuencia de haber tenido en cuenta la mayor parte de las variables que influyeron el domingo pasado para que Sergio Massa aventajara por cinco puntos a Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires y para que el kirchnerismo en todo el país tuviera tres puntos menos que en la legislativas de 2009, incluyendo derrotas imprevisibles en San Juan y La Rioja y muy flojos desempeños en Catamarca, Chubut, Neuquén y, aun ganando, también en Jujuy.

Como decíamos el domingo pasado, estas PASO no tienen antecedentes como para tener un punto exacto de apoyo en pos de comparaciones. Es la primera vez que elegimos en primarias a candidatos a legisladores. Lo más parecido, entonces, son las legislativas de 2009. También afirmábamos que al día siguiente de la elección sería cuestión de barajar y dar de nuevo, porque no habría un resultado tan rotundo como para dar por cerrado de antemano lo que ocurrirá en octubre. En suma, el kirchnerismo sacó tres puntos menos de lo que podía suponerse razonablemente, tanto en la provincia como en el total del país. Ninguna catástrofe. Incluso para el kirchnerismo puede haber sido una oportuna luz de alerta para mejorar la actuación electoral, aunque suele ser bravo remontar el río contra la corriente.
Como siempre, primero está la política. Pero apenas un escalón más abajo, la comunicación. Si es buena o mala, si es abundante o escasa, influirá. Y en ese sentido, los medios de comunicación opositores al Gobierno siguen siendo dueños del discurso dominante. En función de esas dos herramientas, la política y la comunicación, el Gobierno está viendo qué puede hacer y qué no.
Si un beneficiario de la Asignación Universal por Hijo votó en contra “de la corrupción del Gobierno”; si alguien que hoy puede cobrar la jubilación gracias a la moratoria previsional votó en contra por “el cepo al dólar” aunque nunca haya comprado uno; si quien pudo acceder por primera vez a un cero kilómetro se admira de “la valentía de Lanata” por las “denuncias” que hace, es un triunfo de los medios opositores, contra lo cual, mientras siga suspendida la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el Gobierno poco podrá hacer.
Por más que estas situaciones generen en los kirchneristas incomprensión, abatimiento, impotencia o exasperación, también es sabido que la sociedad cuando ya tiene incorporados como naturales los nuevos derechos y una mejor calidad de vida, pone la vara más alta y, a la vez, puede darse el lujo de entreverarse en aquellas propagandas distractoras.
Quienes están más cerca de Cristina dicen que ella sostiene que de ninguna manera alcanza con recordar dónde estaba la Argentina en 2003 y hasta qué niveles avanzó en diez años, aunque siempre es necesario ejercer la memoria. Este razonamiento realista no sólo implica para la Presidenta seguir avanzando, sino revisar lo que no funcionó bien. Más allá de los fuegos de artificios que logran vender los medios opositores, hay situaciones objetivas que causan malestar en distintos sectores de la sociedad. Sobre ellas el Gobierno va a actuar.
Los enojos que saltan rápidamente en cualquier encuesta hecha a personas de clase media se deben al impuesto a las Ganancias y a la dificultad de hacerse de dólares a precio oficial, aun para viajar al exterior. Y las dos preocupaciones transversales a todas las clases sociales son la inseguridad y la inflación, en ese orden.
Cristina se reunió a lo largo de la semana con varios ministros –Carlos Tomada, Julio De Vido y Hernán Lorenzino, entre otros– y, con las encuestas sobre las causas del voto en la mano, comenzó a dar las primeras indicaciones.
A su manera, lo dio a entender el jueves el diputado Carlos Kunkel: “Vamos a seguir ejerciendo sin cambiar los ejes centrales, y adaptando a las condiciones porque, a medida que se logran objetivos, hay que plantearse nuevos”.
Ese va a ser uno de los pilares de la campaña. Pero hay otras cuestiones que también el Gobierno va a atender y tienen que ver con los candidatos y los territorios.
En la provincia de Buenos Aires, uno de los objetivos es que Insaurralde logre más penetración. Para ello es necesario que tenga más visibilidad por afuera de la Tercera Sección Electoral, donde goza de mayor índice de conocimiento y donde le ganó a Massa el domingo pasado.
Pero gran parte de los esfuerzos se centrarán en mostrar con mayor claridad que Massa es opositor y que el modelo que propone es un pasaje de regreso al pasado. Justamente, lo contrario a la estrategia de Massa, que es la de evitar dar definiciones. La única vez que no lo hizo fue en una disertación ante algunos de los empresarios más importantes, cuando se pronunció a favor del libre mercado y en contra de la intervención del Estado en la economía, algo que los medios que lo apoyan se ocuparon de ocultar.
Es que las encuestas develaron que los votantes de Massa lo ven como el que puede llevar adelante un kirchnerismo sin algunas formas hoscas del kirchnerismo. Al parecer, como se vio en otras ocasiones en estos diez años, hay gente que no quiere cambiar de modelo sino sólo de modales.
Ese afán por subrayar que Massa no tiene nada que ver con el modelo imperante, fue el eje del fuerte discurso de la Presidenta, el miércoles pasado en Tecnópolis, en su primera aparición pública después de las PASO. Con énfasis, aunque sin nombrarlo, dijo que él era el gerente de las corporaciones y que ella quería hablar con los titulares y no con los suplentes. Habrá que ver cómo entendieron estas palabras los votantes de Massa que apoyan el modelo.
El desafío para el kirchnerismo sigue siendo cómo poner a Massa en evidencia. Cómo explicar, de manera simple y contundente que sus promesas son inviables y hasta contradictorias entre sí, por ejemplo, la de bajar impuestos y aumentar la seguridad; o que si los recursos no se obtienen por la vía fiscal, hay que recurrir al endeudamiento externo, con las trágicas consecuencias que ya le deparó esto al país. Son temas complejos de explicar en pocas palabras y poco amigables para generar interés.
La Presidenta buscó ese camino en el acto en Tecnópolis al criticar a los que proponen una devaluación y al afirmar que cuando hay devaluación pierden los trabajadores. Días después el viceministro de Economía, Axel Kicilloff, también sostuvo que “la ortodoxia tiene un recetario muy sencillo para aplicar en cualquier momento y lugar: bajar el gasto y los salarios, subir las tasas de interés, endeudarse y devaluar”. Hay quienes ven que un camino más llano es contar todo lo que los argentinos podrían perder con la escalada de Masa. Otros piensan que un buen complemento de esto es exhibir que algunos de los que acompañan al intendente de Tigre están asociados a los peores momentos de los 30 años de democracia.
Ese miércoles, en Tecnópolis, Cristina puso ejemplos de cómo manejan la información los medios opositores. Recordó que en las anteriores elecciones una de los primeras informaciones era que el kirchnerismo había perdido en la Antártida y que esta vez, pese a las acusaciones de esos medios respecto de la campaña antártica, el oficialismo ganó y el dato fue ocultado. En la misma línea mencionó que pese a la insistencia mediática denunciando atropellos contra la comunidad Qom en Colonia La Primavera, de Formosa, el oficialismo también ganó allí. Era evidente, salvo que se quisiera sacar de contexto sus palabras, que lo que decía nada tenía que ver con las frases “ganamos en una mesa de Necochea”, de Adolfo Rodríguez Saá, o “ganamos en Perico”, de Carlos Menem. Pero más evidente era que el Grupo Clarín iba a titular al día siguiente que Cristina dijo que el kirchnerismo ganó en la Antártida, asociándola a una negación de la realidad. Y así fue, sin ningún escrúpulo periodístico. “Cristina derrapó. Al verlo, pensé: qué ahorro de publicidad para nosotros”, dijo el ahora massista Felipe Solá. Más allá del error de concepto de Solá –los medios opositores no le hacen ahorrar en publicidad; sólo le están fiando y anotando en la libreta para no olvidar de cobrarle con intereses en el futuro–, como siempre el oficialismo debe cuidarse de que la formulación de cada idea sea lo menos tergiversable posible.
Con la tranquilidad de tener a semejante conglomerado mediático cuidándole las espaldas, la estrategia de Massa de acá al 27 de octubre parece apoyarse en dos pilares. Por un lado, seguir evitando definiciones. Por otro, eludir la precisa acusación de Francisco de Narváez de que está pensando en la presidenciales de 2015 y que usa las legislativas como un trampolín. Si bien habrá mucha gente que ya quiere que Massa sea candidato a presidente, hay también una parte de sus votantes que no les caería en gracia esa faceta especulativa. Aunque en su discurso triunfal del domingo pasado se refirió elípticamente a sus ambiciones para 2015, de aquí a octubre tratará de mantener el tema en la ambigüedad, diciendo que no es el momento de hablar de las presidenciales.
Por su parte, el oficialismo, además de la corrección de algunas medidas, el fortalecimiento en distintas áreas, el reposicionamiento de Insaurralde y de poner en blanco sobre negro las propuestas de Massa, abordará dos tareas más: en análisis fino de lo que ocurrió en cada territorio y las acciones específicas para las correcciones posibles (sobre todo en las obras públicas que menguaron en el Conurbano), y el diálogo con empresarios y sindicalistas.
El Gobierno verificó que, a diferencia de 2009, en esta ocasión no hubo intendentes que hayan jugado sucio. Tampoco gobernadores. Los que se fueron con Massa lo hicieron antes de las elecciones. Y los que estaban esperando como le iba al intendente de Tigre para decidir si se subían a su carro –tales los casos del gobernador de Santa Cruz, Daniel Peralta, y del chubutense Mario Das Neves– ya hacía rato que no estaban en el kirchnerismo.
Tras ese primer paso, el segundo fue analizar porqué al oficialismo le fue bien o mal en cada lugar y de ese modo poder focalizar las estrategias. Seguramente la prioridad la tendrán las provincias donde –si los resultados de las PASO se replicaran en octubre– el kirchnerismo podría perder o dejar de ganar diputados y senadores por unos pocos votos.
En cuanto al diálogo con empresarios y sindicalistas, la propuesta la lanzó la propia Presidenta en Tecnópolis y ya hay ministros trabajando en el tema. Por lo pronto, la UIA y Adeba dijeron que aceptan hablar. La CGT, por supuesto, también, como lo anticipó su secretario general, Antonio Caló. El encuentro será el miércoles en Río Gallegos. La actual cúpula de los industriales, encabezada por Héctor Méndez, nunca fue muy amiga del kirchnerismo, más bien lo contrario. Pero está enfrentada a su ex presidente Ignacio De Mendiguren, que trabaja con Massa y alienta una devaluación, quizá no tanto en su carácter de industrial como en su condición de productor agropecuario. También irán los banqueros, presididos por el dueño del Banco Macro, Jorge Brito, antes aliado de Néstor Kirchner y ahora de Massa. Al encuentro también están invitados los presidentes de las cámaras empresariales de la construcción, de comercio, de los bancos extranjeros y de los industriales metalúrgicos.
Todo esto, en conjunto, alumbra las primeras reacciones de un kirchnerismo, que tuvo que aceptar los resultados del domingo y seguir adelante sin tiempo para el duelo ni para la catarsis.