Horas aciagas, sensaciones extrañas. La desgracia de un amigo que golpea primero, luego el tipo se nos va. ¿Tristeza? Tal vez. ¿Dolor? Quizás. ¿Esperanza? Mucha.
Diego Paz
Ya no más los días frente al televisor, imantado frente a su figura, escuchándolo horas y horas. Ya no más los estadios llenos, las muchedumbres, los actos… y horas y horas escuchándolo. Atrapado, seducido, persuadido, convencido. Ya no más sus desafinaciones, sus bromas llaneras, su estilo políticamente incorrecto irritando a los profesionales encorbatados del protocolo. Hugo Chávez. Ese extraño dictador de una extraordinaria calidez humana y profunda vocación democrática. Ese hombre común fuera de lo común. Ese extraño ser humano.
Los que profesan la vulgata republicana y la santísima trinidad de los tres poderes nunca le perdonaron su osadía caribeña, su swing pachanguero, su profunda convicción en el poder del pueblo. A sus detractores les decimos que sí, que fue un demagogo porque siempre habló el idioma del pueblo, porque siempre interpretó lo que el pueblo le dijo y lo que el pueblo demandaba. Si eso es demagogia, bienvenida sea. ¿Un dictador? Sí. Porque sólo con firmeza y decisión se puede llevar adelante una revolución para la libertad de todos. Sólo con la dictadura de los oprimidos es que se puede acabar con los privilegios de unos pocos y construir la verdadera democracia sin ser estafado por democracias formales y burguesas. ¿Un populista? Sí. Un populista porque del pueblo vino y a él se entregó en vida. Porque él se metió en el corazón del pueblo, porque él sentía al pueblo, y así el pueblo lo entendió y lo amó… ¿Un hablador? Sí. Porque tenía algo para decir, porque así nos hizo sentir y nos lo dijo y así nos devolvió la esperanza. Porque así volvimos a creer que otro mundo era posible.
Atrás quedó la soledad de cien años de Nuestra América, resurgida de las cenizas tras el vendaval neoliberal. Nunca más los encantamientos de blacamanes y gurúes de mercado. Esta tierra ha despertado definitivamente de la larga noche imperialista para que el Alba de los pueblos preanuncie la soberanía, la dignidad y la esperanza. Para ustedes siempre seguiremos siendo ingenuos porque profesamos la fe del reino de Dios en la tierra que él llamó socialismo. Seguiremos siendo feos, sucios y malos porque no pretendemos su gracia ni su bendición sifrina. Pero seremos muchos más, ya no mirando el cielo, si no con los pies en la tierra haciendo revolución, construyendo socialismo.
Hace más de dos mil años un hombre bajó para prometernos el reino de los cielos. Luego, otro, tomó su fusil para disparar sobre nuestras conciencias. Hace más de 20 este hombre dejó las armas para subir al gobierno por voluntad popular y decirnos que es posible el reino de Dios en la tierra y que se llama socialismo. Y en él creímos, en él creemos y junto al pueblo seguiremos creyendo.
Bienaventurados los pobres de Venezuela, porque de ellos fue el reino de Dios en la tierra, gracias a Chávez. Y así seguirá siendo, en socialismo. Tengamos fe, porque acá nadie se rindió y seguiremos rodilla en tierra, ¡hasta la victoria siempre!
Gracias Comandante. Hasta Siempre.