Mario Navas

 

Estimada Cristina:

 

En el sistema capitalista en el que vivimos desde hace más de 200 años, los dueños del capital, los medios de producción, distribución  y comercialización son quienes fijan los precios de las mercancias y los gobierno son quienes los convalidan. Esto es así, es la verdad verdadera en el capitalismo serio y en el salvaje también (de existir esta diferencia a la que siempre hace referencia).

El problema surge cuando los precios no solo se utilizan para captar las ganancias sino cuando son expropiadores de los salrios de los empleados y trabajadores. Cuando esto ocurre, la responsabilidad del Estado comienza a convertirse en complicidad, pues los formadores de precios saben que sus aumentos serán convalidados por quien se supone debe monitorealos.

Regular 500 productos de entre 10.000 es una convocatoria al fracaso en un país productor de alimentos, pero en manos privadas y cuya distribución y puesta en venta se realiza mayoritariamente a través de super e hipermercados de capitales extranjeros de países en crisis económica.

No haber desarrollado en estos 10 años un sistema de producción, distribución, transporte y comercialización realmente nacional y popular ha sido uno de los pecados capitales más importantes de nuestro gobierno; pues ahora que necesitamos alimentos baratos, están en manos de Cargill, Dreyfus, Monsanto, Nidera, Syngenta, Carrefoure, Wall Mart, Jumbo,  Coca Cola, Pepsico, Kraft, y demas monopolios y oligopolios que bien sabemos, es imposible controlar por más militantes que pongamos e inspectores nombremos.

Realmente es poco serio plantear el control de precios en una economía extranjerizada en los 90 y en la que no se ha intervenido desde el Estado nacional como si se hizo en otros temas.

Los alimentos son precisamente la energía necesaria para el desarrollo de la vida humana y bienes estratégicos para un proyecto político nacional y popular: ¿serán estas empresas parte del proyecto?

 

saludos cordiales

 

Mario