Tomas Young
Alternet/Uruknet

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

Podréis evadiros de la justicia pero a nuestros ojos, los dos sois culpables de gravísimos crímenes de guerra, de saqueo, y por último, de asesinato, incluido el asesinato de miles de jóvenes estadounidenses —mis compañeros veteranos— cuyo futuro robasteis.

19 de marzo de 2013

 

A George W. Bush y Dick Cheney

De Tomas Young

 

Escribo esta carta en el décimo aniversario de la Guerra contra Iraq en nombre de mis compañeros veteranos de la guerra. Escribo esta carta en nombre de los 4.488 soldados y marine que murieron en Iraq. Escribo en nombre de los centenares de miles de veteranos que fueron heridos y en nombre de aquellos cuyas heridas, físicas y sicológicas, han destruido sus vidas. Yo soy uno de esos heridos graves. Me quedé paralítico en un ataque de la insurgencia en 2004 en Ciudad Sadr. Mi vida está llegando al final. Vivo al cuidado de un hospital para enfermos terminales.

Escribo esta carta en nombre de los esposos y esposas que han perdido a sus parejas, en nombre de los niños y niñas que han perdido a un padre, en nombre de los padres y madres que han perdido hijos e hijas y en nombre de aquellos que se preocupan por los miles de compañeros veteranos que sufren lesiones cerebrales. Escribo esta carta en nombre de los veteranos cuyos traumas y cuyo auto-rechazo por lo que vieron, sufrieron y cometieron en Iraq les condujo al suicidio, y en nombre de los soldados y marine en servicio activo que consuman, de media, un suicidio cada día. Escribo esta carta en nombre de un millón aproximado de muertos iraquíes y en el de los incontables heridos de ese país. Escribo esta carta en nombre de todos nosotros, el detritus humano que ha legado vuestra guerra, aquellos que pasarán sus vidas marcados por un dolor y un luto interminables.

Escribo esta carta, mi última carta, a ti, Bush y a ti, Cheney. No lo hago porque crea que vayáis a comprender las terribles consecuencias humanas y morales de vuestra mentira, de vuestra manipulación y de vuestra sed de riqueza y poder. Os escribo porque antes de morir, quiero dejar constancia de que yo, y centenares de miles de compañeros veteranos, de millones de compatriotas, y otros tantos centenares de millones de iraquíes y de Oriente Próximo, sabemos perfectamente quienes sois y lo que habéis hecho. Podréis evadiros de la justicia pero a nuestros ojos ambos sois culpables de gravísimos crímenes de guerra, de saqueo, y por último, de asesinato, incluido el asesinato de miles de jóvenes estadounidenses —mis compañeros veteranos— cuyo futuro robasteis.

Vuestra posición de autoridad, vuestros millones de dólares de riquezas personales, vuestros consultores de relaciones públicas, vuestros privilegios y vuestro poder no pueden ocultar la falsedad de vuestra condición. Nos enviasteis a luchar y a morir en Iraq cuando tú, Cheney, habías esquivado el proyecto de Vietnam, y tú, Bush, te ausentaste sin permiso de tu unidad de la Guardia Nacional. Vuestra cobardía y egoísmo quedaron patentes hace décadas. No estabais dispuestos a arriesgaros vosotros mismos por nuestra nación, pero enviasteis a cientos de miles de hombres y mujeres jóvenes a ser sacrificados en una guerra sin sentido, sin pensarlo más que el tiempo de sacar la basura.

Me uní al ejército dos días después de los ataques del 11-S. Me uní al ejército porque nuestro país había sido atacado. Quería devolver el golpe a quienes habían matado a unos 3 mil conciudadanos. No me uní al ejército para ir a Iraq, un país que no participó en los ataques de septiembre de 2001 y que no representaba ninguna amenaza para sus vecinos, y mucho menos para Estados Unidos. No me uní al Ejército para “liberar” a los iraquíes o para acabar con ficticias instalaciones de armas de destrucción masiva, ni para implantar lo que vosotros llamáis cínicamente “democracia” en Bagdad y en Oriente Próximo. No me uní al Ejército para la reconstrucción de Iraq, que en el momento en que nos lo dijisteis hubiera podido pagarse con los ingresos del petróleo iraquí. En su lugar, esta guerra ha costado a Estados Unidos más de 3 billones de dólares. Sobre todo, no me uní al Ejército para llevar a cabo una guerra preventiva. La guerra preventiva es ilegal en el marco del Derecho Internacional. Y al ser soldado en Iraq fui, ahora lo sé, cómplice de vuestra estupidez y vuestros crímenes. La guerra de Iraq es el mayor error estratégico de la historia de Estados Unidos. Quebró el equilibrio de poder en Oriente Próximo. Instaló en Bagdad a un gobierno corrupto y brutal favorable a Irán, un gobierno que ha cimentado su poder mediante el uso de la tortura, los escuadrones de la muerte y el terror. Y ha posicionado a Irán como la fuerza dominante en la región. En todos los ámbitos —moral, estratégico, económico y militar— Iraq fue un fracaso. Y fuisteis vosotros, Bush y Cheney, quienes iniciasteis esta guerra. Sois vosotros quienes debéis pagar las consecuencias.

No escribiría esta carta si hubiera sido herido combatiendo en Afganistán contra las fuerzas que llevaron a cabo los ataques del 11-S. Si hubiera sido herido allí seguiría siendo un miserable debido a mi deterioro físico y a mi muerte inminente, pero me quedaría al menos la tranquilidad de saber que mis lesiones fueron consecuencia de mi propia decisión de defender al país que amo. No tendría que estar en la cama, con el cuerpo atiborrado de analgésicos, mi vida apagándose y gestionando el hecho de que cientos de miles de seres humanos, incluidos niños y niñas, incluido yo mismo, fuimos sacrificados por vosotros solo por la codicia de las compañías petroleras, por vuestra alianza con los jeques del petróleo de Arabia Saudí, y por vuestra demente visión del imperio.

He padecido, como tantos otros veteranos discapacitados, la deficiente e inepta atención que suele proporcionar la Administración de Veteranos. He comprendido, como muchos otros veteranos discapacitados, que nuestras heridas mentales y físicas no son de vuestro interés, ni quizá del de ningún político. Nos utilizasteis. Nos habéis traicionado. Y hemos sido abandonados. Tú, Bush, te esfuerzas en fingir que eres cristiano. Pero ¿mentir no es pecado? ¿Asesinar no es pecado? ¿No es pecado el robo y la codicia? Yo no soy cristiano. Pero creo en el ideal cristiano. Creo que lo que haces al más pequeño de tus hermanos es lo que finalmente te haces a ti mismo, a tu propia alma.

A mí me ha llegado la hora de la verdad. Ya llegará la vuestra. Espero que os ponga a prueba. Pero sobre todo espero, por vuestro bien, que halléis el coraje moral para hacer frente a lo que nos habéis hecho, a mí y a muchos otros que merecían vivir. Espero que antes de que acabe vuestro tiempo en esta tierra, tal y como se acaba el mío ahora, halléis la fortaleza de espíritu para poneros ante el pueblo estadounidense y ante el mundo, y en particular, ante el pueblo iraquí y les pidáis perdón.