La economista Nekane Jurado participa en el I Congreso de Economía 21 en la Universitat de València

Enric Llopis

 

Tasas de crecimiento del PIB, índices de inflación interanual, curvas de inversión en capital fijo, apreciaciones y depreciaciones monetarias…Bajo los grandes números manejados por los expertos en Ciencias Económicas se esconde la economía real, la de andar por casa. Frente a las grandes variables, asoma la vida cotidiana. En una conferencia celebrada durante el I Congreso de Economía 21 en la Universitat de València, la economista vasca Nekane Jurado ha apostado por “dejarse de grandes teorías, porque nadie sabe más de economía que las amas de casa”.

El amplio bagaje de Nekane Jurado le permite combinar diversos registros. Es licenciada en Ciencias Económicas, Ciencias Actuariales y Financieras y Psicología Clínica. Ha trabajado desde 1988 en el área de Socioeconomía de la izquierda abertzale, además de contribuir como investigadora de género a que aflore “la aportación oculta de la mujer a la economía”. Lleva, asimismo, 25 años trabajando como economista para el gobierno vasco y es coautora de libros como “La Europa, ¿De quién?” e “Independencia. De reivindicación histórica a necesidad económica”, ambos publicados por Txalaparta.

Nekane Jurado estudia y conoce al detalle los números macro. Pero en sus reflexiones ante los estudiantes, antepone la búsqueda de alternativas concretas a un sistema en honda crisis –lo que la vincula a los movimientos sociales- e introduce la arista psicológica: la neurosis, los miedos, el aislamiento y, en definitiva, cómo el capitalismo castiga al individuo con sus emociones. Algo que no mide el PIB.

De entrada, “el trabajo humano es el gran generador de riqueza, no el capital”, subraya la economista. Por tanto, “¿Qué sentido tiene sentirse inútil y deprimido si no nos contrata una empresa?”, se ha preguntado ante un auditorio formado por estudiantes de Ciencias Económicas. La crisis actual obliga a replantearse muchas cuestiones. Por ejemplo, a reconsiderar la noción de trabajo, frente a lo que el sistema llama empleo. “Hemos de considerar trabajo todo lo que genere riqueza social, con independencia de que se remunere o se contabilice en el PIB; así pues, son trabajo la militancia o los cuidados”, explica Nekane Jurado.

También habría que desmitificar el dinero. A juicio de la economista, “la moneda no es más que una herramienta fiduciaria, es decir, un instrumento de transacción que funciona porque nos lo creemos”. Entonces, para superar la tiranía del euro y la exclusión que implican las políticas económicas de la troika, “¿Por qué no creamos nuestra propia moneda?”, se interroga. Además, condenados por la crisis, puede que la gente disponga de muy pocos bienes materiales, “pero lo que todos tenemos es tiempo”.

Y en ese contexto, iniciativas como el Auzolan o trabajo comunitario proponen un modelo alternativo, en el que se intercambie tiempo de trabajo y servicios entre todos (los bonos de tiempo funcionan como moneda). “Es éste el embrión de un corte de mangas al sistema”, afirma Jurado, que no sólo se está desarrollando en pueblos sino también en barrios grandes de ciudades como Donostia. Todos los tiempos en esta iniciativa valen lo mismo: el de un barrendero, un oficinista y el de un médico. Se abarcan asimismo numerosos sectores: alimentación, vivienda o educación (por ejemplo, a cambio de la cesión de una vivienda se obtiene una semana de trabajo).

¿Por qué no se extienden estas iniciativas de economía social? A juicio de Nekane Jurado, “la izquierda social está dormida; no sabemos captar el pulso al pueblo”. Esto, en el ámbito colectivo. En el plano individual, subraya la necesidad de “recuperar los ritmos del corazón y de la vida, porque –a fin de cuentas- somos seres humanos que vivimos según los ciclos de la naturaleza; además, se trata de rescatar la vida como juego y volver a la inocencia; en otras palabras, liberarnos de la tiranía que supone la dicotomía acierto-error”. Frente a esto, lo que el capitalismo propone es “consumo inmediato y, en consecuencia, gran ansiedad; el siglo XXI es del de las enfermedades mentales”.

Tal vez haya sido Naomi Klein, en su célebre “La Doctrina del Sock”, quien mejor haya resumido las sinergias entre el miedo y la economía neoliberal. Nekane Jurado vuelve a lo más cercano ante un público de estudiantes: “Hay que quitarse el pánico a no ser el primero ni el mejor; entre otras razones, porque ello genera una gran frustración psicológica; a esta obsesión por destacar, en términos económicos, se le denomina competitividad; y, a gran escala, uno es competitivo a costa de los recursos naturales, la explotación de la mano de obra y la extracción de recursos de los países de la periferia”. Miedo a que a uno le juzguen, miedo a la exclusión (la psicología del consumo se basa en la identificación con las marcas); miedo al compromiso (con otras personas y con proyectos y organizaciones), miedo a que se nos ningunee: ¿Cómo superarlos? Según Nekane Jurado, “es muy importante tocar al otro y sentirse parte de un tejido social”.

A vista de pájaro y con una panorámica más amplia, el principal debate político y mediático se centra en la salud del llamado estado del bienestar. La hegemonía neoliberal pretende saldarlo, mientras que la socialdemocracia y el mundo sindical aspira conservar sus restos y, a medio plazo, recomponerlo. Jurado agrega un matiz en el que insiste frecuentemente Vicenç Navarro: “en España, Grecia y Portugal el estado del bienestar se está desmantelando aun antes de haberlo desarrollado, por el freno que supusieron las dictaduras militares”. Por lo demás, la economista recuerda que, una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, “la burguesía y los estados se ven obligados a pactar el estado del bienestar, para hacer frente a lo que se conocía como socialismo real y ante el empuje de una resistencia popular que había contribuido enormemente a la derrota del fascismo”.

“Es éste un pacto de clase que se suscribe en Postdam”, añade la economista. Y que pivota en torno a cuatro pilares: el pleno empleo (para corregir las tasas del 30% alcanzadas en algunos países industrializados tras la crisis del 29); Protección social muy amplia y garantizada por los poderes públicos (vivienda, salud, protección a la familia, renta mínima garantizada); pacto fiscal (sistemas impositivos de carácter progresivo que sufraguen el estado del bienestar); y cambios en el sistema parlamentario, que hasta ese momento destacaba por su elitismo. “El capital tiene miedo y por eso cede”, sentencia Nekane Jurado. Hasta la década de los 70, el capitalismo internacional obtiene tasas de beneficio muy altas (por la reconstrucción posbélica y la aplicación de tecnologías que emergieron en la guerra, a la economía civil, entre otros factores). Con la crisis del 73 (de oferta o sobreproducción), desciende la tasa de beneficios del capitalismo internacional y comienza a desmontarse en varias etapas el Welfare State. “Su objetivo ahora es volver a la situación anterior a 1945”.

En los años 90, con el Tratado de Maastricht se produce la primera fase del desmontaje (“nos echan el pulso, pero la clase obrera no responde: se ha diluido la conciencia de clase”), que continúa en marzo de 2000 con la Estrategia de Lisboa. En 2010 estaba previsto que se iniciara la tercera etapa del desguace, pero antes, en 2008, reventó la burbuja inmobiliario-financiera. Según Jurado, “ése era nuestra gran oportunidad histórica, cuando hasta Sarkozy hablaba de la refundación del capitalismo; pero el problema es que ya no mirábamos a los ojos del compañero si lo incluían en un ERE, cuando en los 80 –por ejemplo, en Euskal Herria- ante los despidos se movilizaban comarcas enteras; así, en 2007 se dieron cuenta de que estábamos anestesiados (por el consumo, la manipulación mediática y otros factores); al desaparecer las condiciones del pacto de 1945, los hijos y nietos de nuestros antepasados resistentes no hemos luchado ni de casualidad como hicieron ellos”. “Y eso, en plena crisis civilizatoria”.

Por último, subraya la economista vasca, el movimiento social de Euskal Herria trata de impulsar un modelo socio-eco-feminista alternativo, basado en seis pilares: una economía al servicio de la sociedad y no del crecimiento del PIB; el reparto de la riqueza (las diferencias de renta entre los estratos superiores e inferiores de la sociedad se han disparado en los últimos años); reparto del trabajo; democracia participativa y que recupere lo local; repensar los patrones vigentes de consumo y apostar por el decrecimiento (“no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”, recuerda la economista); y la solidaridad con otros territorios y con las generaciones futuras (esto supone considerar la “huella ecológica” y el grave impacto del consumo humano sobre el territorio. En el País Vasco, por ejemplo, se consumen actualmente 3,5 veces el volumen de recursos que la tierra es capaz de generar).