La comunicación sesgada es tan abismante que la información en determinadas áreas del mundo se ha reducido a menos del dos por ciento, es decir, lo que se conoce no es lo real ni exacto, incluso hay ficción de alta magnitud según la intención. Lo fundamental es que existe un temor inmenso a decir la verdad: el caso de la Organización de las Naciones Unidas es un ejemplo nítido.

La ONU tiene su origen en 1942 como una organización vinculada a la paz y la guerra, cimentada en 1945 producto de una confrontación militar propia de potencias que se reparten el mundo a través de dos ejes: Japón-Alemania-Italia, enfrentada a otro núcleo colonialista como es Estados Unidos-Gran Bretaña – Francia, involucrando la ex Unión Soviética y China entre otras naciones. Por tanto, desde sus inicios existe una intención de poder la cual ha sido morigerada por algunos programas de asistencialidad los cuales evidencian que no posee la capacidad para resolver problemáticas álgidas del mundo moderno.

Es innegable que junto a la posición bélica germinó una esperanza en que esta entidad fuera un organismo de control y morigeración de conflictos a la par que favoreciera el desarrollo armónico de las naciones. Sin embargo, objetivos iniciales como son sostener una paz mundial, respetar la autodeterminación de los pueblos, facilitar relaciones de amistad y cooperación económica, enaltecer los derechos humanos, se han convertido en letra muerta dados los hechos. En vez de reducir las tensiones internacionales ha avalado su recrudecimiento, desobedeciendo sus propias resoluciones, al recomendar métodos de ajuste de tales controversias u “hojas de ruta” que propician la expoliación y destrucción de pueblos. Obviamente ha cooperado en catástrofes, erradicación de enfermedades, pacificación en algunos conflictos locales, desenvolvimiento de la mujer, atención a refugiados, lo cual se ha visto como una forma de paliar sus errores al aceptar que las potencias sobrepasen sus determinaciones: frente a un sistema que reglamente los armamentos han optado por callar ante a los países que poseen ya armas nucleares y sancionar a quienes emergen con este fin, manteniendo el estatu quo de dominio mundial. El caso de Libia, país que gozaba del mejor estándar de vida de la zona, es el ejemplo clásico de una institución que resuelve una zona de exclusión sin ocupación militar y su Secretario General, Ban Ki Moon, paradójicamente avala la intervención armada.

Lo más delicado es que se ha pasado por encima de ésta o la han utilizado para respaldar o callar acciones bélico-económicas tales como las dictaduras en América Latina (con una mudez cómplice), asentimiento tácito de las intervenciones en Irak o Afganistán, amén de su aval a Francia para exterminar “rebeldes” en Mali, apoyando la ocupación de Siria. ¿Cómo entender su doble posición ante la legalidad del estado judío y palestino, ambos con derecho a su autodeterminación, o la condena del bloqueo a Cuba por 188 estados?

El reciente acto terrorista ocurrido en la Universidad de Aleppo (en el norte de Siria),donde fueron asesinadas 82 personas y heridas más de ciento sesenta cuando asistían a su primer día de exámenes( reivindicado por el Frente Al Nusra, brazo armado de Al Qaeda), unido a la masacre de veintiocho niños y un profesor junto a los atentados a más de dos mil doscientos recintos escolares, no han sido dados a conocer por los mecanismos informativos de la ONU ni se ha actuado enérgicamente desde la misma. Hay que recordar que Al Qaeda es una organización terrorista aliada desde su inicio a la CIA en la guerra contra la Unión Soviética, vinculación que continúa hasta el día de hoy, aunque el fingido asesinato de Osama Bin Laden (ex socio de George Bush), fue simplemente un hito presidencial y símbolo de la supuesta guerra a dicha fachada.

La contraética es la batalla directa contra los derechos humanos defendidos por agrupaciones colectivas que efectivamente arriesgan su vida por la verdad y la justicia (como las Madres de la Plaza de Mayo), invitando a creer que lo correcto es la libertad de informar sesgadamente, manipular la información o mentir con fundamento elegante y sin vergüenza. La doble moral se refiere a posturas pseudoreligiosas que por una parte lanzan la piedra y luego esconden la mano que la hace patente, en forma de hipocresía con solapada astucia. Ante esta situación de dualidad valórica y falta de fortaleza ética se ha iniciado una voz muy poderosa para reformar la institución o cambiarla, tanto jugando un papel decisivo en los asuntos mundiales pese a que desde otro ángulo se desea que su papel se reduzca a la labor humanitaria. La necesidad de elección democrática para Secretario General y Consejo de Seguridad ha hecho temblar a la Hegemonía.

Ello invita a creer que las propuestas lanzadas en pro de construir una nueva institucionalidad internacional que refleje los intereses legítimos de los países que no son militaristas u organizaciones poderosas de corte transnacional, ya empieza a abrirse paso así como en América se constituyó la CELAC, expresión de quienes desean acercarse a la soberanía holística. La gente pensante en el mundo sabe claramente que la ONU, de modo muy similar a la OEA en el continente americano, fueron creados también con el fin de aglutinar fuerzas para sustentar el modelo de desarrollo desigual impuesto a diversas regiones del mundo y lo han hecho muy bien. Sin embargo, ahora, se empieza a desmitificar esta labor hipotéticamente de buena voluntad a través de la cual han permitido la mayor expoliación que haya ocurrido en el siglo XX. Como dijo el ex Secretario General, Kofi Annan, refiriéndose al problema palestino-israelí, eso afecta su reputación y hace dudar de su pretendida imparcialidad.

Tal vez con la iniciativa pujante de Venezuela y con la brillante sorna del presidente Evo Morales, el Consejo de Inseguridad de las Naciones Unidas tendrá que transitar un camino largo para recuperar su prestigio y la principal medida legítima será comenzar a trabajar definitivamente por la paz mundial y la soberanía de los pueblos. En caso contrario, se hace necesaria ya una nueva corporación, más comunitaria, veraz, comprometida solidariamente, que conjugue los esfuerzos por la equicracia como fuente de felicidad social…y los frescos vientos parecen conducir el rumbo hacia ese sur.

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