Emilio Farrera
La continuidad del proceso revolucionario depende mucho de la capacidad del gobierno de darle pronta respuesta a las necesidades de la población, pero esta posibilidad choca contra toda la estructura ideológica de la institucionalidad heredada, contra las lógicas instauradas en el alma del funcionariado que ejerce la acción de gobierno, desde el ministro hasta el portero; no se ha logrado entender que el epicentro del problema es político y no administrativo.
Al comandante Chávez lo oí decir una frase que invertía un dicho conocido “Corazón que no siente, ojos que no ven”… Si no te mueven sentimientos de amor, el cargo será para beneficiarte a ti mismo, difícilmente un burócrata, por más títulos académicos que posea, se planteará buscarle soluciones a la problemática social. Entenderá desde la lógica capitalista que su cargo es una posibilidad de ganancia, de “superación” personal y desde allí dará rienda suelta a la “superioridad” que le otorga el cargo y el título. La acción que desarrolle no será más que el requisito necesario que le permita justificar su sueldo, desde esa filosofía práctica, el revés de la que el chavismo pretende garantizar.
El divorcio entre el ejercicio de gobierno y la propuesta revolucionaria se hace evidente en los niveles medios burocráticos, donde la contratación toma un mayor carácter tecnocrático y pierde su valoración política. El mayor error que se comete en la acción gubernamental está centrado en la preminencia de las lógicas reproductivas del sistema. Vemos cómo no se ha logrado entender la importancia de la política y el método, como categoría filosófica, en el diseño y la planificación de las acciones. Priva lo tecnocrático académico sobre el compromiso militante. Lo que lleva a que el acto de gobierno sea sólo un trabajo a cumplir, un fin en sí mismo fuera del contexto real que determina su importancia y necesidad. Por tanto, apenas un requisito a llenar.
Estos cuadros medios son los que ve la población, son ellos la presencia gubernamental más próxima a la gente que requiere de algún servicio; un tecnócrata hará un trabajo limitado y sin la eficiencia requerida, porque no hay compromiso político y es sólo un salario su principal motivación (aunque la mayoría de las veces este actúa como desmotivador). Allí está una de las principales fuentes de la desidia, la corrupción y la ineficiencia, sin entender esto no es posible superar esa tara que tanto daño nos hace.
La eficiencia posee una condición cultural, ella no se logra si no existe compromiso con lo que se hace y con el beneficiario de la acción, y eso difícilmente lo vamos a encontrar en el burócrata formado en la lógica del capital, sin más filosofía que la de aprovecharse de las circunstancia para beneficio personal.
La capacidad que necesita el gobierno para afrontar la problemática social existente – mucha de ella inducida por la conspiración de derecha- está en el manejo político revolucionario que se dé y es en la militancia revolucionaria comprometida, esa que permanentemente está activada sin esperar beneficios personales, en quienes el gobierno puede encontrar la capacidad necesaria para responder a las necesidades de la población y fortalecer la imagen de la revolución.
Definamos: ¿Cuál es la tarea principal en estos momentos?
¿Qué podemos hacer los militantes revolucionarios para que la población sienta que es importante preservar este proceso y que este es su gobierno?
¿Cómo podemos incidir en la acción de gobierno para que sea más eficiente y llegue al pueblo?
¿Dónde podríamos tener mayor capacidad de incidencia?
¿Qué debemos hacer y cómo para lograr dicha incidencia?
Audacia, creatividad, planificación, decisión, disciplina y compromiso militante; son los elementos estructurales para avanzar en la lucha política presente; audacia para atrevernos a ir más allá de lo acostumbrado, creatividad para inventar nuevas alternativas, nuevos procesos de acción sin los consabidos convencionalismos, planificar para mapear el transcurso de la acción en los escenarios posibles, decisión para que lo creado y planificado se convierta en práctica audaz con la disciplina necesaria capaz de conjugar el plan con su resolución, y todo con la perseverancia y prontitud que determina el compromiso militante.