Andrés Avellaneda
En la entrega pasada se revisó los antecedentes de la instauración de un modelo de desarrollo importado, la industrialización, que en el caso de la agroindustralización se desarrolló en dos vertientes fundamentalmente: el sector vegetal por un lado, “modernizando la agricultura”, implantando el modelo de la Rockefeller y por el otro la producción animal, sobre la base de sistemas de producción demandantes de alimentos concentrados o balanceados.
Continuando con el análisis, el sector científico, técnico y académico agrícola venezolano es profundamente penetrado por la Fundación Rockefeller, trayendo profesores e investigadores del exterior o nacionales entrenados monolíticamente bajo su enfoque; y los pone a trabajar a favor de sus intereses, obviando la cultura desarrollada en el país, por conuqueros y pequeños productores.
Para sustentar lo planteado se revisa el trabajo elocuente de los investigadores León, J.; Obregón, P.; González, F. y Quintana, H. en 1974, denominado “Repercusión de la tecnología en el desarrollo de los principales cultivos en Venezuela, caso del maíz, quienes evalúan la acción de la tecnología y el grado de intervención de la investigación oficial a través del Fondo Nacional de Investigaciones Agropecuarias y la Dirección de Investigación del Ministerio de Agricultura y Cría, instituciones rectoras de la investigación y de políticas públicas agrícolas, respectivamente. Señalan los autores que entre 1940 y 1954 la siembra de maíz en el campo venezolano se caracterizaba por:
“…Las unidades hasta 50 Ha, representan el 93% (de la cantidad total de unidades de producción) y ocupan el 71% de la superficie total (de producción). En conclusión, el cultivo es manejado en su mayoría por conuqueros y pequeños productores, con dominio de un sistema rudimentario de producción, pero ya se inicia una transformación con el uso de maquinarias…” “…El 85% del maíz es producido por “conuqueros” usando métodos rudimentarios de producción como la escardilla, el machete y generalizando el fuego para la preparación. El 15% restante posee algunos implementos mecánicos. Hay predominio casi absoluto del uso de variedades del tipo criollo…” “… El método de siembra utilizado es a mano, a coa, en surco o por platones. No se presentan las plagas y enfermedades más comunes al cultivo, a excepción del gusano cogollero. El combate de malezas se hace a escardilla o machete y un aporque…” “…luego la cosecha se hace a mano. El desgrane se hace a mano…” “…El grano se utiliza para el consumo directo por el humano y como subproducto se utiliza el nepe y harinas en la alimentación animal…”
Con respecto a las motivaciones de la investigación para este período señalan:
“…La producción se realiza bajo dos sistemas, el de “conuco” que cubre el 80% y el empresarial cubre el 20%. Las prácticas agronómicas utilizadas en el sistema del “conuco” no han sido estudiadas. La producción de maíz puede hacerse para obtener harina para consumo humano; de granos amarillos para la alimentación animal, o directamente forraje para animales…” (León y col., 1974).
Lo primero que llama la atención de estos investigadores, es como obvian el contexto nacional, la composición sociocultural del campo venezolano, siendo mayoría social, los conuqueros y pequeños productores, se proponen trabajar un modelo, que beneficia a los minoritarios productores de grandes extensiones con monocultivo. La atención de los investigadores se centra en el desarrollo de las unidades empresariales de producción, que apliquen la receta tecnológica modernizante de la Fundación Rockefeller, demandante de insumos provenientes de la industria petrolera caracterizada por el monocultivo, mecanización, fertilización con nitrogenados inorgánicos, uso de agrovenenos y de semillas mejoradas; para surtir a la agroindustria harinera y de alimentos balanceados. Por otro lado, destaca su reconocimiento que no estudiaron el conuco, aún cuando aportaba el 85% del maíz y representaba el 80% de los sistemas de producción existentes. Simplemente la conducta fue invisibilizar el contexto sociocultural del campo venezolano; desplazar la agricultura indocampesina que estaba presente, con sus aportes alimenticios a la población, para ser suplantados por el modelo empresarial, que mercantilizó los alimentos, transformándolos en rubros, productos y materias primas. En síntesis, sacaron a los conuqueros y pequeños productores, como factor generador de alimentos, para dar paso al negocio de la alimentación agroindustrial.
La industrialización insertada en Venezuela, planteaba sustituir la alta importación de bienes instigada por el consumismo de la cultura invasora “moderna”, para ser elaborados en el país. La sustitución de materiales y diseño de construcción de viviendas; el calzado, vestido, medicinas, artículos suntuosos, productos alimenticios; son ejemplos de los sectores industrializados.
Eugenio Mendoza justificaba la importación de industrias en estos términos “…el capital extranjero debería estar destinado a la creación de industrias, no porque Venezuela no tenga el capital suficiente sino porque, el capital es muy cobarde y ninguno de nuestros ricos quiere correr el menor riesgo en un negocio, o empresa agrícola o pecuaria, solo invierten capitales en hipotecas con un cien por ciento de garantías o en casas, algunos más arriesgados llegan a comprar acciones de los bancos nacionales y acciones de electricidad y de cervecería Caracas… en lugar de recurrir al crédito nacional costoso y de peligro era preferible obtener inversiones extranjeras que “además de aportar el capital, estudian bien las condiciones de cada negocio, enviarían a sus propios técnicos para instalar y manejar la compañía y la harían triunfar…” (Polanco, 1993). Se puede concluir que el paradigmático gran empresario y sus derivados, tenían la visión parasitaria, de que vengan a triunfar por nosotros.
Este planteamiento por tanto exigía el injerto de un parque industrial que respondía a los intereses estadounidenses y europeos; de las petroleras, profundizando la dominación a través de la economía dependiente. Su diseño desarrollista fue establecer centros industriales en el centro norte costero como Valencia, Maracay, La Victoria, Barquisimeto, bordeados por una periferia con unos sistemas de producción agrícola y pecuarios especializados, altamente productivos, de alta demanda energética, de grandes extensiones y mecanizados. Este modelo de desarrollo; concentró la propiedad de la tierra y el capital en el campo; generó desplazamiento del campesinado a los centros industriales, ofertando mano de obra barata a la industria, entregando al capital industrial su futuro y el de su familia, sometidos al salario y condenados a la alimentación con unos cuantos “rubros agroindustriales”. Se creó una distribución territorial desbalanceada e insustentable, aglutinando inmensos contingentes humanos, que no producen su comida, en las ciudades. La alimentación del país descansa en pocas manos, lo cual nos pone a merced de minorías y reduce el espectro alimentario.
La gran mayoría de los programas y proyectos en materia agraria y alimentaria de la revolución, tributan a mantener este estrangulamiento. La estimulación de mayor concentración demográfica en la ciudad; la continuación de importación de industrias que responden al mismo modelo, pero con diferente origen (chino, iraní, brasilero, argentino, ruso, bielorruso); la recurrente importación de paquetes científico técnicos exógenos, no pertinentes; el sometimiento al enfoque Investigación y Desarrollo, es decir la exclusividad de lo científico técnico a orientar el desarrollo y por tanto el destino de los pueblos; la compra de tecnologías panaceas como las casas de cultivos y posiblemente los transgénicos (último y más sólido anzuelo de la dominación) con un preocupante eco desde Cuba (Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología), Brasil (EMBRAPA) y Argentina (INTA); son acciones conservadoras que refuerzan la pesadilla del modelo asfixiante y que acordona, la posibilidad de emancipación de la mayoría de la clase trabajadora acumulada en las ciudades.
Tristemente hasta ahora lo que hemos hecho es seguir injertando desarrollos agroindustriales con diferentes fachadas; provenientes de otras realidades y latitudes, limitando el debate socialista a “la propiedad social del medio de producción”. Este es uno de los meollos más profundos y perentorios que debemos discutir en revolución y no aplaudir en revolución.
BIBLIOGRAFÍA
León, J.; Obregón, P.; González, F.; Quintana, H. 1974. Repercusión de la tecnología en el desarrollo de los principales cultivos en Venezuela. Tercer caso: El Maíz. FONAIAP, Maracay, Venezuela. 114 p.
Polanco, T. 1993. Eugenio Mendoza, Un destino venezolano. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas, Venezuela. 306p.
Prof. IDECYT-UNESR- Miembro del C.A.R.I.A.C.O.