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“El agua desempeña un papel fundamental en el desarrollo sostenible, incluida la reducción de la pobreza. Dada la importancia del agua en el alivio de la pobreza y en la salud humana y del ecosistema, la gestión de los recursos hídricos adquiere una enorme relevancia”.
Con este párrafo demagógico, estratégicamente seleccionado de un documento clave del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el desarrollo) comienza uno de los Informes de la multinacional Nestlé sobre el agua. La compañía, que ostenta un record en cuanto a denuncias efectuadas por organizaciones y agencias de consumidores, inicia un informe plagado de mentiras y de información tendenciosa, que pretende ser el señuelo para que gobiernos y políticos le abran, aún más, sus puertas y poder eternizar sus prácticas, tan escandalosas como rentables. El triple escudo elegido por la compañía es perfecto: el nido en el que dos aves nutren a su cría y la ayudan a “crecer”, un aestudiada imagen de marca; el símbolo de las Naciones Unidas y un discurso, que apela a la solidaridad, centrado en describir, desde la superioridad de un mundo “civilizado” que tiene el estómago lleno, la miseria y las penurias de los “pobres”.
Nestlé elaboró ese informe como una herramienta de marketing, a petición de nadie, en un intento de captar “enamorados de su misión solidaria con los pobres” y como argumentario escrito destinado a limpiar una imagen dañada, aunque no lo suficiente como para que, por fin, se investiguen, se hagan públicas y se sancionen sus prácticas, siempre abusivas y muy frecuentemente ilegales. El informe no tarda en tender pronto una de sus trampas. En las primeras páginas del texto puede leerse una justificación de su misión «ecológica»:
“¿Por qué un informe Nestlé sobre el agua? Tres son los motivos por los que Nestlé ha publicado este informe. El primero, porque en nuestra condición de primera empresa mundial de alimentación y bebidas, nuestra actividad y la elaboración de productos de calidad para nuestros consumidores se basan en el acceso al agua limpia. Nos preocupa el estado del agua en el mundo, ahora y en el futuro. Esto afecta tanto a nuestra propia actividad como al futuro de las personas cuyo acceso al agua limpia se encuentra en peligro. El segundo motivo porque queríamos dejar constancia de las medidas que hemos tomado en relación con nuestra actividad de elaboración de alimentos, sobre la que tenemos control directo, y de los esfuerzos que hemos realizado para aumentar el acceso al agua limpia, de forma indirecta, fuera de nuestra actividad principal. El tercero porque deseamos contar con aportaciones de las partes interesadas y explorar los caminos que vamos a seguir en el futuro para contribuir a las mejoras del acceso al agua limpia en todo el mundo”
Con diagramas de barras y colores vistosos, el informe trata de impactar sobre el lector para asegurarse que deja un tatuaje de cifras tendenciosas en su mente. Se trata de cifras que, aún suponiéndose ciertas, no constituyen en absoluto toda la información que deberíamos conocer:
● El número de litros ahorrados en la franja que va desde 2002 a 2006 fueron de 47 millones; ● Respecto a los litros de agua adicional empleados para producir un litro de agua embotellada, el ahorro en el mismo periodo fue de 8 millones de litros.
● Los litros de agua residual generada en la producción de 1kg de producto han descendido un 37%, lo que supone 35 millones de litros ahorrados.
● Los gramos de material de envasado utilizado por litro de agua embotellada por Nestlé han descendido en un 26%, es decir, se ha producido un ahorro de 354 millones de toneladas de material PLÁSTICO.
Si el lector, como pretende Nestlé, centra su atención sobre la palabra descenso, no reparará en las cifras gigantescas y en el significado que se oculta tras ellas. Nestlé habla de ahorro de millones de toneladas de agua, pero ¿qué sucedía antes de ese logro? El supuesto ahorro, que debemos aceptar en un acto de fe, puede ser considerado un despilfarro o, al menos, un gasto innecesario, máxime cuando hay otra cifra sangrantemente cruel: más de 783 millones de personas, en la actualidad, no tienen acceso al agua potable y las previsiones para 2015 son que algo más de dos tercios de la población mundial viva en zonas geográficas caracterizadas por la escasez de agua.
Otro término que sospechosamente se expresa sin ahondar en su implicación es el de “agua adicional”. Poco nos permiten saber las empresas que dominan el monopolio de la producción del agua mineral, Nestlé a la cabeza, sobre la procedencia real del agua (el lugar de procedencia no es en general un manantial cristalino rodeado de naturaleza viva y verde sino aguas subterráneas o agua potable tratada simplemente con ósmosis); quién la fiscaliza o analiza; qué procesos reales se siguen para “purificarla” ni, un aspecto tremendamente importante, el daño real que producen, a nuestra salud y a la del planeta, los millones de toneladas del plástico de los envases que utilizan, plástico llamado eufemísticamente por Nestlé en su informe “gramos de material de envasado”.
Nestlé coloca en el mercado unos 148.000.000.000, 148 MIL MILLONES DE LITROS DE AGUA ENVASADA. Se trata de envasar agua para negociar y lucrarse con ella y hacerlo con el agua que se roba a quienes no tienen posibilidad de beber: los mismos de siempre, los que no son rentables, los pobres. A ellos, a los más de 783 millones de seres humanos, se les impide, por acción u omisión, el acceso a un derecho irrefutable, admitido oficialmente por la ONU, aunque, cosa que como es habitual en las entidades que supuestamente velan por cualquier tipo de intereses del ciudadano, cuando se trata de temas tras los que hay empresas multinacionales ambiciosas y mercantilistas, lo hizo imperdonablemente tarde, en julio de 2010. El acto en el que este derecho, que a cualquiera que no negociase con el agua le parecería indiscutible, reflejó los trapicheos y los negocios, con intereses políticos y mercantilistas, que hay tras la industria del agua embotellada: la propuesta partió de Bolivia y fue avalada por 33 estados miembros de la ONU, especialmente por Venezuela.
Resulta curioso que los pueblos menos vestidos con el traje falso del emperador, el capitalismo y su consumismo voraz, los pueblos que sufren presiones para evitar su progreso y el despegue de su economía, como Bolivia y Venezuela, hayan luchado tanto por el acceso libre al agua mientras que el resto de países, los ricos, se abstuviesen, con una actitud vergonzosa: 41 países, encabezados por Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Dinamarca, Japón y Australia, entre otros, se encogieron de hombros.
Nestlé lidera el grupo de empresas e intereses que impiden sin tapujos el acceso libre al agua, aquellos que defienden la gestión privada empresarial del agua potable y del saneamiento, los que favorecen una dicotomía letal que utiliza el agua como fiel de una balanza que no debería estar en manos de ninguna empresa: quienes vivirán y sobrevivirán a la situación actual -los que pueden acceder al agua- y quienes mueren y morirán, los no rentables pobres, que fallecen y morirán masivamente, como moscas, al no tener a su alcance recursos hídricos. Todas esas empresas, con la multinacional que promete hidratarnos con un agua de nombre sugerente, Nestlé Pure Life, utilizan estrategias demostradas de inducción a la dependencia del consumo de agua mineral, entre las que destacan el bombardeo de estudios efectuados por supuestos laboratorios independientes, que demuestran que el agua no embotellada no es de calidad, y el enunciado reiterativo de las supuestas ventajas nutricionales y médicas que nos prometen si consumimos más de 2 litros de agua mineral diarios y si evitamos el agua no embotellada, sobre la que solo basta sembrar la semilla de la duda ante una posible contaminación para lograr su criminalización pública.
A finales de 1997, la compañía suiza, después de costosos estudios de mercado e investigaciones de marketing, inició el desarrollo de un producto nuevo que no respondía al concepto tradicional de agua mineral. Se trataba de un tipo de agua mineral que se anunciaba como el agua embotellada que mayores ventajas ofrecía, en términos de producción y de beneficios para la salud del consumidor. Su elaboración se realizaba a partir de agua tratada con una mezcla hídrica que provenía de la mezcla de diferentes aguas minerales. De este modo, la división de agua de la compañía multinacional iniciaba un ventajoso proceso de estandarización del sabor: una vez determinado el sabor del agua mineral que era el preferido por el mayor número de consumidores, la mezcla estándar aseguraba que todas las remesas de agua, dirigidas a cualquier punto del planeta, poseían ese sabor, hecho que, con la composición variable del agua mineral tradicional, no podía garantizarse.
Res Gehringer, un concienciado periodista suizo, ha investigado el fenómeno del agua embotellada, recogiendo información muy interesante en EE.UU, Pakistán y Nigeria, que revela la certeza de las sospechas sobre las prácticas empresariales y productoras de Nestlé. Cuando el periodista solicitó una entrevista con directivos de la marca, ésta, como era de esperar, se negó a cooperar sin dar muchos argumentos. Él ha sido el impulsor del rodaje de la película-documental, dirigida por URS SCHNEL, titulada BOTTLED LIFE. Su contenido desvela una trama de prácticas que se alejan de la legalidad para acercarse a la posesión de un lugar privilegiado en el monopolio del agua. No interesa que se visione y, de hecho, únicamente se ha estrenado en Suiza, pero no deberíamos permitir que el documental pasase desapercibido.
Nestlé ha descubierto un nuevo filón económico más, fabricar agua mineral: el agua mineral tratada, agua que procede de aguas subterráneas NO TIPIFICADAS o que se produce a partir de agua potable de la red, tratada con ósmosis, de la que no describen sus efectos peligrosos sobre la salud. Beneficios altísimos, los económicos, para Nestlé y una mentira envasada en peligrosísimos envases de plástico para los consumidores engañados.
Cada vaso de agua mineral que bebemos, de Nestlé y su Pure Life o de otras empresas, es algo más que un simple sorbo de agua, es el robo de la esperanza de subsistencia de aquellos a los que la multinacional deja sin un derecho y un recuso INNEGOCIABLE. Cada vaso de agua es un paso más que damos para no evitar la verdadera guerra que, en un futuro no muy lejano, nos enfrentará a unos y a otros: la guerra por el agua, por la supervivencia. Pero ese es otro tema…