Miguel Sánchez
Se evidencia en América Latina, dentro del mapa de la diplomacia multilateral y siguiendo la filosofía de varios autores, tres mapas en nuestra región. El primer mapa, el cual desarrollaremos en esta misiva, se encuentra la Alianza Bolivariana para los Pueblos (ALBA), el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Alianza del Pacífico. En la segunda cartografía regional, se muestra la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). En una tercera, la muy incipiente Organización de Estados Americanos (OEA).
El primer mapa regional, interesante y cambiante por demás, se observa una verdadera rivalidad de la diplomacia multilateral entre Mercosur y la muy mediática Alianza del Pacífico. Para entrar en contexto, Mercosur representa el 47% del Producto Interno Bruto de América Latina, y una población total de 271 millones de habitantes, teniendo a Brasil como el gran líder fundacional y potencia emergente mundial (perteneciente al grupo Brics), además de tener el apoyo de dos naciones “pivotes”, como Argentina y Venezuela. En el lado de la Alianza del Pacífico, que revive las zonas de libre comercio para sujetar los TLC (Tratados de Libre Comercio) y el proyecto defenestrado del ALCA, posee una población de 207 millones de habitantes y el 42% del PIB en el continente. Este proyecto ha sido liderado por Perú, México y Colombia.
La verdadera intención de la Alianza del Pacífico
Tomando como análisis el constructivismo social y la visión del poder hobbesiano Amigo/Enemigo, la Alianza del Pacífico, nacida por la influencia del ex presidente del Perú Alan García, representa la vuelta de la democracia representativa liberal, el modelo económico globalizado, la llamada República Social Comercial o “Dulce Comercio”, la contención en la región, según percepciones neorrealistas, al gigante del continente como Brasil, tratar de fragmentar la Celac y Unasur (como observamos en la reunión birregional Celac-UE y la poca actividad de Perú, Colombia y Chile ante el llamado de Rafael Correa a condenar la agresión fragrante que sufrió Evo Morales en tierras europeas) y, por supuesto, limitar en la zona de influencia el poderío de China.
Con esto, se explica que la política exterior de Estados Unidos, en su visión economicista y hacia nuestro continente, tiene en su juego contener los resaltantes logros en materia diplomática de la nueva izquierda latinoamericana y el proyecto ALBA, dominar el pacífico a través del Canal de Panamá y, en el tablero global, impulsar las relaciones Asia-Pacífico, con instrumentos como el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), la Asociación de Naciones de Sudeste Asiático (ASEAM) y el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), en la que se llegó a un alianza tricontinental entre Oceanía, Asía y Europa, unión que tuvo como observadores a países de nuestro continente. Estas son las fuerzas profundas dentro del proyecto Alianza del Pacífico hacia el resto del globo terráqueo.
Mercosur busca el golpe de timón
La presidencia pro témpore de Venezuela en el Mercosur llega en un momento en el cual se necesita un verdadero relanzamiento de la quinta economía mundial como bloque, a través de políticas que deben ser orientadas a la persecución de los mercados caribeños, enlazando negociaciones multilaterales con Caricom, ALBA y Petrocaribe, con el fin de hacer efectiva la verdadera diplomacia petrolera en la región. Otro de los asuntos que Venezuela debe afrontar con mucha delicadeza, es la vuelta de Paraguay al mecanismo, país que fue retirado por violaciones a los tratados de Ushuaia I y Ushuaia II, esto en nombre del cobijamiento de las democracias en suramericana. Es un tema crucial para el reimpulso de Mercosur en estos tiempos de cambios radicales y profundos. Continuando con los aforismos, el presidente Nicolás Maduro debe afrontar la presidencia de Mercosur buscando, como lo sentenció, una zona de libre comercio común utilizando los puertos venezolanos, acoplar el sector empresarial-industrial con las medianas y pequeñas empresas y, de manera inherente, buscar la persecución de la capacitación tecnológica y técnica en materia del campo y la agricultura.
La visión petrolera: Mercosur vs. Alianza del Pacífico
Para la geopolítica petrolera, las “7 hermanas” (Exxon Mobil, Royal Dutch Shell, British Petroleum y Chevron-entre ellas se fusionaron-), el mercado del Mar del Norte, los cárteles y el juego bursátil, trataron de eliminar de la escena a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), creada el 14 de septiembre de 1960 por el venezolano Juan Pablo Pérez Alfonso, en compañía del saudí Abdullah al-Tariki.
El auge de los precios petroleros en los últimos años, dentro del marco de la OPEP y que repercutió en el mundo de los hidrocarburos, fue obra de una política exterior agresiva del presidente Hugo Chávez, el cual identificó la necesidad de volver a un techo de cuotas de producción y profundizar el respeto de esa política en los miembros de la organización. De 7 dólares el barril pasó en 14 años como el ave fénix a 100 dólares, asegurando políticas sociales sui generis para el país. Además, revolucionó el principal interés de la diplomacia petrolera en política exterior, que ha traído consigo la supervivencia de Venezuela y sus estimados aliados en el mundo global.
El impacto de la entrada de la pequeña Venecia en Mercosur es totalmente anhelado. La nación bolivariana posee el 69% de las reservas petrolíferas de todo el bloque. A su vez, el grupo suramericano ostenta el 81% de dichas reservas en América Latina, esto según datos extraídos de la OPEP durante el 2012. En contraposición, la Alianza del Pacífico tiene el 14% de las reservas en toda la región, apelando a México, país que posee el 80% de las mismas. El diferencial, entre las dos unidades integradoras y antagónicas per se, es de 303 mil millones de barriles en reservas, 2 mil millones en producción y sólo 1.300 millones en consumo. Los contrastes son visibles y solubles.
Para finalizar, las matrices de opinión en Estados Unidos y que repican en los medios masivos de comunicación de nuestro continente, presagian que el sexto imperio de la historia, siguiendo la tesis del texto de Colón a Chávez, volverá a suplir y autoabastecerse para el 2019, pero con petróleo no convencional, como el “shale oil y shale gas”, llamada también energía de esquistos. Su extracción todavía debe vencer las topologías de vulnerabilidad sísmicas, la contaminación de aguas subterráneas y superficiales, así como la posible afectación del paisaje. Esto podría, inminentemente, cambiar la geopolítica mundial petrolera en 10 años, quizás más, pero la diplomacia petrolera, complementaria y solidaria ya está diversificando los mercados bilateralmente, y se espera con una integración abierta y regional relanzarnos hacia un verdadero mundo multipolar o pluripolar. De todas formas, según proyecciones, tendremos hidrocarburos de aquí a 260 años aproximadamente.
*Periodista e Internacionalista.
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