A la memoria de George Barry Seyman

Es obligado precisar ambos sub-conjuntos referidos en el título de este escrito. El sub-conjunto de los EEUU de América está conformado por el propio país mencionado, Canadá y Gran Bretaña; mientras que el subconjunto latinoamericano está constituido por los países-miembros de la CELAC, es decir, los países de México, Centroamérica, El Caribe y Suramérica. Al ser rigurosos en la contradicción propuesta tendríamos que analizar la tesis globalmente: enfrentados, es decir, lo jurídico, lo socio-económico, lo ideológico y, fundamentalmente, lo militar de cada uno de los países con sus propias características particulares como nación-estado y como sub-conjuntos por aquello de las obvias diferencias que se presentarían en el desarrollo del análisis propuesto así como las objetivas asimetrías entre ambos sub-conjuntos. Pero la extensión del texto no nos permitiría sino proponer para su posterior análisis una “idea central” con algunas “ideas principales” a ser desarrolladas, ya sí, a posteriori e in extenso.

En primer lugar, debemos aceptar que ambos sub-conjuntos son profundamente diferentes en cualquier variable a la cual nos podamos referir. Los EEUU de América y su par, Gran Bretaña (exceptuando a Canadá que ha permanecido como país ex-colonia manteniéndose aún en la actualidad bajo la égida de la Soberana británica), han sido (Gran Bretaña) y es (EEUU de América) países imperialistas con una notable diferencia importante entre ellos cual nos lo enseña la Historia cuando de “imperio” nos referimos; en ese orden de ideas, quizás, podríamos proponer que el concepto “imperio” se enmarcaría con mayor precisión con Gran Bretaña cuando nos sustentamos en los esquemas históricos europeos mientras que el país del norte (EEUU de América) sin negar que se comporta, se expresa y se impone como un imperio nos vemos en la obligación de definirlo en su expresión objetiva en praxis como imperio del siglo XX y los comienzo en “decadencia romana” del siglo XXI.

Nos explicamos con mayor claridad conceptual. Las características históricas a las cuales nos referimos, según el proceso histórico del carácter imperial europeo como concepto se sustenta en realidades objetivas que se desarrollaron en su proceso histórico desde el Imperio Romano hasta las decadencias imperiales sucedidas durante el siglo XX con los reales, objetivos e inevitables procesos de sus modos de producción y los procesos correspondientes a las super-estructuras en los tiempos evolutivos y perfectibles en el marco de lo real-histórico (según Karl Marx).

Apuntamos lo inmediato anterior para resaltar las diferencias objetivas de los imperios europeos con el proceso histórico estadounidense de desarrollo imperial. Debemos traer desde la memoria que el país del norte fue primero una colonia británica antes de alcanzar su independencia; ello nos quiere decir que aquellos procesos históricos que se desarrollaron en las Europas (esclavitud, siervo, modernidad, contrarreforma, siglo XIX, “Guerra de las Rosas”, Napoleón, Revolución Francesa, etc.), que influyeron en los procesos históricos tanto en lo nacional como en lo global-continental europeo, no se expresaron, evidentemente, en el territorio norteamericano por tanto imprimen en el proceso histórico estadounidense sus propias características en su desarrollo como imperio pero sin negar que los Padres Fundadores asumieron bases filosóficas europeas como marco referencial nacional imponiendo las propias características y objetivas realidades nacional-geográficas en la base estructural nacional de la Política de Estado que ha imperado en el proceso político-imperial hacia su imperialismo como país: EEUU de América (Guerra Civil, Conquista del Oeste, expansión hacia Asia, concretamente, Japón).

En ese mismo orden de ideas en referencia a los países de la CELAC, todos, absolutamente todos, han sido y sufrido las condiciones de haber transitado por el coloniaje con tiempos diferentes de independencia; quizás dos (2) realidades históricas han afectado, objetivamente, los procesos históricos de los países-miembros de la CELAC; uno de ellos es el Congreso de Panamá y el otro la política impuesta por los EEUU de América denominada como la “Doctrina Monroe” (con lo cual es de toda lógica para el imperio la denominación-concepto como justificación de la praxis política de la frase: “patio trasero”). Es evidente que no estamos negando otras realidades históricas que han impactado esos procesos independentistas pero el fracaso de las propuestas del Congreso de Panamá, es decir, la dispersión, la no-unidad continental, le permitieron al país del norte (EEUU de América) imponer y desarrollar la tesis de la división inter-naciones-hermanas para desarrollar su expansión imperial en el marco de una política de dependencia pero con características muy diferentes, conceptualmente, a la expansión imperial-imperialista europea hacia África y Asia bajo la base de imponer la “guerra y religión” con la finalidad de la ocupación territorial de espacios geográficos nacionales y así convertirlos en efectivas colonias y semi-colonias en aquellas políticas de la modernidad.

En el marco de las actuales realidades revolucionarias podemos observar como Washington con las sutilezas que imponen las realidades del siglo XXI viene realizando inteligentes avances para recuperar la preeminencia imperialista (neo-dependencia) frente a los objetivos impactos socio-económicos y políticos que la Revolución Bolivariana viene ejerciendo a la extensa región geográfica desde el sur del río Bravo y del estado de la Florida hasta el estrecho de Magallanes. Ello quiere decir que, en el marco de las actuales realidades latinoamericanas, aquellas políticas que se desarrollaron durante todo el siglo XX, en ambos lados de la calle, aun cuando en casos concretos no han sido superadas (caso: Honduras, Paraguay), se han visto impactadas y, probablemente, disminuidas por las realidades contenidas en el ideario bolivariano impulsado por Hugo Rafael Chávez Frías.

Tratemos de ser objetivos en la crudeza de nuestro escrito en el marco de un análisis frío de las realidades y contradicciones que se desarrollaron desde la izquierda latinoamericana durante el siglo XX cuales se expresaron al unísono con y en consecuencia con las políticas represivas y, además, violadora de los Derechos Humanos como, permanentemente, el político y periodista, José Vicente Rangel Vale, ha venido denunciándolas con sus perseverancias y fortalezas de y en cada caso aún en las actuales realidades revolucionarias de respeto de esos derechos referidos (las políticas represivas referidas y la Ley de la Verdad). Es decir, podríamos inquirirnos sí se desarrolló una relación dialéctica entre los sectores revolucionarios de izquierdas y las derechas represivas capitalistas aún cuando nos asombre la propuesta. Para decirlo más claramente, preguntarnos sí en un mundo de contradicciones se retroalimentaban mutuamente en el marco de las defensas de propuestas e impuestas políticas cuando las izquierdas mantenían las tesis de la 3ra. Internacional y las derechas junto a Washington se suscribían en los paradigmas anti-comunistas de la “Guerra Fría”. Tesis nada fácil de aceptar y difícil de demostrar en corto tiempo y espacio.

Es evidente, en ese marco referencial, que la “Doctrina Monroe” es causa y no consecuencia; al tiempo, para ser más abstracto, el sistema capitalista es, también, causa y no consecuencia; como, por ende, la política imperialista estadounidense (en singular) es causa y no consecuencia de las oposiciones a esa política imperialista con las expresiones en praxis de los nacionalismos, los socialismos, los comunismos y las políticas de izquierda en todo su conjunto político-ideológico latinoamericano. En ese orden, debemos y tendremos que aceptar que durante todo el siglo XX, las izquierdas (como un todo político-ideológico) “caminaban cuesta arriba”, en contracorriente, en el mundo de la adversidad, con todo el peso de las crisis sociales y económicas sobre las espaldas y ello tuvo y tiene sus objetivas consecuencias, desgraciadamente, negativas durante ese siglo XX y de actitudes de inteligente prudencia en las realidades actuales del siglo XXI en procesos de cambios profundos. Debemos reiterarlo. Gracias a Chávez Frías, los países latinoamericanos han visto la “luz al final del túnel”, es decir, la constancia y testarudez de Chávez Frías quien adscribe aquella frase: “…por ahora…” cambiando la Historia de la Dependencia y poniendo en “crisis actual” la “Doctrina Monroe” y rescatando los paradigmas fundamentales en texto del Congreso de Panamá.

¿Qué buscamos transmitir? Las políticas de izquierdas desarrolladas durante todo el siglo XX son profundamente diferentes a las políticas que se enmarcan en los paradigmas de la Revolución Bolivariana Socialista aún cuando ciertos discursos políticos quieran “hacerle un traje a la medida”; ello significa que las diferentes y muy variadas experiencias revolucionarias que se expresaron en América Latina, según hemos referido el espacio geográfico específico, por ser de carácter nacional, estuvieron adscritas a esas realidades nacionales temporales que marcaron sus éxitos y sus fracasos pero, en última instancia, cada una de esas expresiones fueron y son muy diferentes aún cuando se sustenten en el marco filosófico referencial de las políticas de izquierdas aspiradas.

En ese orden, llamemos al texto solamente una variable. Durante todo el siglo XX, el sector militar latinoamericano sustentó sus doctrinas ideológico-militares, además de la violación de los Derechos Humanos como permanentemente nos recuerda José Vicente Rangel Vale, en las enseñanzas de aquello que mientan la “Escuela de las Américas” pero, también, incorporados, los sectores políticos y clasistas quienes asentaban sus referencias ideológico-económicas en Washington; a título de ejemplo, durante el Gobierno de Salvador Allende “salió” de la Casa Blanca y del Congreso estadounidense toda una estructura de “golpe de estado” que se expresó como es de sus conocimientos en la más rancia derecha militar chileno-germana en el golpe de estado planificado sobre la base del desgaste social y económico actuando con la más brutal represión cual solo es comparable, en aquellos tiempos históricos, con las represiones militares y policiales en Argentina y Uruguay gracias a los reflejos de las actitudes en praxis en tiempos pretéritos de los militares de derechas venezolanos durante las primeras fases de la 4ta. República.

En ese marco referencial, caben las preguntas: ¿dónde nos equivocamos, en la táctica, en la estrategia, en las influencias externas? ¿Hemos realizado la obligada y profunda reflexión de nuestros propios errores y nuestras propias culpas producto, probablemente, de nuestro pecado de soberbia revolucionaria? ¿Estamos conscientes del desarrollo actual de los procesos revolucionarios y nacionalistas latinoamericanos tan profundamente diferentes a los procesos revolucionarios que se expresaron durante todo el siglo XX que obligan a ser y comportarse, a todo revolucionario de “carta cabal”, lo más objetivo y exigente y por parte de quienes como políticos con las experiencias de “mil batallas inevitables” se obliguen a comprender y entender la aplicación, en praxis, actualmente, de los paradigmas escritos de aquel Congreso en Panamá, es decir, en realistas palabras en concepto: “unidad, unidad y más unidad” (Chávez Frías dixit)? Por último ¿hemos comprendido que cada proceso revolucionario de izquierda y nacionalista es nacional, autóctono, particular y no copiable según las realidades socio-económicas y militares de cada país en el marco de las realidades geográficas latinoamericana cuando precisamos la extensa región que comprende desde México hasta el estrecho de Magallanes pasando por Centroamérica y El Caribe?

En ese orden de ideas, el no respondernos esas inquietudes y otras que el lector tenga a bien proponer, implican, inevitablemente, abrir puertas para que la contrarrevolución asome sus objetivos ideológico-capitalistas. Es por ello que en ese marco referencial, los EEUU de América conjuntamente con sus pares (Gran Bretaña y Canadá) y apoyándose en sus “súbditos nacionales” han venido desarrollando sus “acercamientos hacia el desgaste” de los procesos revolucionarios latinoamericanos. Esos acercamientos, evidentemente, son profundamente diferentes a la “Ley Helms-Burton” hacia la Cuba revolucionaria, por ejemplo, cuales han ocasionado y siguen ocasionando crisis y tensiones permanentes a lo interno de ese gran pequeño país caribeño como, al tiempo, crean tensiones en lo regional-continental, particularmente, en los procesos de cambios profundos nacionales independientemente al “…pedazo de la tierra americana…” (Comandante Fidel Castro dixit) en cursos actuales y que nos pudieran servir de referencia frente a políticas imperialistas que se diseñan e implementan contra las actuales revoluciones en “pleno desarrollo” en América Latina para así evitar el “retorno a lo innecesario”.

Es decir, las crudezas actuales consecuenciales de las crisis globales que está imponiendo Washington en el marco de la reingeniería del sistema capitalista con la finalidad de mantener sus políticas imperialistas globales tendrán que buscar salidas de profundidad geopolítica y geoestratégica mundial, al tiempo y a la vez, de llevar a cabo inevitablemente la reingeniería geoestratégica de la “Doctrina Monroe” para la Región Latinoamericana para así adaptarla a las realidades actuales siglo XXI que le permitan a Washington enfrentar con objetividad, dureza y sutileza las políticas de los cambios profundos estructural-nacional-ideológicos latinoamericanos del siglo XXI en el marco de esa crisis-en-reingeniería en cuanto analizamos las realidades que se desarrollan en la Región de Asia-Pacífico y que están incidiendo, objetivamente, en las realidades nacionales latinoamericanas (materias primas como referencia) según hemos conocido por los acercamientos que el Pentágono viene realizando con países sobre la costa pacífica americana.

Nos permitimos informar que George Barry Seyman, británico, siempre mostró sus respetos a los principios filosóficos del Otro. Gracias.

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