JAVIER BIARDEAU R
Y en cualquier circunstancias, Nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta revolución, construyendo la democracia nueva que aquí esta ordenada (Constitución Nacional) por el pueblo en constituyente, construyendo la vía venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades (…) libertades, en plenas libertades…” (Discurso de Chávez; 8 de diciembre de 2012)

En las actuales circunstancias de la revolución bolivariana, sería un desastroso error y extravío expresar o insinuar que Nicolás Maduro es un simple conductor designado por Chávez, o alguien que no encarna cualidad alguna para ser el Líder del proceso político revolucionario:

““Vamos Maduro, el pueblo chavista, venezolano, latinoamericano y mundial está pendiente de ti, tú eres el conductor de un proceso donde no eres el líder, líder sólo fue Chávez, ahora tu eres un medio para alcanzar un fin, el fin de que sea el pueblo su propio líder.” (Nicmer Evans; http://www.aporrea.org/actualidad/a162450.html)

En estas palabras se percibe una confusión entre el proceso de dirección política colectiva necesaria para acometer las tareas primarias del proceso revolucionario y los momentos de maduración política donde se hace patente el autogobierno popular, más aun cuando la partida física de Chávez pudo haber creado una percepción de vacío transicional en el liderazgo bolivariano, y cuando aún estamos en momentos donde aún ni siquiera se ha transitado irreversiblemente en la superación de las relaciones sociales de producción capitalistas, con sus respectivas formaciones de poder, sus dispositivos de dominación y hegemonía:

“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.” (Presentación al Plan de Gobierno de Hugo Chávez 2013-2019)

De manera que deben comprenderse los ritmos, el paso a paso, el programa direccional y la creación de situaciones concatenadas, sus escenarios de viabilidad y los planes de acción, pues no es posible transitar desde el liderazgo carismático de Chávez al autogobierno popular por simple deseo, voluntarismo o buenas intenciones. Aquí debemos recordar lo planteado por Simón Bolívar en el Manifiesto de Cartagena cuando señaló que:

“Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del Gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se sintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal que bien pronto se vio realizada.” (Simón Bolívar. Manifiesto de Cartagena: http://uniondelsur.menpet.gob.ve/interface.sp/database/fichero/free/29/3.PDF)

De manera que estas palabras de Simón Bolívar fueron parte de una política de revisión, rectificación y reimpulso de la Guerra Nacional de Independencia, que pueden servir de analogía para comprender, que el proceso de cambio estructural que llamamos revolución bolivariana no puede darse sólo desde el “deber ser” o la imagen-normativa, sino además desde el “poder ser”; es decir, de las condiciones y operaciones que emergen de un “análisis concreto de la situación concreta”, de la apreciación de la dinámica, dirección, contenido y alcance de fuerzas en conflicto y las conclusiones que se desprenden para los planes de acción política.

De manera que una dirección colectiva revolucionaria no puede obviar la ciencia práctica del Gobierno, no puede descansar solo en buenos visionarios, en “Socialismos aéreos”, que pretendiendo alcanzar la perfección revolucionaria lleven a confundir a “sofistas por soldados”, por ejemplo. El error de base reside en no comprender el carácter de la transición socialista en las actuales circunstancias situacionales, en los específico y particular del momento histórico que se vive, más aun cuando todavía no se comprende el paso de una situación revolucionaria conducida por una modalidad de “cesarismo progresivo” a una modalidad de conducción que apenas está comenzando a estructurase, y cuyas características requieren de un proceso de recomposición de cuadros de mando y de liderazgo político, pero no su desconocimiento abierto por parte de las bases sociales de apoyo del proceso bolivariano.

Todavía hay quienes desconocen la matriz de liderazgo que expuso Chávez en varias oportunidades, donde correlacionaba los niveles de capacidad para realizar tareas y la voluntad para llevarlas a cabo: dirigir, guiar, apoyar y delegar. Cuando Chávez delega en Maduro la posibilidad de la dirección del proceso revolucionario, lo hace porque considera que encarna una alta capacidad para realizar las tareas políticas y porque considera que posee la voluntad para llevarlas a cabo; es decir, que las palabras del 8 de diciembre son claras, explícitas y precisas en la decisión política de Chávez de proyectar atributos de liderazgo en Nicolás Maduro.
Y así lo hizo públicamente, guste o no guste cuando Chávez se refirió a Nicolás Maduro: “(…) un hombre, un revolucionario a carta cabal, un hombre de una gran experiencia a pesar de su juventud, de una gran dedicación al trabajo, una gran capacidad para el trabajo, para la conducción de grupos, para manejar las situaciones más difíciles, lo he visto, lo hemos visto, ¿Cuántos años tiene tú de Canciller Nicolás? 6 años y tres meses, ¿Cuánto, cuanto, en cuantas situaciones, en cuantas circunstancias hemos visto, y yo en lo personal, a Nicolás acompañarme en esta difícil tarea, allí y en distintos frentes de batalla. Pues el queda al frente de la Vicepresidencia Ejecutiva de la República, como siempre hemos hecho, en permanente contacto, pero yo quiero decir algo, aunque suene duro…Yo quiero y debo decirlo. Si como dice la Constitución, si se presentara alguna circunstancia sobrevenida que a mí me inhabilite, oígaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar los pocos días que quedan, ¿Cuántos?, Un mes, y sobretodo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir como manda la Constitución el período, sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar, como manda la Constitución de nuevo, a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón.”

Aquí no cabe duda ni insinuación alguna: Nicolás Maduro ha sido delegado por Chávez como Líder, candidato y futuro Presidente ante el peor de los escenarios. Hay que partir entonces de este reconocimiento elemental en las filas del campo bolivariano, guste o no guste. De allí la importancia de comprender el papel funcional a los planes de la derecha opositora de cualquier ventana de oportunidad a la siembra de intrigas en el interior de la revolución bolivariana. No es momento para diatribas estériles, para generar oportunidades o flancos débiles, para descuidar el delicado proceso de recomposición de la dirección política de la revolución bolivariana ante la partida física de Chávez.

No podemos pasar por alto, entonces las palabras literales de Chávez el 8 de diciembre: Nicolás Maduro “es uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad para continuar, si es que yo no pudiera, Dios sabe lo que hace, si es que yo no pudiera, continuar con su mano firme, con su mirada, con su corazón de hombre del pueblo, con su don de gente, con su inteligencia, con el reconocimiento internacional que se ha ganado, con su liderazgo al frente de la Presidencia de la República dirigiendo junto al pueblo siempre, y subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta patria.”

Aquí lo que priva es la unidad inquebrantable, sin fisuras, la más alta responsabilidad política, el colocar a los intereses secundarios subordinándolos a los intereses del proyecto histórico, sin vanidades ni mezquindades.

Chávez expresó además que “algunos compañeros me decían que no hacía falta, habían opinado en estas últimas horas que no hacía falta decir esto, pero en verdad, yo he podido desde La Habana decir casi todas las cosas que he dicho esta noche, en esta media hora casi, pero yo creo que lo más importante, lo que desde mi alma, desde mi corazón me dicta la consciencia, de lo más importante, o de lo más importante que yo vine aquí, haciendo el esfuerzo del viaje para retornar mañana una vez se me conceda el permiso ha sido esto Nicolás, de lo más importante, de los más importante …”

¿Se han entendido en su proyección y alcance histórico estas palabras? ¿Estamos acaso a la altura de las decisiones de Chávez sobre lo más importante que era no dejar acéfala la dirección de la revolución?

En la cabeza de los actores opositores se intentó aprovechar esta oportunidad para pasar a la retórica del “vació de poder”, para presionar a una convocatoria a nuevas elecciones presidenciales en las mejores condiciones de oportunidad política para acumular fuerzas, o para sembrar intrigas inmanejables en el interior de los cuadros de dirección política de la revolución o para derrotar a Nicolás Maduro como candidato de la Revolución Bolivariana.

De allí que desde el 8 de diciembre, los partidos, los movimientos y las corrientes populares, revolucionarias y bolivarianas tienen que clarificar sus criterios de apoyo irrevocable a esta candidatura y su liderazgo, a menos que deseen crear una severa fractura política en la coalición bolivariana, desconociendo abiertamente la voluntad final de Chávez.

Ahora bien, esto implica manejar en detalle que las palabras de Chávez, para evitar que pueden ser recepcionadas de modos bastante disimiles en el campo bolivariano. Allí se levanta un riesgo y una oportunidad para la derecha, que tratará de aprovechar cualquier fisura para colar su estrategia de “divide y vencerás”.

El asunto no si en el PSUV Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Rafael Ramírez, Adán Chávez, Elías Jaua, Jorge Rodríguez o Fredy Bernal representen “alas ideológicas” distintas dentro de la dirección estratégica del campo bolivariano (esta es una preocupación que pudiera dar a otras opciones, como aquella que plantean que representan lo mismo en términos de concepción ideológica), sino si la estructura de representación y conducción política de la revolución bolivariana en su conjunto, tienen convicciones, formación y coraje suficiente para abordar el espinoso asunto de la transición socialista, desde una base programática claramente establecida en el discurso de Chávez: Nacionalismo Popular de Izquierda, crítica abierto del neoliberalismo, del capitalismo y de la democracia representativa. Este asunto es tema de debate solo si primero se conquista la elección del 14 de abril, no antes y menos como tema de campaña electoral.

Ciertamente, en el llamado “testamento político de Chávez” se menciona claramente que de no ser Chávez la figura que encarne la dirección del proceso, por circunstancias sobrevenidas que lo inhabiliten para ejercer el cargo, debe prestarse todo el apoyo irrestricto a la figura de Nicolás Maduro, pero agregando una coletilla que no es nada despreciable: “dirigiendo junto al pueblo siempre, y subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta patria”.

Es a partir de de esta importantísima frase que se evaluará si existe liderazgo político revolucionario y pedagogía constructora de liderazgo colectivo. Chávez no entregó un “cheque en blanco” político a Nicolás Maduro (pues específica claramente que se trata de un período: asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes), lo señaló de manera irrevocable y absoluta como “sucesor”, sino que además lo sometió al poder obediencial: mandar obedeciendo al pueblo; es decir, “junto al pueblo y subordinado a los intereses del pueblo”. Esta, considero, es la lectura revolucionaria de la situación y lo que traduce una lectura rigurosa de las palabras de Chávez.

Ciertamente, sobre los hombros de Nicolás Maduro, en los peores escenarios que había planteado Chávez (de no poder continuar en el cargo de Presidente), reposa una responsabilidad histórica de insondables consecuencias: las palabras de Chávez sobre sus cualidades como dirigente, lo que debe ser ratificado en obras, palabras y acciones cotidianamente; el dirigir políticamente junto al pueblo y subordinado a los intereses del pueblo, lo cual lo coloca en la responsabilidad de hacer efectiva la democracia participativa, el protagonismo popular e incluso continuar reforzando el “liderazgo colectivo” que reconoce el Presidente Chávez, cuando habla de “patriotas” y de “Patria”.

De manera que Nicolás Maduro debe colocarle un cerrojo a la posibilidad de la restauración, o evitar meter el término socialista en el cajón de los anatemas, cuidándose además de abrirle las compuertas a una opción reformista-desarrollista en el seno de las fuerzas bolivarianas, inclinadas ya sea a una defensa subrepticia del neoliberalismo, del capitalismo (en cualquiera de sus variantes) o de la democracia representativa, incluso presionado no sólo por Washington sino por una derecha más inteligente que se mueve en el eje de UNASUR, ya sea o no tutelada por Washington o restringida en sus planteamientos de reformas profundas y radicales, como las fuerzas identificadas por Mariátegui como: reformistas mediocres, socialistas domesticados o demócratas fariseos. Si no fuese así, estaríamos ante una inevitable transición política no sólo post-Chávez, sino post-Chavista y post-Bolivariana.

De manera que luego de triunfo contundente el 14 de abril de 2013 por las fuerzas bolivarianas, democrático-radicales y socialistas, se abre un importante período de definiciones, de temas para el debate responsable de ideas revolucionarias,. Para propuestas y contribuciones, para lograr concretar la idea de viabilizar el gobierno de Nicolás Maduro y llevar a cabo el programa política de la Patria. Y desde sus calidades de liderazgo dialogante impulsar una jornada de intercambios, de conversaciones, de diálogos entre quienes suponen necesaria la construcción de la independencia y del nuevo socialismo para el siglo XXI para que “En Asamblea con Nicolás Maduro”, seguir construyendo la Patria que Bolívar y Chávez soñaron.