Gerardo O. Pérez
El fetichismo y la fascinación que le provoca a las personas con pocos conocimientos en ciencias exactas o duras – química, física, biología o matemáticas- ha sido muy evidente y persistente en el caso de la presidenta argentina Cristina Fernández.

Uno de sus «obsesiones» y argumentos de marketing político de los años recientes de su gobierno ha sido una y otra vez la ciencia y la tecnología (CyT), los científicos repatriados (algunos no vuelven por no poder hacer la mudanza desde Europa o Estados Unidos) y el Polo Tecnológico construído junto a las vías del ferrocarril San Martín , ex bodegas Giol.

La terquedad (como diría Pepe Mujica) y sus colaboradores -quienes le alimentan su fetichismo para obtener recursos- la han llevado a creer que la CyT es la panacea del progreso de la humanidad y en particular de la Argentina. Esto puede ser verdadero en un determinado entorno de análisis, por ejemplo: la CyT ha sido muy fructífera para los países que llevaron adelante una revolución cultural y social como China, Rusia, países que avanzaron civilizatoriamente en la segunada mitad del siglo XX y en lo que va del XXI.

El modelo capitalista y la lógica política de Cristina Kirchner lejos está de esas impresionantes gestas revolucionarias en materia de política, economía, cultura y tecnología. Su proyecto es un inexistente e imaginario «capitalismo serio», un verdadero oximorom, algo que no puede ser, un supuesto negado. Países capitalistas dependientes como la Argentina, también han sido (y son) cultural y tecnológicamente colonizados por los Estados Unidos y en parte algunos países europeos.
Esta situación difícilmente se resuelva investigando y desarrollando tecnologías que imponen los centros de investigación y empresas estadounidenses que trabajan con el Ministerio de CyT argentino, quien utiliza recursos para estudios alejados de la realidad y las prioridades de los ciudadanos que habiatn en ese territorio.
En su falta de conocimiento y conciencia política transformadora, pretende relatar un cambio cultural -y ahora tecnológico- que estaría llevando a cabo desde el 25 de mayo del 2003 en una gesta patriótica de dificil comprobación fáctica para un observador medianamente perspicaz.
No hay ni puede haber cambios profundos sin una lógica política verdaderamente revolucionaria: mejoras, reformas, algunos cambios no bastan para dar vuelta a un país colonizado por los monopolios y gobiernos exranjeros a quienes no se ha decidido enfrentar y con quien se hace negocios, inclusive cuando se expropian solo el 51% (despues de 9 años de gobierno y 10.000 millones de dólares de importaciones de combustible) de empresas privatizadas .
A veces sucede que, por querer mirar muy lejos no se ven los propios pies, y el caso es mucho más grave si no se ve que una inundación en la ciudad de La Plata no pudo ser evitada o advertida por el Ministro de Ciencia y Tecnología, quien aplica los conocimientos desarrollados y financiados por todos los argentinos en investigaciones vinculadas con semillas transgénicas, biotecnología, nanotecnología y otras tecnologías que no solo generan ganancias a transnacionales, gerentes y funcionarios, sino que además no resuelven los problemas concretos de los argentinos, y en este caso producen por omisión la muerte de 51 ciudadanos (en su mayoría viejitos indefensos) en la propia ciudad de la Presidenta.

Este hecho lamentable para la historía y la sociedad argentina debería hacer reflexionar a nuestra presidenta y abrirle los ojos (si a esta altura quiere hacerlo) sobre los supuestos puentes al futuro -vía la máquina de humo de Tecnópolis- operados por científicos argentinos que responden a intereses privados foráneos, y no al interés de los más necesitados.

Las ciencias del clima, hidráulicas y meteorológicas debieran ser la prioridad del Ministro Lino Barañao, quien al parecer no le da importancia en el sistema científico tecnológico a estas ciencias que pueden evitar la destrucción de vidas humanas e infraestructura edilicia en un país que en el actual proceso de cambio climático que experimenta el planeta, se encuentra inmerso y atravesado por rios, arroyos lagos y lagunas, y cuya principal provincia esta plena Cuenca del Plata.

El desastre de La Plata -que puede repertirse en cualquier momento- debe ser estudiado y analizado por profesionales- funcionarios que no estén movidos por intereses privados como el ministro de CyT y la cúpula del CONICET o como el intendente de La Plata, Pablo Bruera, un impresentable aliado kirchnerista a quien el pueblo le agradecerá su pronta renuncia.

La ciencia y la tecnología de Lino Barañao no pudieron evitar que las aguas del arroyo El Gato (conocido por la presidente de chiquitica, pues ya se inundaba cuando no estaba entubado) ahogue dramáticamente a compatriotas ubicados en plena ciudad y a 50 km de la casa Rosada y a 3 km de la gobernación de la provincia de Daniel Scioli (de lamentable manejo de las causas y consecuencias de la inundación)

La ciencia y la tecnología social debería, como ocurre en otros países como Cuba, prevenir y mitigar las catástrofes climáticas para evitar centenares de muertes inútiles como las ocurridas en Buenos Aires y La Plata.

El fetichismo y la falta de conocimiento y conciencia, sumado a sus colaboradores inútiles políticos la han expuesto nuevamente a un estado de fragilidady debilidad política que la cruel realidad le impone, cuando 51 seres humanos mueren nuevamente por causas evitables.

Si no se dedicaran recursos a las semillas de Monsanto contra las inundaciones y la salinidad (vaya paradoja del destino) o la sequía, se hubieran desarrollado los planes, proyectos y programas pertinentes para una problemática nacional y mundial que se llevó por ahogamiento la preciada vida de seres humanos argentinos.
¿Por qué Cristina dejó morir a 51 personas ahogadas en La Plata? Que su conciencia le responda.
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